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BAJAN LA CORTINA A UN DIGNO PAPEL, CAPITULO DE 50 AÑOS.

La historia particular del señor J. Trinidad Cárdenas Díaz, «Trino» para miles de personas que a diario al pasar por su establecimiento, «Papelería Oblatos» igualmente conocido al oriente de la capital jalisciense y entre muchos comerciantes, clientela, profesores de educación básica, familias de las colonias aledañas, tuvo un origen, un desarrollo y una culminación que muchos no imaginamos.

«Llegué a Guadalajara de vacaciones, acompañado de mi papá, un 25 de diciembre de 1970; mi hermano mayor trabajaba en una tiendita de barrio y veía que se juntaba la gente y yo los atendía, tenía 11 años de edad. Al ver mi hermano que me acomedía y le ayudaba, le pidió a mi padre que me dejara un tiempo para que me enseñara a trabajar», relata nostálgicamente el señor Trino.

Eran tiempos difíciles; aquel niño originario de una ranchería perteneciente a la Manzanilla de la Paz, Jalisco; las precarias condiciones que su familia, conformada por 10 hijos, no era nada fácil, mucho menos cuando sus padres eran personas del campo, sin acceso a la educación elemental.

«Recuerdo que me encontraba feliz en el campo, yo iba a la escuela, bueno era un salón en donde nos daban clases a los niños de diferentes edades, a unos les daban primero, a otros cuarto, bueno todos los grados en el mismo lugar; eran los recientes modelos educativos para las zonas rurales. Pero eso se acabó cuando mi padre me trajo a Guadalajara», platica «Trino» con cierta melancolía.

Eran tiempos muy diferentes, aquel niño se dedicó a trabajar en la tiendita y en sus ratos de oportunidad, se interesaba en conocer más, tanto del negocio, de las personas y de la vida, hasta convertirse en autodidacta; «concluí mi primaria en un solo año, y después la secundaría, también rápido, pues no podía ir todos los días a la escuela» narra Cárdenas Díaz.

Y refiere el pasaje que transformó al «niño» provinciano en «cabeza» responsable de su destino; «Cuando tenía 15 años, en 1974, la tiendita se la venden los propietarios a mi hermano, pero la falta de compromiso, de atención, de manejo adecuado, fue afectando a la tiendita hasta que en 1984 prácticamente estaba quebrada, mi hermano toma la decisión de irse a Estados Unidos y nos deja a mi padre, dos hermanas y a mi, con la responsabilidad de decidir que hacer con ese negocio. Mis hermanas se alejaron y comencé a dedicarme de tiempo completo a levantar la tiendita y no solamente vendía abarrotes, cigarros, refrescos; también tenía hojas de papel, lápices, borradores y después me pedían cuadernos».

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