Los señalamientos en contra de quienes fungen como personal mediador en las dependencias gubernamentales de oralidad, tribunales e instancias como el Instituto de la Mujer, el Instituto de Justicia Alternativa(IJA) o la Procuraduría Social en el Estado de Jalisco, son cada vez más decepcionantes para los involucrados en algún procedimiento jurídico.
Estos lugares, calificados de “libres de violencia”, resultan ser un verdadero infierno para las personas que claman justicia, acudiendo a ellos en compañía de personas de sus confianzas e incluso, con el personal de su defensa, sin embargo, lo que ha llegado a suceder es aberrante.
Se hace un llamado a la sociedad en general, a las autoridades de los diferentes órdenes de gobierno para que, en sus respetivas injerencias, acaten, revisen, supervisen y en su caso sancionen y para que, en conjunto, luchemos contra la violencia de género, mismo que se ha estado agudizando en las instituciones (incluso en el instituto de la mujer).
Instituto de Justicia Alternativa en Chapala, Jalisco.
Aquí se narra la experiencia de una abogada que solicitó anonimato por temor a represalias, “Con tristeza y frustración, les comparto la horrible experiencia que vivimos la de la voz y mi representada en las oficinas del IJA en Chapala; lo que agrava el caso, es que esto aconteció justo en una mediación y ante los ojos del mediador, quien se mantuvo en silencio, apacible e inmutable, como si no estuviese sucediendo nada. Los hechos son los siguientes: El día de ayer, proporcioné acompañamiento a unos clientes (tres hombres y una mujer) en un método alterno para solucionar un conflicto en materia penal, en Chapala; Ingresamos a la mediación (acuerdo reparatorio penal, en una denuncia por un delito patrimonial no violento), mis cuatro representados, el imputado con su abogado y al de la voz, el mediador asignado, se presentó, y preguntó si querían una mediación, hasta ese punto todo parecía ir bien (aunque no explicó la diferencia entre mediación y conciliación), sin embargo, de manera inmediata procedió a la mediación, sin poner, ni explicar las reglas de la mediación, y solo preguntó a boca de jarro, quién quería empezar; de inmediato el imputado acaparó la palabra, que dicho sea de paso lo hizo de pie, dirigiéndose a mi representada por su nombre, pero en diminutivo, a lo que el mediador no señaló nada, ni lo conminó a que no lo hiciera, actitud que no tuvo para con mis representados hombres.
Durante la mediación el imputado, se la paso atropellando e interrumpiendo a los demás, sin que el medidor pusiera orden; después de infantilizar a mi representada hasta el cansancio, cuando se dijo que ella sería el contacto para el cumplimiento, el mismo se negó de manera rotunda, manifestando que ni con ella ni con la “abogada”, que prefería atenderlo con una persona correcta como “X”, (refiriéndose a uno de los mediados varones. Así trascurrió la mediación, con la actitud inmutable del mediador, que no pronunció ni media palabra, ante la violencia que ejercía el imputado a partir de pautas sistemáticas, sutiles que aunque no evidente (porque así es la violencia pasivo agresiva) para personas que normalizan la violencia de género, muy palpable para las que las estábamos sufriendo, lo que debió ser igual de evidente para el mediador, ya que se supone este tiene una formación específica, en la que se nos enseña sobre la comunicación asertiva, la escucha activa y sobre todo “la cultura de la paz y la no violencia”.
