RED DELINCUENCIAL OPERÓ COMPRANDO AUTORIDADES EN MICHOACÁN: HARFUCH
Por: Redacción/ TEN/ Parte Policíaco
En un presunto mensaje transmitido por YouTube que circula en redes sociales, el Secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar Hamid García Harfuch emitió este explosivo mensaje:
Hace 48 horas les dije quién mató a Carlos Manzo.
Hoy tengo que revelarles algo peor: ¿quiénes deliberadamente lo dejaron morir? Esta madrugada terminamos de cruzar testimonios de 143 testigos con confesiones de sicarios detenidos.
Los 14 guardaespaldas de Guardia Nacional se apartaron deliberadamente siguiendo órdenes del gobernador Ramírez Bedoya de no asfixiarlo, permitiendo que Osvaldo el Cuate Gutiérrez, familiar directo de operadores del CJNG, lo ejecutara tras merodear 30 minutos sin ser cuestionado.
Y cuando civiles sometieron al sicario, un escolta lo ejecutó en la cabeza para silenciarlo. Cuando tienes 14 guardaespaldas y ninguno te salva, alguien muy arriba dio orden de no salvarte. Osvaldo el Cuate Gutiérrez es originario de Apatzingán, mismo municipio donde 11 días antes ejecutaron a Bernardo Bravo, otro alcalde que combatía extorsión del CJNG. Pero lo explosivo es su conexión.
El Cuate es sobrino del Prángana, operador directo de los hermanos Ramón y Rafael Álvarez Ayala, R1 y R2. En septiembre de 2012, Defensa los detuvo como segundo y tercer hombre del Cártel Jalisco. R1 era el segundo después del Mencho, R2 era su lugarteniente. Rafael Álvarez confesó que recibía órdenes directas del Mencho para enviar drogas sintéticas a Estados Unidos.
La cadena es clara: el Mencho ordenó personalmente la venganza por exhibir al Rino en calzones. Esa orden bajó a R1 y R2, ellos la dieron a el Prángana, y el Prángana eligió a su propio sobrino, el Cuate. No contrataron sicario externo, mandaron familia de confianza, porque si el Cuate caía vivo y hablaba bajo interrogatorio delataría no solo al CJNG, sino a los escoltas federales que cobraron para apartarse, y eso significaría que el gobernador Ramírez Bedoya quedaría expuesto por dar órdenes que permitieron deliberadamente el asesinato.
Los 143 testigos coinciden: primero de noviembre, 7:40 de la noche, 20 minutos antes del ataque, Manso recorría altares con Dylan de 4 años en brazos. 22 testigos vieron cómo los 14 elementos comenzaron a alejarse uno por uno. No fue reposicionamiento, fue retiro calculado.
Primero dos guardias se alejaron a la derecha, luego tres a la izquierda, después cuatro más hacia atrás, uno por uno, hasta que el perímetro quedó vacío.
Un testigo declaró: «Los guardias se apartaban como si tuvieran orden de dejarlo solo. Caminaban hacia atrás y se quedaban lejos.»
Otro: «El presidente estaba completamente solo, no había perímetro visible.» Y mientras se alejaban, el Cuate ya estaba dentro. Durante 20 a 30 minutos dio varias vueltas alrededor de los altares, posicionándose, midiendo distancias. 17 testigos vieron a un hombre de sudadera blanca merodeando, nervioso, tocándose la cintura donde llevaba el arma, sudando, actuaba bajo efectos de drogas.
Un testigo declaró: «Ese tipo estaba claramente drogado, se veía en sus ojos, en cómo no dejaba de tocarse la cintura. Cualquiera sabía que algo malo iba a pasar.» Cualquier escolta detecta un sujeto así en 30 segundos, un tipo drogado merodeando media hora, pero ninguno lo cuestionó, le dieron campo libre.
A las 8:10 llegó el momento. Una familia pidió fotografía, Manzo se agachó con Dylan en su cuello, el Cuate se abrió paso, sacó su pistola de 9 mm y disparó siete veces a quemarropa. Manzo sintió los impactos desgarrando su pecho, trató desesperadamente de proteger a Dylan, pero sus piernas cedieron y ambos cayeron violentamente sobre las velas encendidas. Dylan quedó empapado con la sangre caliente de su padre que le brotaba del pecho sobre su camisa blanca. El niño gritaba «¡Papá, papá, papá!» desgarradoramente, sin comprender por qué su padre ya no respondía, por qué solo salía sangre espesa de su boca, por qué la gente corría aterrorizada entre alaridos mientras las detonaciones aún retumbaban.

Los 14 elementos no estaban en posición de interceptar, estaban demasiado lejos porque les ordenaron apartarse. El Cuate disparó y corrió.
Los escoltas reaccionaron, pero no fueron ellos quienes lo detuvieron. Fue la multitud civil, ciudadanos desarmados, lo alcanzaron, lo tiraron, lo golpearon, lo sometieron. 54 testigos lo vieron.
El Cuate estaba desarmado, boca abajo, manos inmovilizadas. Estaba vivo, consciente, podía confesar quién le dio órdenes, quién facilitó acceso, quién de los escoltas cobró para apartarse. Entonces, un elemento de Guardia Nacional se acercó con su arma. El sicario estaba controlado por civiles, no representaba amenaza, era la prueba viva más valiosa, y el escolta le disparó en la cabeza y lo ejecutó frente a testigos. 28 personas lo presenciaron. Una señora: «Lo mató cuando ya estaba controlado, ya no era peligro.»
Un hombre: «Todos gritamos que no lo matara, que lo entregara vivo, pero le disparó.» Pero hay detalles todavía más perturbadores. Varios testigos declararon que la escolta que ejecutó al Cuate se acercó caminando con absoluta calma, sin prisa, como si tuviera orden clara de lo que iba a hacer.
Un testigo declaró: «El guardia llegó, miró al tipo en el suelo, sacó su arma y le disparó en la cabeza sin decir una sola palabra, como si fuera parte del plan desde el principio.» Otro testigo: «Varios de nosotros le gritamos que no lo matara, que era evidencia, que tenía que hablar, pero el guardia ni siquiera volteó a vernos, simplemente apuntó y disparó.» Y lo más grave: los otros 13 escoltas que estaban cerca presenciaron esa ejecución sumaria y ninguno intervino, ninguno detuvo a su compañero, ninguno cuestionó por qué estaba ejecutando a un sicario ya neutralizado.
Simplemente miraron como si todos supieran que ese sicario no podía llegar vivo a ningún interrogatorio, porque su confesión delataría demasiada gente poderosa. ¿Por qué ejecutas a un sicario neutralizado? Para que no hable, para que no diga nombres, para que no señale cuál escolta cobró del CJNG, para que no revele quién filtró información. El Cuate muerto no delata a nadie.
Cinco preguntas que nadie quiere responder: Primera, ¿dónde estaban los 14 elementos durante el ataque? Yo declaré que Manso tenía 14 efectivos asignados desde diciembre, pero 143 testigos coinciden: no vimos operativo visible, no había perímetro, Manzo estaba solo. Alguien miente. Segunda, ¿cómo pudo el Cuate merodear 30 minutos sin ser detectado? Un sujeto drogado, nervioso, tocándose la cintura, pero tuvo todo el tiempo para prepararse, elegir ángulo, esperar el instante preciso. Le dieron campo libre, no fue fallo, fue cumplimiento de órdenes de no intervenir.
Tercera, ¿por qué los escoltas se alejaron justo cuando Manzo recorría los altares más apartados? 22 testigos vieron cómo se retiraban sistemáticamente cuando Manzo estaba más vulnerable, lejos de salidas, con su hijo en brazos. La sincronización es demasiado perfecta. Recibieron orden de apartarse. ¿Quién la dio?
Cuarta, ¿quién ordenó ejecutar al sicario cuando estaba sometido? El Cuate estaba desarmado, controlado, podía confesar todo, y una escolta lo ejecutó frente a testigos. ¿Decisión espontánea o cumplimiento de orden de silenciarlo?

Quinta, los 35,000 pesos detectados en depósitos eran solo para información, 20,000 tres días antes, 15,000 al día siguiente, en cuentas de personas con acceso a la agenda.
Pero eso era solo pago por filtrar horarios. La pregunta real es ¿cuánto pagó el CJNG a los escoltas federales que se apartaron y cuánto de ese dinero llegó hasta el escritorio del gobernador Ramírez Bedoya?
Porque cuando das órdenes de protección laxa que coinciden perfectamente con lo que el cártel necesitaba para ejecutar a Manzo, cuando esas órdenes permiten que sicarios merodeen 30 minutos sin ser detenidos y cuando escoltas federales que tú personalmente elegiste resultan haber cobrado del narco, eso deja de ser coincidencia. Y déjenme darles datos concretos que estamos rastreando ahora mismo.
Un escolta de los 14 asignados a Manzo ganaba oficialmente 15,000 pesos mensuales. 3 días antes del asesinato aparecieron 50,000 pesos en efectivo depositados en su cuenta desde un cajero de Apatzingán, mismo municipio de origen del Cuate.
Otro escolta ganaba 17,000 mensuales, dos días antes del ataque recibió una transferencia de 75,000 pesos desde una cuenta registrada en Guadalajara que ya identificamos como lavado de dinero del CJNG.
Ya tenemos los videos de los cajeros, ya identificamos a las personas que hicieron esos depósitos y estamos rastreando si esas mismas redes de lavado tienen vínculos con cuentas del gabinete de seguridad del gobierno estatal de Michoacán. Porque cuando un escolta federal gana 15,000 al mes y de repente tiene 100,000 en su cuenta justo antes de que su protegido sea ejecutado mientras él miraba hacia otro lado, eso no es ahorro, eso es pago por traición.
Traición coordinada desde Guardia Nacional y alguien en el gobierno estatal dio órdenes superiores que le hicieron posible. Alfredo Ramírez Bedoya, gobernador de Michoacán. Semanas antes del asesinato, circuló un video. El gobernador se acerca a Manzo en evento público, lo abraza sonriendo: «¿Qué pasó, presidente? ¿Cómo has estado?». Manzo, serio: «Aquí andamos». Ramírez Bedoya: «Oye, ¿y cuántos has abatido últimamente?». Manzo, incómodo: «Pues varios ya». El gobernador insiste, riéndose: «No, pero en serio, ¿a cuántos has abatido tú personalmente?». Manzo: «Hemos intervenido en coordinación con el Ejército, todo institucional». Ramírez Bedoya se ríe: «Ay, no, presidente, cosa seria». Manzo, molesto: «Claro que es cosa seria, por supuesto que es muy seria».
Ese video es evidencia de menosprecio. Mientras Ramírez Bedoya preguntaba sonriente cuántos había abatido como si discutiera fútbol, Manzo recibía amenazas reales del CJNG como venganza por exhibir el Rino. Mientras el gobernador minimizaba con risas, el alcalde pedía refuerzos porque sabía que el cártel iba a matarlo. Pero hay algo más grave.
Fuentes dentro de Guardia Nacional confirmaron: Ramírez Bedoya coordinó personalmente la asignación de los 14 elementos que protegerían a Manzo. Él fue el enlace entre el municipio y autoridades federales. Él participó en reuniones donde se decidió cuántos efectivos, qué elementos, bajo qué protocolos. Cuando Manzo pedía refuerzos, pasaban por el gobernador. Manzo le advirtió múltiples veces que las amenazas del CJNG eran reales y graves, le dijo: «Sé que van a matarme en evento público, necesito protección reforzada». Pero el gobernador minimizó esas advertencias, las trató como exageraciones de alcalde dramático. Y fuentes confirmaron que hubo orden verbal desde coordinación estatal a los 14 elementos.
La instrucción: «El alcalde Manzo exagera las amenazas, es muy dramático. No lo traten como presidente de la República, déjenlo moverse con libertad, no restrinjan sus movimientos ni limiten su contacto con la gente, que no se sienta acorralado, déjenlo convivir naturalmente.» Esa orden vino de la estructura de Ramírez Bedoya. No fue decisión de escoltas, fue cumplimiento del lineamiento superior.
Los 14 que se apartaron no desobedecían, seguían órdenes al pie de la letra. Les dijeron: «No asfixien al alcalde, déjenlo moverse libre». Y eso hicieron, se apartaron, le dieron espacio, y en ese espacio entró el Cuate con su pistola y vació el cargador en el pecho de Manzo. Pero hay algo que tengo que mencionar porque explica por qué fue tan fácil infiltrar y comprar elementos de seguridad. Semanas antes del asesinato, Manzo tuvo conflictos violentos con policías locales y estatales. Circuló un video donde convocó a policías municipales que se manifestaron públicamente, los regañó duramente y varios le contestaron agresivamente. Uno le gritó que él no lo había puesto ahí.
Pero hay otro video todavía más explosivo. Manzo tuvo un altercado físico con un elemento de la Guardia Civil estatal y le soltó una cachetada en plena cara frente a todos. Ese video circuló durante semanas en todos los grupos de WhatsApp de corporaciones policiales de Michoacán. La humillación para ese elemento fue brutal y pública. Y cuando alguien del Cártel Jalisco vio ese video, identificó al policía humillado, lo buscó personalmente y le ofreció 20,000 pesos. Estaría Manzo el primero de noviembre.
Cuando hay elementos resentidos, públicamente humillados, con deudas, el crimen organizado no necesita convencer demasiado, solo necesita encontrar un traidor y con ese único traidor consiguieron la información crítica que después se convirtió en siete disparos mortales. Pero esos conflictos eran con policías locales y estatales, los 14 guardias federales que fallaron no tenían ese historial.
Ellos fallaron porque obedecieron órdenes del gobernador de protección laxa y porque algunos cobraron dinero del CJNG directamente.
La pregunta, ¿eso fue incompetencia o complicidad? Porque cuando personalmente eliges guardaespaldas, cuando alguien te advierte que lo van a matar en evento público, cuando minimizas advertencias tratándolas como exageraciones, cuando das instrucciones de no proteger de verdad, sino protección simbólica laxa, cuando permites que se aparten y cuando finalmente lo matan exactamente como advirtió en el tipo de evento que mencionó, eso deja de ser negligencia, eso tiene otro nombre. La reacción en el funeral confirmó que la calle entera ya había llegado a esa conclusión. Cuando Ramírez Bedoya apareció en la puerta de la funeraria, explotó la furia contenida. Cientos de voces gritaban al unísono: «¡Asesino, asesino! ¡Tú lo entregaste! ¡Vendiste a Manso al narco, cobarde! ¿Cuánto te pagó el CJNG? ¿Cuántos alcaldes más vas a entregar, gobernador? ¡Toda tu familia debería estar en prisión!». Una señora se le plantó enfrente con lágrimas: «Tú lo dejaste solo, gobernador, tú permitiste que lo mataran cuando pidió ayuda. Tú sabías exactamente lo que iba a pasar. Dime cuánto te pagaron por su cabeza». Un hombre le aventó flores a sus pies: «Esto es lo único que mereces, traidor. Flores para todos los muertos que has entregado uno por uno. Flores para los siete alcaldes que caen mientras tú sigues libre». Otro hombre se abrió paso: «Tú diste las órdenes para que los guardias se apartaran. Todo Michoacán lo sabe, el CJNG opera con tu protección». Una mujer joven con bebé: «Mi primo era policía y le dijeron que tú ordenaste protección laxa, que dejaran a Manzo vulnerable para que el narco lo alcanzara. ¿Cuánto cobras por cada alcalde que entregas?». Ramírez Bedoya tuvo que casi correr hacia su camioneta blindada rodeado por 20 escoltas armados mientras cientos lo insultaban. Lo expulsaron del funeral, acusándolo de complicidad con el CJNG.
Y Manzo no fue el primer alcalde asesinado bajo Ramírez Bedoya, fue el séptimo en menos de 3 años: Enrique Velázquez de Aguililla, muerto con tortura; César Valencia, también de Aguililla, emboscado en su camioneta; Guillermo Torres de Churumuco, ejecutado en taquería de Morelia; Yolanda Sánchez de Cotija, secuestrada y asesinada; Marta Laura Mendoza de Tepalcatepec, atacada en su casa; Salvador Bastida de Tacámbaro, asesinado con su escolta, y ahora Manzo con su hijo en brazos. Siete alcaldes bajo el mismo gobernador, Siete.
La pregunta que arde en todo Michoacán es ¿cuántos más vas a entregar, Ramírez Bedoya? ¿Cuántos alcaldes más tienen que morir bajo tu gobierno antes de que alguien investigue tus vínculos con el CJNG? ¿En cuántos de esos siete casos diste órdenes similares de protección laxa? ¿En cuántos minimizaste advertencias para facilitar que el narco los alcanzara? ¿En cuántos les dijiste a guardias que no asfixiaran a los alcaldes para que el cártel tuviera campo libre? Porque siete alcaldes en 3 años bajo un gobernador que coordina esquemas de protección no es mala suerte ni incompetencia, es patrón criminal sistemático, es evidencia de que estás entregando alcaldes al crimen organizado deliberadamente, ya sea por dinero, por miedo o por complicidad directa. Y 11 días antes de asesinar a Manzo, ejecutaron a Bernardo Bravo en Apatzingán, mismo estado, misma denuncia de extorsión del CJNG, mismo método: en evento público. También sus escoltas se apartaron por órdenes del gobernador, también le dio protección laxa. Entre Bravo y Manzo, 11 días.
11 días donde el gobernador pudo revisar protocolos, depurar escoltas comprometidos, modificar estrategias. ¿Qué hizo? Nada. Mataron a Bravo y siguió igual, 11 días después mataron a Manzo con el mismo patrón. Si conocen otros casos de alcaldes amenazados o tienen información sobre infiltración en seguridad, compartan esta información para que más personas conozcan estos patrones.
Pero Manzo sí pidió ayuda, le pidió auxilio seis veces de manera documentada. Primer llamado en septiembre, después de detener al Rino: «Necesitamos urgencia extrema, presencia del Ejército y Guardia Nacional porque recibimos amenazas directas del crimen organizado».
Segundo llamado una semana después, cuando declaró código rojo y canceló Fiestas Patrias porque atacaron a sus policías: «Hacemos llamada urgente para que respalden a Uruapan con toda la fuerza del Estado porque no podemos solos».
Tercer llamado, primera semana de octubre, solicitando armamento pesado para sus policías, pidiendo ametralladoras minimí.
Cuarto llamado, 8 de octubre, 24 días antes de morir: «No dejen solo a Uruapan en combate de delitos federales».
Quinto llamado, a mediados de octubre, pidiendo que no retiraran los pocos elementos desplegados. Y el sexto fue el más desgarrador: tres semanas antes de morir: «No quiero ser un presidente municipal más de la lista de ejecutados. No quiero que la policía municipal siga siendo estadística». Seis súplicas desesperadas documentadas y la respuesta fue mandar 14 elementos que obedecieron órdenes del gobernador de apartarse.
Ahora, la cadena completa del crimen: Nivel 1, el Mencho ordenó personalmente la venganza por exhibir al Rino en calzones.
En la lógica del narcotráfico esas humillaciones públicas no se perdonan, no es decisión regional, es orden de cúpula con todo el respaldo del cártel. Nivel 2, la orden bajó a R1 y R2, hermanos identificados en 2012 como segundo y tercer hombre del CJNG. R1 recibía órdenes directas del Mencho para drogas a Estados Unidos. Estos hermanos son estructura de confianza absoluta, ellos coordinaron toda la operación de venganza. Nivel 3, R1 y R2 transmitieron la orden a, el Prángana, operador de alto nivel en Uruapan y Apatzingán. Él coordina extorsiones a aguacateros, controla células de sicarios, administra casas de seguridad. Él diseñó específicamente cómo se ejecutaría el ataque, él eligió momento, lugar, sicario. Nivel 4, el Prángana no contrató sicario externo, eligió a su propio sobrino, el Cuate, es familiar directo, es familia de sangre dentro de la estructura.
El operativo era tan delicado que necesitaban alguien de absoluta confianza, alguien que no fallara, alguien dispuesto a morir o ser detenido sin hablar. Por eso eligieron al Cuate, porque era familia, porque lo conocían desde niño, porque sabían que cumpliría hasta las últimas consecuencias. Nivel 5, los facilitadores internos. Pero el Cuate no pudo ejecutar el ataque solo. Alguien le filtró información detallada, alguien le confirmó horarios exactos, alguien le dijo que el alcalde estaría sin chaleco, alguien le avisó que sería evento familiar masivo. Y algunos de los 14 elementos recibieron dinero o instrucciones del gobernador de apartarse. Por eso uno ejecutó a el Cuate cuando estaba sometido para silenciar la única prueba viva que podía delatar a todos los traidores.
Los números del crimen: 50,000 pesos a los tres sicarios del operativo, 35,000 adicionales a filtradores que dieron ubicación exacta, 20,000 tres días antes y 15,000 al día siguiente. Ya rastreamos esos movimientos, ya identificamos a las personas, pero falta lo más importante: ¿cuánto más pagaron a escoltas que se apartaron? ¿Cuántos de los 14 cobraron? 50,000 por cabeza, 100,000, 200,000.
Para el CJNG que extorsiona decenas de millones mensuales en aguacate, comprar guardaespaldas federales son centavos insignificantes. Y eso explica por qué un escolta ejecutó al sicario para protegerse, porque si el Cuate confesaba nombres bajo interrogatorio, todos los guardias comprometidos caerían detenidos por complicidad en homicidio calificado. Y hay otro elemento: la pistola de 9 mm que usó el Cuate no era nueva, ya tenía historial criminal en operaciones del CJNG. El 17 de septiembre esa pistola ejecutó a dos personas apodadas Hommi y Águila en Caltzontzín.
En octubre apareció en operativo de Huertas donde hubo enfrentamiento, el primero de noviembre mató a Manzo. Misma arma en tres operativos del cártel. Eso confirma que no fue ataque improvisado, fue venganza planificada desde agosto, desde que Manzo exhibió a El Rino.
En 48 horas vamos por todos. Ya identificamos al Cuate y su red familiar, ya sabemos quiénes son el Prángana, R1 y R2. Ya tenemos a los dos sicarios cómplices confesando.
También vamos por traidores internos. Ya identificamos al elemento que recibió 20,000 tres días antes, ya tenemos al otro que recibió 15,000. Ya sabemos quién mandó el mensaje 2 horas antes confirmando que Manzo iba sin chaleco y con su hijo. Y sabemos cuáles escoltas de Guardia Nacional cobraron para apartarse. Ya rastreamos transferencias sospechosas, ya identificamos depósitos sin justificación, ya tenemos videos de cajeros donde los hicieron.
En 48 horas caen por complicidad en homicidio calificado. Van a enfrentar los mismos cargos que si hubieran jalado el gatillo, porque filtrar información al cártel, cobrar dinero para apartarse cuando atacan y ejecutar al sicario para silenciarlo, no son fallos de protocolo, son actos criminales que facilitan homicidio y se castigan igual que apretar el gatillo. Ya identifiqué completamente a Osvaldo el Cuate Gutiérrez y su red. Ya sé quiénes son el Prángana, R1 y R2 y cómo operan. Ya sé cuáles escoltas cobraron para apartarse. Ya sé quién dio orden de ejecutar al sicario. Ya sé que el gobernador Ramírez Bedoya dio instrucciones verbales de protección laxa que permitieron todo. Ya sé cuánto pagó el CJNG por cada traidor y en 48 horas caen todos: el operador, los escoltas traidores, los que filtraron, los que cobraron, todos. Porque esto no fue fallo de seguridad, esto fue entrega coordinada y las entregas se castigan como complicidad en homicidio.
Pero hay una pregunta que me quita el sueño: ¿El gobernador Ramírez Bedoya dio esa orden de protección laxa por simple incompetencia o sabía exactamente lo que iba a pasar? ¿O hay algo todavía más oscuro? ¿Tiene vínculos directos con el CJNG? ¿Le pagan por entregar alcaldes? ¿Por eso siete han caído bajo su gobierno? Porque cuando le dices a 14 guardaespaldas que no protejan de verdad a un hombre que sabe que lo van a matar, cuando esas órdenes coinciden perfectamente con lo que el cártel necesitaba, cuando escoltas que tú elegiste resultan haber cobrado del narco, cuando tu estado tiene siete alcaldes ejecutados en 3 años y cuando lo matan exactamente como advirtió, eso deja de ser negligencia, eso es complicidad criminal, eso es entregar deliberadamente autoridades al crimen organizado. Y la única pregunta que queda es, ¿lo haces por dinero, por miedo o directamente trabajas para ellos? Dylan, ese niño de 4 años con la camisa empapada de sangre de su papá, va a saber toda la verdad. Va a saber que, el Cuate jaló el gatillo, va a saber que escoltas cobraron para apartarse, va a saber que el gobernador dio órdenes de no proteger de verdad y va a saber que su papá murió no porque el CJNG fuera más fuerte, sino porque quienes juraron protegerlo lo traicionaron mientras cobraban del narco o seguían órdenes criminales del gobernador. 50,000 pesos costó comprar a los sicarios, 35,000 costó comprar la información.
¿Cuánto costó comprar a los guardaespaldas que se apartaron? ¿Cuánto costó la orden del gobernador que los hizo apartarse? Esas preguntas vamos a responder, porque los traidores no solo visten sudadera blanca y disparan 9 mm, también visten uniforme de Guardia Nacional y obedecen órdenes de gobernadores, y todos van a pagar.
