¿A DÓNDE VA LO QUE DEJAMOS DE SENTIR?
La neurociencia nos explica que las emociones no desaparecen sin más; dejan huellas en el cerebro, senderos de sinapsis que una vez se encendieron y pueden volver a iluminarse. Aquello que dejamos de sentir puede dormir, pero rara vez muere por completo.
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