Así inicia el 2020 para el ya de por sí deteriorado patrimonio arquitectónico de Guadalajara, que en medio siglo ha visto desaparecer verdaderas joyas, edificios cuya belleza era de admirarse y enorgullecía a propios y extraños en la perla tapatía.
Con el afán de «resaltar» la belleza arquitectónica de un monumento histórico, colocándole iluminación en dos de sus cuatro lados, propició graves daños en la cantera dorada, característica de esta zona de Jalisco, y que cubre las cuatro caras del Palacio de Gobierno del estado de Jalisco.
Los pseudo alarifes encargados de esa actividad, ranuraron las paredes sin mayor «empacho» que el de resaltar la belleza del inmueble. Lamentablemente, para la autoridad en la materia de conservación, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en la entidad, los daños generados son subsanables.
Hasta el momento, el titular del ejecutivo estatal ha guardado silencio, minimizando la afectación que a simple vista se puede observar; y que para los turistas, esas ranuras asemejan más a grietas ocasionadas por algún deterioro o afectación por el paso del tiempo, secuela de algún movimiento telúrico, desconociendo que fueron hechas recientemente por la mano del hombre.
Por la calle Morelos, el cableado incrustado entre las líneas que separan la unión de las lajas de cantera, se pueden apreciar con separación de más de una pulgada y con profundidad mayor al grosor de las lajas, percibiéndose afectación en el interior del muro que es de abobe.
En la fachada principal, los daños son mayores, de arriba a abajo, entre los torreones y junto a varias de las ventanas.