Cada fábrica tenía de 4 a 10 capataces, hombres sin empatía que, bajo amenazas, bajo violencia ejercida en los obreros “controlaban” la producción tanto como la disciplina; y aunque su dominio y autoridad tenía que ser dosificado, no faltaba el capataz abusivo que, por lo general, atentaba contra las mujeres. Cuenta la historia, que uno de esos capataces ya veterano había superado su edad laboral y “lo renunciaron” –sin derecho a nada-, para dar lugar a hombres mucho más jóvenes e incluso más agresivos.
Era un día de septiembre de 1836 y el mencionado capataz de nombre John Hanning Landers se encontraba en un bar londinense, y en la misma barra a cuatro metros más allá se encontraba otro hombre de nombre Benjamín Henry Day que al igual que él, bebía scotch a fin de matar el tiempo. Después de un buen rato y al observarlo pensativo, triste y ensimismado en sus adentros, Benjamín Henry decide invitarle un trago.
Agradecido el ex capataz, deciden ir a una mesa a conversar… A partir de la siguiente pregunta que le planteó Benjamín Henry se originó una de las actividades empresariales más importantes en Estados Unidos y en el resto del mundo: ¿Qué es lo que le pasa?
Con la mirada baja el ex capataz John Hanning Landers inicia un monólogo que se extendió por horas y varias botellas de scotch. Al principio Benjamín Henry lo consideró como la natural frustración de un simple trabajador borracho despedido… Pasada la hora se dio cuenta del filón de oro concentrado en ese fardo humano quien, si fuera enciclopedia, guardaba información que debía darse a conocer a la opinión pública, pues Benjamín Henry Day era un periodista ambicioso fundador del periódico “The New York Sun” en 1933. Lo compró con varias botellas de Scotch y lo que siguió fue historia.
John Hanning Landers le contó como en la fábrica textil se dieron casos de violaciones a las mujeres, obreros amputados por las máquinas, caídas y golpes, fracturas y desmembramientos de orejas, dedos, piel y ojos de manera accidental no atendidos. Motines al interior de la factoría que fueron aplastados con violencia… en un total desagravio a los derechos humanos y una explotación laboral sin límite; robo de herramienta y una complicidad con supervisores de área… al grado de que incluso, había habido muertos que no fueron reportados dejando sus cadáveres en un basurero anexo de la fábrica, presa y festín de las ratas.
Como buen periodista (el ex capataz John Hanning ignoraba que su interlocutor era periodista) decidió publicar breves artículos y dosificarlos a manera de capítulos lo que aumentó el tiraje en 1838 de su periódico después de despertar el morbo entre sus lectores. Tras meses de éxito y movido por la ambición publicó el primer libro titulado: “el trabajo del diablo” con una compilación de estas historias reales lo que después de exitosas ediciones por miles de ejemplares vendidos; los propietarios de las fábricas amonestados y al darse cuenta de que alguien se estaba haciendo rico a sus expensas, los consejos de administración redactaron y emitieron reglamentos “para sellar” sus muros, su personal y para implementar reglas con miras a respetar los derechos laborales y el respeto a las personas. A este sistema de salvaguarda, autocrítica y manifestación virtuosa de sus políticas al paso de 100 años recibió el nombre de: “Relaciones Publicas”. Acepción impuesta por el gurú de la publicidad Edward Bernays en 1928.
Los libros que posteriormente aparecieron eran tan demandados que empezaron a publicarse otros títulos en otras empresas editoriales de la época, lo que dio origen a la legítima aplicación de las Relaciones Públicas pues las fábricas iniciaron una campaña permanente contra la mala información que perjudicaba sus intereses. Lo que dio lugar a numerosos programas en R. P. “Limpiando con buena retorica” y “Mercadotecnia selectiva” toda aquella narrativa que el morboso público ávido consumía; panfletos, trípticos, conferencias, anuncios daban cuenta de la virtud que las fábricas hacían en bien de las comunidades. Labor que llevó varios años, hasta que los gobiernos, organizaciones y sociedad civil emplazaron normas de trabajo masivo, lo que dio lugar al surgimiento y consolidación de los sindicatos en 1912.
En nuestra ciudad Guadalajara la fundación de la fábrica textil de Río Grande en El Salto Jalisco en 1898, empezó como la primera planta hidroeléctrica del país y hacia los años de ejercicio cambió su giro para instalarse la primera factoría textil en 1926. La demolición de parte de la nave eléctrica dejó partes de la edificación en el abandono y es allí donde dio lugar la leyenda.
La fábrica de Río Grande tenía alrededor de 1,500 obreros, mujeres y niños. Se había construido alrededor lo que se conoce como “Colonia Industrial” con casitas para los obreros y para evitar traslados… la fábrica en esa época tenía seis capataces de los cuales dos eran muy enérgicos y especialmente violentos y aunque a recomendación de José Palomar y Rueda propietario de la fábrica textil en Zoquipan “La prosperidad Jalisciense” y la de papel “El Batan” había hecho hincapié en cuidar el trato a los obreros, ocasionalmente ambos hombres abusaban de su autoridad. La nave industrial era muy extensa y lo que sucedía en los rincones alejados de las oficinas quedaba oculto a los administradores pues las víctimas de maltrato o violentadas eran amenazadas de muerte. Así, con esa dinámica diaria pasaron los días… y después de una lectura a la nómina notaron que al inicio cuatro personas mujeres no habían ido a cobrar su humilde pago… atribuyeron su falta a asuntos familiares y las dieron de baja.
Para esas fechas del año 1944 las máquinas tejedoras, telares y embobinadoras habían dado de sí su vida útil, por lo que se procedió a cambiarlos en su totalidad; labor que tardó 8 meses… Los obreros tristemente participaron en la destrucción de los telares viejos anunciando que gracias a estas máquinas sus familias habían tenido sustento y comida por años. Simultáneamente se recibían las nuevas máquinas llegadas del extranjero, con cargamentos de carretes de cables, de cadenas, tarimas, motores y mobiliario en general.
Dado que se suspendió la actividad por el cambio de maquinaria, se perdió el control de los más de mil obreros cuya gran parte habían sido suspendidos temporalmente. Llegado el momento en que las nuevas máquinas empezaron a funcionar, se encontraron con que el personal de operación, era menor del contabilizado y reportaron quejas de maltrato de los dos capataces señalados como violadores a lo que la administración procedió a amonestarlos, más no fueron suspendidos.
Olores nauseabundos a cárcamo de drenaje empezaron a detectarse ocasionalmente en algunos sectores de la fábrica, mezclándose con el olor de la grasa, combustibles y la borra de los hilados de algodón, sin saber con exactitud su procedencia. Al paso de las semanas, supervisores ajenos a los capataces decidieron buscar el origen de esos olores fétidos. Al principio y viendo las rejas del drenaje no encontraron más que lo normal de una fábrica de esas dimensiones.
Algunas mujeres que trabajan en la fábrica en un día por la mañana de compras en el mercado de la población, hicieron el comentario entre los comerciantes de los fétidos olores y la señora de las verduras les dice extrañada: “¿Y porque no se fijan si los olores son agua estancada en el túnel?” La cara de sorpresa se expresó en las señoras mientras metían las lechugas y los chiles en sus grandes bolsos. ¿Túnel, cual túnel?.. En la plaza a un lado de la Iglesia del Carmen, hay una puerta de cemento con portones, es la entrada del túnel que va hasta la fábrica… en ese túnel estuvo guardada la imagen de la virgen que durante la reforma se escondió”.
Presurosas llegan a la administración de la fábrica y comentan a los supervisores, quienes provenían de la Ciudad de México e ignoraban las costumbres e historia del pueblo. Con marcada duda en los hombres, acceden ir a ver en qué condiciones está ese túnel, y si es que existe. Menuda sorpresa se llevó, pues oculta entre el zacatal se encontraba el portón… y haciéndose del equipo improvisado necesario junto con otros hombres entran a explorar el túnel cuya extensión es de 30 metros.
Conforme caminan entre la humedad, el calor e iluminados por lámparas de la época, los olores nauseabundos empiezan a ser más penetrantes… a lo lejos se escuchan lamentos.
Asustados, los recios hombres se arrodillaron y empezaron rezar al tiempo les decían a los supervisores mejor salieran de allí… uno de ellos pidió silencio ¡shiit! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los gemidos se mezclaban con gritos… con cierta resistencia iniciaron la caminata… la oquedad oscura y la pestilencia aumentaba… en una curva de la misma, alcanzan a ver la iluminación de una lámpara de gasolina… pues el movimiento de la mecha lo delata.
¡A la distancia se quedaron horrorizados…! Frente a sí, habían cerca de diez mujeres semidesnudas sucias, revolcándose entre su inmundicia, asustadas y encadenadas. Una de ellas alcanzó a reaccionar y suplico ayuda… Los hombres aterrados no sabían qué estaba pasando y porque esas mujeres se encontraban atadas con gruesas cadenas… tratando de soportar la hediondez que para entonces era insoportable, acertó a gritarles que las ayudarían. Como alma que lleva el diablo, corrieron varios hombres por el túnel de regreso a traer ayuda… Los demás grotescamente aterrados veían a las mujeres que parecían muertas en vida, desaliñadas, con las greñas pegadas, espantosamente mugrosas y apestosas. ¡¿Qué sucedió aquí?! tronaba uno de ellos.
Varias horas después, las mujeres fueron sacadas con bastantes dificultades dadas las condiciones y hallaron cuerpos inhumados entre cenizas… explorando la autoridad, encontraron una escalera vertical empotrada al muro que ascendía a una salida/entrada a un sótano que funcionaba como bodega y que tenía aspecto abandonado y escondido con cajas de madera. Al iniciar la investigación, uno de los capataces había huido, mientras que el otro trató de ponerse a salvo ignorando, simulando no saber la situación, pero cayó en contradicciones y fue detenido.
Para los capataces, confinar, encadenar y esclavizar a las mujeres era una práctica fetichista que ambos compartían. La misoginia y el machismo comúnmente arraigados en una sociedad humilde e ignorante, fue caldo de cultivo para estos hombres miserables que llevaron este juego hasta el extremo.
Una vez que las autoridades prudentes guardaron esta situación para no afectar la industria, se decidió acallar la tragedia y se ordenó dar por concluida la investigación. Las mujeres afectadas fueron remitidas a un hospital para dementes hasta su total recuperación, exhortándoles a no hablar del asunto. El drama fue olvidado, solo uno pagó por su delito, del otro, jamás se le volvió a ver. Posiblemente fue abuelo de alguna lectora… lector que en este momento repasa este escrito… y usted ni lo sabe.
La antigua fábrica.
Autor: Carlos Martínez Valadez, febrero de 2024.
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Próxima quincena: El asilo de la geriatría.
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