MISTERIOS DE UNA FUGA
Por: Darío Fritz/ TEN/ Opinión
Hay muchísimos tiempos, no hay uno solo, dice Carlo Rovelli. También dice que “el tiempo transcurre más de prisa en la montaña y más despacio en el llano”. Y recuerda lo que comprobó Einstein: la velocidad ralentiza el tiempo. Rovelli es un físico italiano que le resetea el cerebro a cualquiera que quiera tomarse el tiempo de entender lo incomprensible, como en El orden del tiempo, que escribiera hace ya un tiempo (2020). Sus libros (Helgoland, La realidad no es lo que parece) son como leer al chileno Benjamín Labatut (Maniac, Un verdor terrible), hacen de nosotros un revoltijo neuronal, pero con el beneplácito de salir vivos.
Tomemos el caso de parejas en México con dos adolescentes de más de doce años y veamos qué tanto “su arrullo –el del tiempo – nos alimenta, nos abre al mundo, nos turba, nos asusta, nos mece”, como pone a prueba Rovelli. Si pusiéramos a analizar su tiempo al cabo de un mes, por ejemplo, dirían que los adultos dedican 48.4% a obtener ingresos fuera de casa. Pero al ir al detalle por género, vemos que las cosas no han cambiado mucho a lo que pasaba algunas décadas atrás: los hombres destinan dos tercios de su tiempo a trabajar fuera de casa y las mujeres uno solo. Si se analizan las actividades que se hacen en casa, por supuesto no remuneradas, y que incluyen los cuidados de otros, la relación de los tercios se invierte. Incluso cuando se ven los tiempos globales dedicados al trabajo, ya sea en casa o fuera, las mujeres llevan la delantera (y las de perder): trabajan 61.1% del tiempo sobre 58% de los hombres. Si lo viéramos desagregado entre las personas de comunidades indígenas o con alguna incapacidad, el tiempo dedicado a actividades sin remuneración alcanzan al 60 por ciento.
Estos son datos estadísticos de una encuesta que aplicó el Inegi en 2024 sobre el uso de nuestro tiempo, y que arroja algunos números también positivos. De 2019 a 2024, el promedio de horas trabajadas semanalmente disminuyó de 60.2 a 55.8 horas. Las mujeres ganaron cerca de una hora menos trabajadas si se compara 2014-2019 con respecto al dato del año pasado.
También los más chicos hacen lo suyo en casa, además de estudiar si es el caso. La población de 12 años y más destinó, en promedio, 20.5 horas a la semana al trabajo doméstico; 11.4 horas al cuidado de integrantes del hogar y 6.9 horas al trabajo voluntario, comunitario y de apoyo a otros hogares, informa el Inegi.
Claro que quisiéramos dedicarle menos tiempo al trabajo: tres de cada diez, dicen eso, sin importar sexo. Aunque seis de cada diez están conformes con el tiempo que le destinan. Entre quienes se quedan en casa, las mujeres, 15.2 %, desearían dedicarle menos tiempo (6.4% entre los hombres).
Se duerme 7.5 horas diarias en promedio, 8.4 se destinan a comer, 6.2 para el arreglo y aseo personal, 5.6 a cuidados de la salud, 4.3 a rezar o descansar. Las mujeres se cuidan más (terapia, grupos de ayuda, enfermedades); dos tercios contra uno de los hombres; y destinan más tiempo (6%) a convivencia social y familiar. Para el estudio se destinan 28.0 horas semanales. En el entretenimiento, el uso del tiempo es parejo: 8.4 horas semanales para ver películas, series o videos en televisión, celular o computadora; 7.4 para uso de redes sociales; 5.5 horas para escuchar música, noticias o radio en cualquier dispositivo; 3.5 para leer; 2.4 para consultar o navegar en internet, dice la radiografía del empleo del tiempo del Inegi.
Nos preguntamos qué es el tiempo y no encontramos respuestas rápidas ni definitivas. Más allá de medirlo por corto o largo, de un pasado que cada vez crece más y un futuro que se hace chiquito, parafraseando a San Agustín que escribió sobre esto en sus Confesiones. Tiempo asesino, podemos describir. Tiempo que vuela, tiempo finito, tiempo misterioso. Tiempo detente, pide Goethe en el Fausto, para apreciar la belleza. Tiempo inmortal como se esperanzan los multimillonarios tecnológicos –Sam Altman, Zuckerberg, Musk, Peter Thiel, Larry Ellison, Jeff Bezos, Bryan Johnson– y algunos gobernantes –Putin, Xi Jinping. La física ayuda a resolver algunas cuestiones del misterio, dice Rovelli, ofrece la opción de estudiarlo liberado de la niebla de emociones que poco ayudan a entenderlo. Pero al fin y al cabo no es otra cosa que “una fluctuación efímera en el acontecer del mundo (…) ilusión fugaz de permanencia que es la raíz de todo nuestro sufrir”.