Nuestro glorioso Ejército Mexicano ha escrito páginas de oro en la Historia; gloriosas batallas como la de puebla en 1862, la intervención del escuadrón aéreo 201 en la segunda guerra mundial, la defensa heroica en Veracruz durante las invasiones francesa y norteamericana, la defensa del Castillo de Chapultepec y no solo en el campo de batalla bélico, sino en la batalla contra los fenómenos de la naturaleza, la siempre eficaz y sacrificada ayuda a los damnificados por desastres naturales cuando se implemente el Plan DN3.
El Ejército merece un tratamiento muy especial por todos nosotros, donde debemos reconocer su honor, su espíritu de sacrificio, su enorme disciplina y absoluta entrega.
El General Manuel Ávila Camacho fue el último general que ocupó la más alta Magistratura del País, recibiéndola de otro ilustre castrense el general Lázaro Cárdenas, para ceder la estafeta a un Presidente Civil, Miguel Alemán Valdés y hasta la fecha han sido Titulares del Poder Ejecutivo solo Civiles a quienes se les ha conferido el grado distinguido y absoluto de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas aun y cuando no pertenezca a la élite del Ejército.
Hoy el ejército enfrenta un abierto y enorme desafío. El debido respeto a la institucionalidad y obediencia que le merece su Comandante Supremo y el tener que soportar la serie de humillaciones y vejaciones de manos de los delincuentes que se han apoderado de una buena parte del País.
En Veracruz, Tamaulipas, Guanajuato, Michoacán, Jalisco, Zacatecas, Sonora, Chiapas, Tabasco, donde quiera vemos escenas absolutamente reprobables en los que el ejército tiene que replegarse, tiene que permanecer en silencio y ya no solo sin repeler agresiones sino aguantando a pie firme aquellas de que es víctima, y todo porque la estructura militar exige sobre todo disciplina.