El común de las personas tienden a asignarle una explicación romántica sobre el sentido de la vida, a la vida y… no es así. Cuando la gente a través de su sistema sensorial percibe todas aquellas situaciones; todas aquellas personas, todas aquellas experiencias que le envuelven placer, guiados por una lógica torcida, creen que la vida tiene también un sentido fundado en el placer lúdico o sexual o en una capciosa esperanza de que las cosas y la existencia tenderán a mejorar; viviendo en un engaño permanente… en una ilusión. La realidad es, que cada segundo se hacen malabares para mantener las cosas, las personas, y las situaciones a niveles de satisfacción personal. Lo anterior es un acto oneroso que nos desgasta y eso es cuento de nunca acabar. Y hay personas que sin esforzarse mínimamente obtienen satisfactoriamente todo de la vida sin merecerlo, lo cual visibiliza una injusticia moral; ya que, por lo común, estos especímenes se jactan, se burlan, humillan y exudan una prepotencia bastante pestilente.
La respuesta a cuál es el sentido de la vida lo sabrá si lee hasta el final.
Habrá quien encuentre en su dogma, en sus creencias religiosas la justificación a la vida y a sus misterios, pero solo son eso; creencias que de manera egoísta satisface sólo a la persona con su fe, dejando a su suerte a quien verdaderamente sufre. Las religiones –todas- son invención del hombre para subordinar al hombre y lo aquí escrito no sostiene su narrativa en amonestaciones religiosas de ninguna índole. El sentido de nuestra existencia se fundamenta en la realidad cruda, tangible y visible a nuestras limitaciones. La mayoría de la gente, envuelve en papel celofán tal crudeza, para no verlo y seguir soñando.
La vida está diseñada para descubrirse
Desde que el ser humano deambula sobre la faz de la tierra, el mundo que lo circunda le es desconocido. A medida que, en su convivencia con el entorno, las cosas, los fenómenos y el resto de sus semejantes le inciden familiaridad va aprendiendo y adaptándose; pero a lo largo de su vida así sean 3 o 99 años no deja de descubrir y descubrir es la constante en nuestra existencia. La vida está diseñada así, a menos que no haya habido otra alternativa.
Si así fuera, se nacería con un despliegue de conocimientos y su ulterior dominio (innatismo). Pero ¿Cómo sería una vida sin nada que descubrir? ¿Evolucionaria igual? ¿La progresión humana sería más rápida y por ende ya estaríamos viviendo ahora, los avances equivalentes al siglo XXV? pues habría un avance acelerado, continuo y asertivo… sin retrocesos. Por elemental “sabiduría” sabríamos quien diseñó a la especie. ¿Y el saber su identidad le daría razón, motivo y sentido a la vida?
¿Y si supiéramos el sentido de la vida nos gustaría vivirla?
Al no haber retrocesos, paradójicamente, la humanidad ya se habría extinguido; la vida se diseñó para descubrirla porque al descubrir por etapas de ensayo y error, propicia que el tiempo se extienda tal y como hasta ahora sabemos, en millones de años.
La leyenda de la vida
Hace siete millones de años, en algún lugar inhóspito sin vida, desértico… las piedras se apilan y el polvo se desplaza según los caprichos del viento. En otra parte de la esfera, el mar existe densamente salina, sin vida. Las corrientes marinas delinean, dibujan un contorno que en un futuro muy lejano propiciara una dinámica útil a la palpitante manifestación biológica. El calor, el frío y las vibraciones propias de la física, el electromagnetismo y la luz toman su lugar como piezas de rompecabezas magnificando mágicamente el equilibrio en la naciente naturaleza; madre naturaleza que al paso del tiempo dará alojamiento a la especie humana.
Cuenta la leyenda que la creación de la vida humana, y por extensión el resto de los seres vivos “que acompañan” al hombre, tuvo o tiene una poderosa o imperativa razón como para que trillones de toneladas de material terroso, miles de millones de metros cúbicos etéreos, cientos de miles de millones de galones de agua, combinación y equilibrio de elementos químicos tóxicos y benignos, adecuación de condiciones, sustento y flujo de las sinergias que propicien el surgimiento y concreción de todo lo que conocemos y existe en nuestro mundo y en nuestra vida sea y haya sido solo un medio para lograr un fin específico, cuya esencia sea tan omnipresente, descomunal y determinante como para que, al parecer justifique toda esta dinámica imposible de medir. La cual fue concebida –La vida- por necesidad hace cinco o seis millones de años.
La necesidad fue tal, que anuló la certidumbre en el naciente género humano de que pudiese conocer algo acerca de su origen. Cuando se diseñó a la especie humana, se consideró que tuviera cierta autonomía de pensamiento con la finalidad de escudriñar su entorno e intentar develar el misterio de su origen. Al procesar el humano esta incógnita estará abierto a aceptar todo tipo de retórica, mitos y falsedades –religiones-, propiciando así que gran porcentaje de la población en el mundo y desde siempre; el género evolucione en una eterna ignorancia respecto al porqué de su existencia.
En los siglos que llevamos de historia humana, según la leyenda, existe un guión que exhibe la creación, desenvolvimiento y actualización de la existencia como un ente perceptible que nos reduce a una frase evocativa conocida: “la vida es como debe ser”.
Evocativa porque ya estaba predeterminada. El tiempo, fenómeno unidireccional que solo avanza en una dirección propicia el advenimiento de la vida… la vida es un manto que envuelve todo lo existente; la materia inerte se impregna de esta alusión y surgen palpitaciones diversificadas que a su vez son envueltas en leyes –no asequibles al entendimiento- que derivan en morfología y capacidad sensorial: La vegetación, los insectos, los animales, la especie humana y la vida microscópica ha surgido así obedeciendo a una única intención: Concatenación… o extenderse en el tiempo “para llegar al otro extremo”.
Cuenta la leyenda que la existencia es como estar en el margen de un río y hacer el intento de llegar a la otra orilla… nadando, o a través de un puente. El tiempo es el puente… y así como inició; así terminará.
Los seres humanos somos entes con conciencia, vulnerables y desechables. El valor de nuestra especie radica en la reproducción demográfica donde la dualidad “vida-muerte” crea las generaciones; las generaciones son “los ladrillos” del puente. El grado de consciencia en las personas, determinará su posición en nuestra especie.
¿Qué hay al otro lado del tiempo, o hacia dónde vamos? Esa es una de las cuestiones que no deseo compartir… pero, allí radica el sentido de la vida.
Mientras todo esto sucede a cada segundo, la susceptibilidad nos induce a matizar el sentido de la vida desde el lado optimista de nuestra conciencia… es decir, bajo una óptica de ingenuidad.
Vivimos en un organismo confinado en nuestro cuerpo que se rige por detonantes dictadas desde el cerebro en donde reside el pensamiento, el discernimiento y nuestra capacidad de juicio, dividido a su vez, en respuesta autónoma y en entidad consciente asignados como unidades únicas: “personas”…como personas no tenemos control de nuestro organismo; y nuestra mente recibe directrices de algún fenómeno que desconocemos. Ningún ser humano puede sustraerse de esta realidad. Tenemos las mismas necesidades; somos igualmente vulnerables; con variables limitaciones y la misma profunda ignorancia acerca de si mismos.
Estabilidad, amor, fortuna, salud, juventud… son abstracciones que un porcentaje mínimo de los miles de millones de habitantes en nuestro mundo viven en plenitud. La pregunta al sentido de la vida es un cliché obligado que circula en el universo de temas que orbitan en nuestra sociedad y que se explota por unos cuantos, en vanos aires de filosofía barata… y de unos cuantos –likes- en la red.
Si ha llegado en su lectura hasta aquí, la invito… lo invito a que refute alguna de las siguientes verdades:
Las injusticias son parte “necesaria” de la vida como el aire que respiramos. Las enfermedades son la antítesis del dualismo versus salud y jamás serán erradicadas. La pobreza es el detonante permanente para que las economías del mundo se mantengan activas. La muerte es el causal del equilibrio demográfico a nuestro vapuleado planeta. Nuestra especie es bivalente y es un dogma… Aun así, la mujer es denostada, desvalorizada, ninguneada y sacrificada en aras de mantener los cánones patriarcales que rigen en la actualidad. ¿Así de equilibrado el sentido de la vida?
Si usted, apreciada lectora…atento lector se preocupara por profundizar culturalmente en nuestra idiosincrasia y la naturaleza humana; encontraría que -su existencia- tiene sobrados motivos para ocupar espacio, respirar el mismo aire y emitir una opinión. Encontraría que su grado de alerta está muy por encima del resto de las personas, lo que le daría… sentido a la vida. Millones de libros escritos sobre filosofía, antropología, religión, psicología, mística etc… no le dicen quién eres y qué haces aquí. La respuesta latente está en otra parte; visible, actual… Los prejuicios, el fanatismo y la ortodoxia impiden que la vida tenga sentido.
¿Cuál es el sentido de la vida?
Autor: Carlos Martínez Valadez, febrero de 2023.
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