NI EL CIELO NI EL INFIERNO
De los muertos nunca se habla mal. Es una frase hecha, de Perogrullo. Y que se cumple sin chistar, hasta entre los más críticos. A los muertos se los respeta, vestidos de negro, asintiendo con la cabeza, rezando junto al cura. Hasta en el lenguaje. El tiempo ya luego pone las cosas en su lugar, si es necesario. Mucho camuflaje, exceso de lisonjería, crípticos en abundancia. La balanza pierde todo sentido de equilibrio. “Los irascibles y porfiados muertos no toleran impunemente a los necios”, dice Nigel Barley en el ensayo “Bailando sobre la tumba”. Y de eso ha pululado en las últimas dos semanas.
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