Luis Echeverría Álvarez, quien después llegaría a ser presidente, ordenó alquilar departamentos en Tlatelolco para que fueran ocupados por miembros del Estado Mayor Presidencial, y se le dio la orden al cineasta Servando González de filmar todo lo que iba ocurrir, detalló.
El Batallón Olimpia, que abrió fuego sobre los estudiantes, no era paramilitar, como aseguran algunas versiones, era un batallón regular del Ejército mexicano.
Estudiantes participantes del movimiento fueron acusados de pandillerismo, ataques a las vías de comunicación, uso exclusivo de armas del ejército, homicidio y disolución social. Es decir, acusaron a las víctimas de ser los victimarios.
Muchos fueron encarcelados y después liberados paulatinamente bajo fianza, como una manera de mantenerlos controlados, dejándoles como antecedentes uno o dos delitos.
Es equivocada la versión del político Porfirio Muñoz Ledo, respecto a que hubo una amnistía para ellos por parte de Echeverría.
Armando Martínez Moya, académico del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), detalló que el cineasta Servando González no sabía que iba a filmar una matanza. Estaba asombrado con lo que había sucedido, y decidió no entregar el material al gobierno.
González dio largas a las peticiones de la cinta hasta que optó por entregar su material a la Cineteca de la UNAM, la cual, posteriormente, fue mandada incendiar por el gobierno para acabar con los rollos de la matanza.
Afortunadamente, gran parte de ese material no se quemó, quedando el testimonio histórico grabado, que ya fue restaurado. Actualmente, Los rollos perdidos: el documental incómodo de la matanza del 68 puede encontrarse en el canal de Youtube, indicó.
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