Después de la fiebre de las compras escolares, por fin se dio tiempo, dada la resignación por la pérdida, y fue a la universidad a matricularse. Decepción, por su edad tendría que entrar a una escuela privada pero sorprendida se quedó porque esa disciplina “Tanatología” no está en planes de estudio. Busco aquí y allá y fue en vano. Solo en el extranjero se podría estudiar algo así. (El tema de Tanatología inició en los años 60s. con la Dra. Elizabeth Kluber-Ross médica psiquiatra suiza. Pero fue el Dr. Alfonso Reyes alumno de la doctora Kluber-Ross quien lideró la práctica de Tanatología en México, fundando la Asociación Mexicana de Tanatología A.C. en 1978).
¿Tendrá que ver la época en que la consigna de la moralidad y el cobijo religioso imperaban en la sociedad, considerándolo un tema tabú? Era finales de agosto de 1959.
La inquietud creció en su cabeza y empezó a visitar las cuatro funerarias que había entonces en nuestra fresca ciudad Guadalajara. Aún era un día lluvioso y con el pretexto “de buscar un féretro para un familiar enfermo” se quedaba contemplando cual museo, las cajas mortuorias de caoba y cedro con elegantes terminados. No podía repetir “el tour” por las mismas funerarias y empezó a visitar los cementerios. En una ocasión en domingo le toco llegar cuando estaba un cortejo fúnebre a las puertas… gente de negro, llantos, flores, rostros demacrados, tristeza, respeto, oraciones, y se quedó a ser parte del difunto mientras cavilaba y se convencía: “Tengo que estudiar y entender a la muerte”. ¿Sabría LucyFer en lo que se estaba metiendo?
Después de unos meses de visitar de cabo a rabo los panteones se preguntó: ¿y si pudiese ver a un muerto de cerca? Acudió a las puertas de la escuela de medicina, sita en calle Hospital y Belén contiguo al Hospital Civil. Le informaron de la carrera técnica de enfermería a la que si podía integrarse. Pero no fue de su agrado: “Yo no soy para limpiar traseros”
Frecuento el lugar con pretextos y después de “repartir miel” aquí y allá se hizo de algunas amigas estudiantes de enfermería con quienes obtuvo la información de cómo ingresar al antiteatro… a la morgue. Pero “tenía que librar” la naciente autoridad de Mario Rivas Souza reconocido médico forense, quien era y fue afecto a la disciplina. Pero, “eran tiempos laxos” algo se podría hacer. Le sugerían entrar a estudiar medicina… No, es una carrera larga y yo no tengo vocación. “Tomare un atajo” se decía, solo me interesa el tema de la muerte
Después de invitar unas nieves del parque Morelos, unos cafés del café Madoka y unas escamochas de los subterráneos del centro de nuestra ciudad. Acordó con sus nuevas amigas enfermeras en los próximos días acompañarlas a una clase de anatomía programada para un mes haciéndose pasar por enfermera. LucyFer estaba feliz. ¿Cuáles son los elementos para que una persona sea feliz? ¿El dinero, el amor, la estabilidad, los niños, la certidumbre en la vida…? Para LucyFer el saber que iba a estar y conocer un muerto/cadáver era en ese momento su felicidad plena (…)
Para entonces su madre ya de 40 años de edad estaba cada vez peor; se le dificulta moverse ante el esfuerzo cardiaco y su alimentación no era la adecuada. Una mañana de lunes LucyFer antes de irse a trabajar le conminó a su madre a cuidarse y le recuerda que una de sus tías la visita hacia el mediodía. Un beso en la mejilla… un “te quiero” … “regreso a la tarde/noche y traeré tus encargos mama, de la tienda”. Esa, fue la última vez que la vio con vida. La mencionada tía llega a casa, toca… le grita. Pasan los minutos y le dice a una vecina que sí podría, uno de sus hijos, por la azotea entrar a la casa, pues escucha los aullidos lastimeros del perrito. Así sucede, encuentran a la señora muerta en el patio con una pronunciada mancha de sangre en la cabeza. Acuden las autoridades y personal forense a llevarse el cuerpo; mientras a LucyFer no la localizan. Le tocó ese día estar en bodegas.
Regresa a su casa más tarde y cuando llega se da cuenta del santo mitote. Le informan, llora, se asusta, la citan a declarar, acude, cumple con la reserva de ley y el MP le dice fríamente: “Tiene que ir a la morgue a reconocer el cuerpo”: Las emociones de LucyFer se trepan a la rueda de la fortuna…las emociones estrepitosas corren por la montaña rusa… galopan con látigo sobre un furioso corcel.
Su cerebro tarda en asimilar y adaptarse a su nueva realidad. Por primera vez sintió miedo. Sentada en la fría oficina del ministerio público acepta ir, y le dan un papel sellado para que pueda ingresar al anfiteatro, cita entonces en calles Belén y G. Prieto. Acude a su casa primero, se viste de negro mientras solloza, y siendo las 12:56 de la madrugada en una noche lluviosa se ve a sí misma caminando por los mórbidos y fríos pasillos de la morgue… la recibe un médico patólogo y la hace pasar a una sala amplia con mosaicos y mármol blancos. A la izquierda están dos técnicos con bata blanca “lavando “algo” bajo el chorro de agua” … Extasiada mira a la alta bóveda, respira un aire putrefacto mezclado con formol y mira frente a si… cuatro planchas /pretiles de mosaicos y mármol blancos con cuatro cadáveres de mujeres –recién ingresadas- cubiertas con una sábana blanca. ¿Allí está su madre? Sus amigas enfermeras, con escamochas de por medio, le habían contado las repetidas veces en que habían sido testigos del momento en que un paciente exhala su último respiro: “Hay una ligera convulsión… en otras hay un grito ahogado de infinito dolor… en otras la mirada se hunde hacia atrás y la vida se apaga” ¿Su madre habrá sufrido?
El médico patólogo le hace las preguntas y advertencia obligadas y, después de una pausa empiezan con el primer cuerpo de esa tétrica hilera… LucyFer siente y percibe el olor a muerte… levanta el medico la sabana para dejar ver el rostro… No es, esta mujer fue atropellada. LucyFer le pide al patólogo esperar unos momentos. Su psicología la quiere traicionar y una sensación extraña de temor “empieza a subir” en su integridad física; pues aún no ha visto a su madre. Los movimientos peristálticos del esófago “entran en reversa” lo que induce al vomito… Como sea, LucyFer se aguanta; solo atinó a taparse la boca y nariz.
Levanta el médico la sábana del segundo cuerpo… está de perfil. No es… ella fue estrangulada… y la rigidez post mortem la impresionan. En su rostro quedó dibujado el horror. LucyFer trata de no desvanecerse ante los pútridos y químicos olores del ambiente.
Levanta el médico la sábana del tercer cuerpo… Ella cayó de una considerable altura y en su cuerpo es visible el politraumatismo. Quedó con vida largos segundos antes de morir. Su sufrimiento fue infinito.
¿Dónde está ese gusto por la muerte? ¿No es lo mismo idealizarlo que confrontarlo en su cruda realidad? LucyFer ahora si presa del miedo, se retira, camina alejándose del cuarto cuerpo… sus entrañas le gritan que esa, es su madre y tenía que verla… ¿Qué me pasa? … no es miedo, ¡es terror! ¿Por qué la vida es tan injusta?
El médico patólogo “estaba acostumbrado” a ver ese drama en las personas… ¿Quiere un vaso de agua? ¡No, no no…! deme unos segundos… el patólogo la deja sola. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. Sola a unos metros del cadáver de su madre… silencio absoluto, gira sobre sí misma, LucyFer quería llorar… quería salir corriendo… quería gritar… regresa el patólogo, y le pide se acerque a ver el último cuerpo. Cuando apenas el medico medio levanta la sabana… LucyFer se desmaya. . . . . . . . . . . . . . Despierta asistida por una enfermera y le dice: “se desvaneció… voy por un vaso con jugo, necesita azúcar” Se retira y LucyFer se da cuenta está en los pasillos… sola voltea a su derecha… voltea a su izquierda… nada. Afuera se escucha la lluvia… tupida, fría recordándole que en este día lluvioso falleció su madre. Se levanta, sin conocer el laberinto del hospital civil, camina buscando al médico, y a la primera habitación con la puerta abierta entra… es otra ala de la morgue y ante sí, ve el repugnante drama de los cuerpos descubiertos, abiertos para el estudio forense… con la fuerte tormenta, y el ventarrón ¡la puerta se cierra violentamente! congelada… horrorizada ve esos seres humanos inertes… muertos ¿Qué es la muerte? por fin grita, su grito inunda los pasillos y se acuclilla sobre si misma… ya no pudo soportarlo… sollozos…
Una trabajadora social, una psicóloga la auxilian… respire hondo y cálmese, aquí se quedará con nosotras. Le reportan al patólogo la crisis emocional y que el formulismo de reconocer el cadáver tendrá que esperar unas horas.
Las horas transcurren lentas, como si en el reloj de arena los gránulos se hubieran atorado entre sí, matizando la realidad.
Al día siguiente LucyFer despierta en su casa, a lo lejos escucha el llamado de su madre… confundida y asustada va rápido a la sala y ve a su madre sentada con el rostro demacrado y con una cobija encima cubriéndola… así se queda asombrada por largos segundos. Profundamente confundida mira hacia todos lados, se acerca… y abraza a su madre. No le dice nada, la abraza más fuerte y así, pasan los días… dada su alta resiliencia evitó se le generará un trauma en su psiquis.
En su trabajo de visita una de sus amigas enfermeras le recuerda que el próximo martes tendrán la clase de anatomía… ¿Si vas a ir? ¡Porque te conseguimos un uniforme! LucyFer se queda fijamente mirando a su amiga por laaargos segundos… ¡SI! ¡Allí estaré! Era lunes por la noche, LucyFer en su habitación, una fuerte tormenta, muy inusual azota la ciudad… ¡De pronto se va la luz! Cuando LucyFer sale de su habitación ve a su madre encobijada en la penumbra… su silueta es obvia. Madre… Madre… al acercarse ella por su espalda… Una voz tétrica, ahogada, turbia le dice: “¿Acaso no tuviste suficiente con visitar mis dominios? Una mano huesuda se dibuja en la espalda de su madre… afuera la tormenta enfurece. Otra vez, presa del miedo… un miedo envolvente… profundo… incontrolable.
En 1961 las autoridades develaron un monumento alusivo a la madre, al final lado norte en el corredor del Jardín Industrial Canadá ubicada por la Av. R. Michel. (Esa zona fue demolida para construir edificios de vivienda en los años 90s.) En parte como homenaje también a la muerte de madre e hija en un incendio originado por la caída de un rayo en su vivienda. Se les encontró calcinadas. Se levantan los cuerpos que son trasladados a la morgue sobre unas frías planchas de azulejo y mármol blanco y cubiertas a su vez por sábanas blancas. En uno de los cuerpos, al cuello aún pendía una cadena dorada con el nombre: LucyFer.
Días después de este trágico drama, llega al domicilio por parte de los juzgados la notificación legal aprobando la indemnización por la muerte accidental del padre y esposo acaecido hacía diez años. Ante una casa ennegrecida por el fuego y semi derruida no hubo quien recibiera tal notificación.
Usted, ¿a qué le tiene miedo?
La leyenda del miedo.
Autor: Carlos Martínez Valadez, Julio de 2023.
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Próxima semana: La Sombra…la psiquis femenina.
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