DONATO GUERRA, EL HÉROE JALISCIENSE QUE DEFENDIÓ LA SOBERANÍA NACIONAL
“Bajo el cielo otoñal de octubre y la solemnidad de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, se alzó la voz de la historia para recordar a uno de sus hijos más valientes: el General Donato Guerra”.
Por: Redacción/ TEN/ Región/ Historia
La conmemoración del 193 aniversario natal de este prócer, fue auspiciada por el gobierno municipal de Guadalajara y se convirtió en un vibrante ejercicio de memoria cívica, uniendo a descendientes, militares y funcionarios en torno a la leyenda del militar que murió defendiendo la democracia.
El silencio reverente de la concurrencia fue quebrado por el médico y endocrinólogo Héctor Alfredo Gómez Vidrio, añejo promotor de estas ceremonias. Con la autoridad que le confiere el linaje, el médico dio la semblanza de su bisabuelo, desgranando los hitos de una vida marcada por el patriotismo y el coraje que le caracterizó.
«Donato Guerra nació un 22 de octubre de 1832 en Teocuitatlán de Corona, Jalisco,» rememoró Gómez Vidrio, antes de referirse a su trágico final: «fue cobardemente asesinado el 19 de septiembre de 1876 en Chihuahua.» La crudeza de la muerte sirvió de antesala para pintar el retrato del héroe que la Historia de México reconoce como un «militar valiente, sin tacha y sin miedo y, en los combates, prudente y hábil.»
El general Donato Guerra, cuyo nombre evoca la gesta del México decimonónico, fue fundamental en la defensa de la soberanía. El doctor Gómez Vidrio recordó con especial énfasis la Batalla de «La Coronilla,» librada en Acatlán de Juárez, contra las fuerzas francesas y sus aliados imperiales. El triunfo en aquel campo de batalla tuvo consecuencias monumentales, según el orador: significó que Guadalajara y Jalisco no cayeran bajo el yugo galo. «Gracias a ello,» sentenció Gómez Vidrio, «Jalisco sigue como un estado libre y soberano.»

Pero la trayectoria del estratega no se limitó a la guerra contra el invasor. El año de 1871 lo vio distinguirse en la capital del país, en la Batalla de «La Ciudadela,» sofocando a los sublevados inconformes con la pretendida reelección del presidente Benito Juárez. Este episodio le otorgó un título de honor póstumo que resuena hasta nuestros días: el de «Mártir de la no Reelección.» La semilla de la democracia, la que años más tarde daría vida al lema sufragista, se regó con la sangre de hombres como él. Un sacrificio que el Congreso local reconoció el 20 de enero de 1877 al declararlo «Hijo Benemérito de Jalisco.»
El eco de la disciplina militar llegó con el discurso oficial, a cargo del General en retiro, José de Jesús Ballesteros. El militar rememoró su época como maestro en la Universidad del Ejército y Fuerza Aérea Mexicana, insistiendo en la necesidad de «analizar y reorganizar los contenidos en el sistema educativo, así como en los materiales didácticos, especialmente en historia, geografía y civismo.» El propósito es claro: «Reafirmar el conocimiento nacional, siendo herederos de un sacrificio que buscó la reconstrucción y reafirmación de nuestra Patria.» El General Ballesteros instó a la concurrencia a honrar ese legado «siendo buenos ciudadanos, respetando el seno familiar tendiendo a la constante reconstrucción de México y Jalisco.»
Cerrando la emotiva jornada, el representante del gobierno de Jalisco, Francisco Ramírez Salcido, ponderó la personalidad, el patriotismo y la entrega incondicional del General Donato Guerra.
La ceremonia concluyó, pero el espíritu del «Mártir de la no Reelección» permaneció suspendido en el aire de la Rotonda. Su vida, que comenzó en un humilde municipio jalisciense y culminó en un asesinato político, es un recordatorio imperecedero de que la libertad y la soberanía son conquistas que exigen valentía, y que la historia, como la Rotonda, es el lugar donde los héroes esperan, no el olvido, sino la memoria activa de sus herederos.

