DE LA SOBREINTERPRETACIÓN Y DISIDENCIAS
Pedro Valderrama publica en su muro de Facebook SOBRE “INVESTIGADORES” Y SUEÑOS GUAJIROS como respuesta a un comentario que realizó la maestra Rosario Orozco en una intervención realizada en el marco de La Otra Fil.
Me llamó la atención la naturaleza de ese texto de Valderrama que parece ofendido por tal comentario y que, desde mi perspectiva, merece unas observaciones, a pesar de que la maestra dice no tener más que decir al respecto: lo dicho, dicho está.
Así que sin más preámbulos diré que al empezar a leer el texto de Valderrama, aparecido, según las cuentas del Facebook, hace un día, el domingo 3 de diciembre del año en curso, me viene a la memoria el reclamo que le hizo
Dante Medina al director de la revista de El Colegio de Jalisco por un texto que le publicara a Valderrama, antecedente de su “Corazón de metralleta”.
En esa misiva, Medina menciona las barbaridades, o inconsistencias, del texto, a las que Valderrama hizo caso omiso por venir de su pluma y ser parte de un grupo de profesores distinto al de él.
La Primera observación, de otras que haré enseguida, muestra una barbaridad del autor consistente en la omisión de la fuente de la definición de investigación, que presenta como premisa de defensa.
La segunda me recuerda a Marx que afirmaba en el libro I de “El Capital” que si el tiempo de elaboración de un producto incrementa su valor, un objeto hecho con herramientas antiguas sería más valioso que uno hecho con
herramientas modernas, lo cual resulta ser una falacia, pues el valor de un objeto, material o abstracto se mide por el tiempo en el que se realizó con herramientas propias de su tiempo.
Así que el tiempo que lleva elaborar una investigación no es soporte de su valor; su valor está en su contenido y su argumentación.
En ese sentido, el profesor Valderrama ha dicho públicamente que elaborar “Corazón de metralletas” le llevó veinte años, con el condicionante de haberlo realizado en sus tiempos libres.
Tercera, Valderrama menciona que toda investigación implica una metodología y hasta el momento no ha presentado la suya, salvo el amor y la entereza que le ha dedicado, cosa importante porque le serviría al lector
conocer esa fuente primigenia que sustenta su investigación.
Cuarta, los premios que otorgan a los intelectuales investigadores tampoco son sustento de la eficacia ni de la profundidad en sus productos, pues es de todos sabido que los premios no se otorgan en razón de los trabajos, sino de las relaciones sociales que tienen los premiados.
Quinta, Valderrama no diferencia las diferentes metodologías de Villaseñor, Agraz e Iguiniz, que, a ojos vistas, son distintas de las utilizadas por Sara Velasco, Celia del Palacio, Raúl Aceves. Silvia Quezada, a quien hace alusión en su primer párrafo, y la suya propia.
Sexta, un índice, un catálogo, un diccionario de escritores o escritoras, una antología, un muestrario o un repertorio, son compilaciones de datos, es decir, la primera fase del proceso total de investigación, definido por la situación
social en la que se vive. Todo el siglo pasado se realizó, en su mayor parte, una compilación de datos, tal como la metodología positivista lo recomendaba.
Séptima, Valderrama inicia su texto con una disculpa innecesaria, registrada por Robert Curtius como un hábito del siglo XVIII y mantenido hasta nuestros días como una manera de humildad no requerida: “No acostumbro a polemizar sobre temas literarios” y para cumplir con tal afirmación termina de inmediato descalificando a quien hizo la crítica que motiva su texto y el mío diciendo que sí interviene cuando “escucho barbaridades” de “conocedoras”, aunque solamente fue una mujer la que hizo la mención de que estos trabajos como el de Valderrama solamente son compilaciones de información, dejando implícito que no son verdaderas investigaciones.
Octava, más adelante afirma que “suele subestimarse el trabajo de estudiosos…ya que muchas veces estos se realizan (o realizaron) al margen de una universidad, de un centro de estudios literarios, es decir: por la libre”,
haciendo de lado que tiene una maestría en letras y que es profesor de preparatoria y miembro de una asociación cultural de bastante renombre.
Aunque entiendo que no le subsidian económicamente su investigación, son un respaldo moral fuerte. Considero que no puede ignorar esa relación como tampoco puede utilizar como soporte o apoyo a los investigadores mencionados con anterioridad y que, podría pensarse que le precedieron.
Además, sin duda alguna, el profesor Valderrama elaboró una tesis para obtener su grado de maestría, lo cual, aunque lo niegue, lo coloca en el nivel de los académicos universitarios.
Novena, la supuesta “conocedoras”, que en los hechos fue una sola persona que realizó el comentario que dio motivo a su texto y al mío, permitió, además, que visibilizara la discordia con la academia universitaria que estaba,
de alguna manera, latente.
Décima, desde la primera antología de poetas guadalajareños hasta Ciudad Poema, posterior a la de este autor con trescientos poetas muy jóvenes según la referencia, todas son compilaciones, es decir, son el primer paso de una investigación.
Será aclaratorio decir que eso mismo pasaba en la España de Pedro Laín Entralgo, Menéndez Pelayo y los que investigaban literatura en esos tiempos y jamás de sintieron ofendidos porque los llamaron rescatadores de obras
muertas, pues tales rescates eran parte de la filología que se iniciaba apenas.
He escuchado decir a nuestro profesor mencionado que “Corazón de metralleta” es el comienzo de una investigación que esperaría que alguien más adelante la continuara; entonces, reconoce que no es una investigación
completa, ¿o será otra expresión de esa falsa humildad como la que abre su texto?
Finalmente, hace falta entender que la universidad, formadora de pensadores, generadora de ideas y visiones del mundo, aún no ha llegado, ni llegará por un tiempo, es decir, mientras haya una Feria Internacional del Libro, al punto de la divulgación de sus descubrimientos y sus elaboraciones científicas, literarias y filosóficas, por cuestiones políticas más que académicas, y quienes hacen investigación deben entender también cuál es el nivel de sus trabajos, generalmente precarios, porque hasta ahora a la crítica, que siempre quieren eufemistamente constructiva, solamente le responden descalificando al crítico, falacia ad hominem, matando de esa manera toda discusión teórica posible, fuente del desarrollo del conocimiento.