Cristales de Estricnina
Doña Esther Morales, mujer casada de 55 años de edad, contrajo matrimonio con Rodolfo Riva de 62 años. Hombre trabajador, temperamental y quien en los últimos 5 años ha llevado su matrimonio al límite vejando, insultando, humillando y ocasionalmente golpeando a la mujer a raíz de que ella lo descubrió tratando de abusar de Renata Sofía entonces de 17 años hija única de Esther concebida con otro hombre antes de conocerlo. En su calidad de padrastro todo era conveniente armonía, hasta el momento en que atraído por la precoz sensualidad de Renata, aprovechó una ocasión en que quedaron solos en casa. Doña Esther indignada trato de denunciarlo, pero presa de amenazas, optó por enviar a Renata Sofía con su hermana, -la tía- a vivir independiente de ellos.
Cuenta la leyenda que Don Rodolfo Riva, antes del problema, había recibido de herencia un rancho y ganado que juntos sumaban una importante cantidad de dinero. No había engendrado más hijos él ni de ella… por lo que reflexiono seguir con él ante la dependencia económica. El problema entre ellos como pareja, se agudizó y derivó en maltratos y soberbia ante la señora. Presa de una disyuntiva entre abandonarlo o seguir a su lado los días transcurrieron con preocupación hasta que, al ir con su hija al cine, en una parte de la trama fílmica, una mujer se deshace torpemente del marido envenenándolo con ácido diluido en agua.
Ya instalada la idea en su cabeza, fue creciendo como medusa y desarrollando un plan de manera que su odio a la par de su codicia se fue perfeccionando. Sus conocimientos sobre “venenologia” fueron tan profundos que podría llegar a dar cátedra de química en alguna universidad. Sopesando los inconvenientes y las virtudes” de cada veneno y su potencial aplicación, después de meses y en absoluto secreto se decidió por uno… un tóxico tan potente y tan etéreo que difícilmente se encuentra en ejercicio forense y, en caso de que se llegue a ese peritaje tener ya lista la coartada más convincente. A la par, se había asesorado legalmente para saber cómo reclamar y qué papeles necesitaría para habilitar los bienes de su para entonces –difunto marido-.
Dice la leyenda que cuando Don Rodolfo Riva, iba al rancho heredado cada semana, se ausentaba dos días; y entonces Doña Esther era visitada por su hija y hermana. Simulando ante ellas una vida tranquila, no quería involucrarlas… esa preciosidad llamada “Toxina Botulínica” fue la elegida; potente, silenciosa, fantasmal, barata… “se podía fabricar en casa” y calculando tiempos puso manos a la obra.
De los variados compuestos venenosos –que existen en el mercado- y otros que se hallan en la naturaleza, la muerte más espantosa es la que ocasiona la Tetrodotoxina, sustancia propia de la suave y deliciosa carne del pez globo; pues la víctima está consciente ya que el químico no atraviesa la barrera hematoencefálica y ante el cerebro intacto, la persona “se da cuenta” de cómo gradualmente su vida se apaga. El cianuro es otro potente compuesto, pues la persona pierde la consciencia y su toxicidad se dispersa intracelularmente con rapidez… la muerte sobreviene en minutos; el veneno más potente del mundo lo es La Ricina pues una ínfima dosis cabida en la punta de un alfiler es suficiente para arrebatar la vida. Cada uno de los mencionados “tiene sus asegunes” y “para fines prácticos” la Toxina Botulínica se lleva el premio y los aplausos.
Para fabricar la toxina, Doña Esther Morales va a una tienda almacén (aún no existían los supermercados) y pide con el debido cuidado una lata de sopa Campbell’s guisado de pollo tamaño medio y ya en casa dos veces por semana la pone a fuego medido, 45 segundos sobre la estufa… La inducción calórica hará lo propio en su contenido y acelerará su transformación química al grado de “inflar la lata” hasta el grosor deseado. Labor que dejado a la naturaleza tardaría ocho años, con este proceso lo reduce a 4 meses, -no hay prisa y el placer de la vendetta lo vale-. Para rubricar esta intención, dejaba la lata inmaculada sobre la parte elevada del gabinete a la que el calor propio de la cocina lo envuelva y el trabajo de aceleración sea eficaz.
Inteligentemente, Doña Esther cuidaba no provocar ni alterar a Don Rodolfo para que el tiempo deslice sin obstáculos. (A todo ella decía que sí, incluyendo todas las poses del Kama Sutra), y así, pasaron cuatro meses. Su paciente labor y su ya alto conocimiento sobre el botulismo empezó a rendir frutos.
Pasado ese tiempo observó con diabólico gusto como la lata “se empezó a abombar en su parte superior”. En cualquier momento tomaría la decisión final y para ello se auto impuso “un estudio de campo” y no cometer ningún error. El escenario estaba listo…
Para el año 1953 el aún desconocido médico Mario Rivas Souza recién se recibió de patólogo forense en la universidad y por ley, se aplicaban las acciones forenses pertinentes, pero no con la rigurosidad que Rivas Souza implementó años después. Así que, por el lado institucional, podría librarla.
Quiso el infausto destino que su hija Renata Sofía y su hermana/tía la visitaran en casa. En ausencia de Don Rodolfo Riva se quedaron ambas en el comedor conversando mientras, a petición del abogado, Doña Esther Morales buscaba unos documentos en su recamara. Pasados 20 minutos regresa con sus familiares al comedor y las ve con dos platos ya servidos de comida… ¿Qué es ese guisado que se ve delicioso? A punto de llevarse la primera cucharada a la boca, Renata Sofía le responde: “Es el guisado Campbell ‘s de pollo enlatado que tenías arriba del gabinete”. A Doña Esther se le hicieron los ojos de plato… ¡Nooo! grita la señora Esther y se le abalanza arrojándose sobre ellas… tirando y quebrando la mesa, derramando los platos calientes sobre sus faldas. Así, terminaron las tres en el piso bañadas de sopa. Dado que era una situación que no había contemplado (imponderables) y aun con “su estudio de campo”, no supo justificar tal arrebato… solo atinó a decir: “Perdón, es que esa lata ya estaba echada a perder y me tropecé”.
Preocupada Doña Esther Morales, no sabía si volver a empezar a echar mano de algún otro veneno.
Cuando regresa Don Rodolfo Riva y dado que había visto y comprobado muy complaciente a su esposa, atento –pero no cariñoso- la invita a cenar. Doña Esther pensó: “Este sujeto quiere cama a cambio de cena”. Doña Esther, fastidiada, pero sin demostrarlo aceptó la invitación con una sonrisa forzada.
Eran las 8:30 de la noche y acuden al restaurante “La Rotonda” ubicada entonces en los portales frente al recién construido monumento a los jaliscienses ilustres. Don Rodolfo le platica a ella lo bien que va el rancho y los negocios por hacer con otros ganaderos… la envuelve en un choro interminable y Doña Esther no entendía a donde quería llegar. ¿Buscaba reconciliación? ¿Gustas postre? Extrañada le dijo que si, “Mesera, dos jericallas por favor”. La mesera lleva en charola el pedido y las deja al alcance.
“Del dinero que te di, ¿no tendrías cambio de un billete de $5.00 pesos?” Doña Esther busca en su bolso. Terminan de cenar… ya en casa, los escarceos iniciaron con “cierto apetito animal” y él, jadeando inició el ritual de apareamiento… Doña Esther, sintiéndose una cosa, solo dejó que él hiciera lo que tenía que hacer. Ensimismada en sus frustrados pensamientos, buscaba otra manera de deshacerse de su encimoso y odioso marido. ¡De pronto! …El quedó paralizado, e inmediatamente cae sobre ella inerte. Molesta y asustada se lo quitó de encima y así desnuda ella de pie lo veía asombrada ¿Y a este que le pasa? Pasaron varios minutos se dio cuenta que Don Rodolfo Riva estaba sin vida-.
Avisadas las autoridades se hicieron cargo del asunto.
“Al margen un sello que dice: Estados Unidos Mexicanos. Secretaría de Salud. Certificado de defunción. Occiso: Rodolfo Riva 63 años. Causa de muerte: paro respiratorio ocasionado por la ingesta del veneno conocido como Estricnina. Hora del deceso: 10:03 de la noche. En la necropsia se hizo un análisis de los residuos estomacales y encontraron el tóxico mencionado en alimento lácteo (jericalla).
Se exhibe la presente para los fines legales correspondientes”.
Cumpliendo con los interrogatorios de ley, llevó sus días descartar a Doña Esther de alguna posible participación. La investigación llevó hasta el rancho y se encontraron 2 frascos con cristales de Estricnina y la posible complicidad de otra mujer de nombre desconocido.
Recreando los hechos se descubrió que para cuando Doña Esther se distrajo buscando en su bolso, Don Rodolfo aprovecho para verter el veneno en cristales sobre su postre… Acto seguido llega la mesera y al recoger los platos, cambia la posición de las jericallas… situación que ambos, por estar distraídos con el billete de $5.00 pesos y la cuenta… no se dieron cuenta.
Pasados dos meses, las autoridades le notifican a Doña Esther las conclusiones finales y el cierre del caso. Asombrada todavía y ya libre de culpa, sentada al caer la tarde con el certificado de defunción en su mano izquierda, y el certificado de matrimonio en su mano derecha reflexiona sobre las vueltas que da la vida: “Mientras yo pensaba envenenarlo; el traía la misma intención con veneno, de deshacerse de mi…”. Ahora, con estos documentos y el reporte judicial sería –más fácil- poner los onerosos bienes a su nombre.
Don Rodolfo Riva tenía “una querida” en el rancho y fue esa otra mujer quien impulsó irónicamente su fatal destino en aras de satisfacer su codicia. Por lo pronto, sus avanzados conocimientos en “venenologia” los aplicará en controlar la fauna nociva del rancho.
En esta vida, todos los que intentan hacer el mal a otros deberían pagar su pretendido mal de la misma manera. Frase que exenta a todos aquellos que saben guardar la debida observación a los detalles, convirtiendo su malvada intención, en el crimen perfecto.
Una Leyenda venenosa
Autor: Carlos Martínez Valadez, octubre de 2023.
Copyright 2023 Prohibido su uso con fines de lucro o cualquier otro.
Prohibido copiar o trasladar a otro espacio web digital o físico.
Escriba: [email protected]
Prohibido copiar o trasladar a otro espacio web o físico.
Próxima semana: Las escrituras del muerto.
Advertencia: Los componentes, palabras y enumerados de esta historia son de conocimiento y dominio público. Esta leyenda las reúne y las aglutina para dar concepto, estructura y coherencia ante el lector. Por ningún motivo se deberá interpretar como apología del delito y la manera en que cada persona reciba y asimile la misma es de su total responsabilidad.
Lea aquí en TEN Informativo, otros temas relacionados: “La leyenda del político” y “La leyenda del desahuciado”.
Me gusta esto: Me gusta Cargando...
Relacionado