Hacia el año de 1910 Rómulo Santiago Aranda fue recluido en el refugio para niños conocido como El Hospicio Cabañas construido en 1805 por el benefactor Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo. Su tío lo recluyó ante la pérdida del padre y la incapacidad de una madre inválida. Vivió parte de su precoz inocencia a los 11 años de edad descubriendo su entorno, sus compañeros y la crudeza de la vida; experimentando “situaciones” que él, en su inocencia creyó algo normal.
En la Guadalajara de ese tiempo los elementos existentes para sobrellevar una vida en extremo paupérrima con acentuadas privaciones era cosa de todos los días: Una alimentación pobre, harapos para vestir, desnudas piedras para dormir, una acentuada discriminación: (en 1749 se construyó un templo solo para los españoles… A la raza de manta y huarache les era prohibido ingresar por ser –humanos inferiores-), una esclavitud no reconocida, una total ignorancia y una salud quebrantada por la continua incertidumbre.
Al costado sur de esta majestuosa construcción, existía y existe la conocida “botica del Hospicio” fundada en 1886 por la Sra. Narcisa B. Viuda de Garnica y cuyos bálsamos, polvos, ungüentos, hierbas, líquidos y menjurjes fueron el inventario comercial de esta botica a la que acudían una cada vez mayor cantidad de personas a adquirir pobremente algún remedio para sus malestares. Por su circunstancia y edad, Rómulo Santiago Aranda de naturaleza apacible y retraída, se la pasaba descubriendo y conociendo todos los rincones del Hospicio, entonces a cargo de las monjas quienes a pesar de sus cuidados no siempre lo tenían al alcance de su vista; Rómulo buscaba esos nichos de piedra en donde se sentía –protegido-.
Con el tiempo le despertó la vocación por el altruismo y un cierto grado de conmiseración que lo indujo a ser de los muchachos mejor evaluados en el orfanato porque siempre estaba por ayudar a los demás. Su madre fallece y deja aceptables bienes administrados por su tío quien también fallece cuando Rómulo frisaba los 26 años de edad… hereda una aceptable dote a la que inicialmente quería renunciar.
Por recomendación y gestión de las autoridades, queda a cargo de velar por el inmueble para posteriormente convertirse en administrador del mismo siguiendo la ordenanza establecida por el Obispo Cabañas que indica: “procurar una vigilancia benéfica y activa, el socorro abundante y buen trato en la comida y vestido […] que todos los individuos de esta Casa estén completamente vestidos así de ropa interior como exterior, que se muden de limpio todos los domingos y que se hagan los lavados que correspondan […] y tener abastecida esta casa con abundancia para que los pobres nunca carezcan de nada”. Ordenanza a la que Rómulo Santiago Aranda dono gran parte de su dote para cumplimentarla.