CORRECTORES DE ESTILO, TRAFICANTES DEL PENSAMIENTO
Trabajé, y aún lo hago freelance, como corrector de pruebas durante 40 años. No había competencia en esos años porque se consideraba un oficio y no una profesión, actividad menor, sin duda, aunque uno le limpiara literalmente la porquería a los textos que harían famosos a estudiosos, a intelectuales, que alharacarían por esos textos mal escritos pulidos por una mente analítica que enderezaba jorobados.
Ese poder del corrector fue desapareciendo cuando en las facultades de Letras se crearon terminales para corrector y para editor: todo aquel que quisiera podía hacerla de corrector de pruebas sin saber a qué campo del saber ingresaba, porque ese campo no existía en esas facultades.
Corregir textos gramaticalmente parecía sencillo y por eso lo elevaron al nivel de Corrector de Estilo, una categoría laboral supuestamente más especializada, avalada por los estudios de licenciatura, que elevaría el salario del que corrige.
Hay un dicho, «La curiosidad mató al gato», para prohibir la investigación. Un Corrector de Pruebas estaba en el campo de la Filología, ustedes saben de qué se trata, y su trabajo era de filigrana literaria.
Hoy veo los clubes de correctores como supermercados. Todos son el mejor, no porque conozcan los intríngulis de la Analogía, la Sintaxis y la Argumentación, sino porque cobran, y les duele más no saber cuánto cobrar por un trabajo de corrección que conocer el tema del texto a corregir.
Así como desaparecieron los anticuarios, que también vendían libros usados, y aparecieron los vendelibros, así están desapareciendo los correctores de pruebas y apareciendo los vendecorrecciones.
Un error en un texto es un lapsus, un vuelco del inconsciente del que escribe, una puerta al conocimiento del alma humana que queda en segundo o tercer plano ante la ambición, el afán de lucro, la mentalidad burguesa.
Un escritor primerizo, novato, carece de estilo. Lo que se puede corregir a un texto de esta procedencia es gramatical, pues su argumentación es pobre, aunque su texto sea rico en información.
Un escritor con trayectoria se vuelve una diva que hace sus textos intocables.
El corrector en ambos casos solamente corrige la gramática, porque, además, el que corrige mantiene la actitud pragmática del que cobra.
La filología se ha vuelto un subcampo de la lingüística y ésta sólo atiende su campo cerrado, estilo Chomsky, estilo Hjemslev.
Hay que reconocer que la corrección de estilo no existe como tal, pues solamente es una categoría laboral económica.