LAS FERIAS Y EL FUTURO DE LOS LIBROS
Tres eventos en uno este sábado 23 de abril engalanan la Perla tapatía: el Día Mundial del Libro, la feria municipal del libro de Guadalajara y la Declaración de Guadalajara como la ciudad mundial del libro.
Esta galanura, sostenida por el municipio y la Universidad de Guadalajara, empezó desde la mañana, pero se manifestó con mayor entusiasmo cerca de las seis de la tarde con la presencia de jóvenes de los distintos centros
universitarios de todo el Estado.
Durante varios años, luego de una vuelta en las instalaciones en los portales del palacio municipal, me pregunto de qué se trata esta feria.
Muchas librerías y pocas editoriales.
Así que varias librerías distribuyen los mismos libros, sobre todos los libros más baratos y de no tan buena factura, que dejan mejores ganancias.
Libros religiosos, esotéricos, literatura, juegos didácticos, rompecabezas, libretas de artesanía, libros infantiles, constituyen el grueso de lo expuesto.
Con una sección de stands sobre Pedro Loza dedicada a las editoriales locales, universitarias y privadas, éstas últimas llamadas independientes, y algunas con la modalidad de encuadernación cartonera, la feria amplía su radio de ventas, pero como estas ediciones son especializadas para universitarios, es poco lo que en realidad puede aumentarse.
¿Pero qué busca la gente que va a esta feria?, porque algo debe andar buscando; debe de creer que algo de lo que busca puede encontrarlo allí.
La idea de que hay un conocimiento profundo en los libros se mantiene, aunque esta idea ya no tenga vigencia.
Hay un buen trabajo de los publicistas que está radicado en el subconsciente de muchos y que tardará en desaparecer, pero ocurrirá un día entonces muchos libros se irán al kilo, como ya sucede con aquellos que en un periodo no mayor a los tres años no se venden. (Puede verse aquí el origen de las librerías de segunda, o de viejo, que han aumentado en número en nuestra ciudad.)
La vida de la gente de a pie cambió desde los años 70 del siglo pasado, y la ciencia y la literatura modificaron su situación y pasaron de la expresión a la prescripción, de la opinión a la formación de la opinión (de los lectores).
Y la gente se dará cuenta de que los libros sólo tienen una parte muy pequeña del conocimiento querido y que el resto lo tiene que obtener por experiencia propia.
Los libros, sin duda, seguirán, porque son un buen negocio, lo cual quiere decir que reportan buenas ganancias para los editores y los libreros, aunque posiblemente no para los autores, a quienes la ley les concede solamente un 8.0 por ciento del precio de venta.
Con todo y eso ya no tendrán la recepción amable que hasta ahora han tenido.
Se desconfiará de ellos por sus contenidos, a pesar de que sus diseños, maquetaciones, tipografía, sean altamente estéticos, atractivos.
Seguirán los libros, seguirán las ferias, hasta que la desconfianza se adueñe de los lectores y las ventas tengan un colapso, como ya les había pasado antes de llamado boom latinoamericano con su realismo mágico.