COSAS DE FANTASMAS

Литэратура #19

Por: Carlos Martínez Valadez

Torcuato, Eusepsia, Tobías y Antara son tapatíos (as) que acuden, cada quien por su cuenta a la celebración patronal a realizarse en la plaza del templo de San Sebastián de Analco aquí en Guadalajara hacia el año de 1951 en la que habrá una modesta quema de juegos pirotécnicos, verbena, atole, quesadillas, música, gente y alegría.

Torcuato vive a seis cuadras del templo y acude a buscar a un amigo que sabe allí estará; Eusepsia en compañía de dos amigas irá a la festividad más que nada por antojo de unos churros; Tobías con aire narcisista va a la plaza con la idea de ligar pues su vanidad de hombre lo esperanza en que ahora sí podrá noviar… y Antara es hija única y andará por la plaza como paso obligado a la lechería, su madre le encargó dos litros.

Es domingo al caer la tarde, y la gente llena la plazoleta con jolgorio, colorido, baile y devoción. La mayoría de la chusma se conocen entre sí; son vecinos y los saludos van y vienen en cada momento… en cada sonrisa.

En la Guadalajara de 1951 ya había radio, cine, electrodomésticos, publicaciones, tráfico, tiendas, discos de acetato, libros y moda. Por lo que los muchachos (as) cuyas edades son de entre 20 y 25 años poseen un cierto grado de cultura. Cada quien se ve envuelto en un torbellino de gente y súbitamente se abre un círculo en torno a la primera quema de un castillo con juegos pirotécnicos de apariencia muy modesta y de muy corta duración. En un rincón de los muros exteriores del templo aguarda el segundo castillo más elaborado, a prenderse a las 9:00 de la noche. Son las 6:00 de la tarde y todo está listo.

Torcuato encuentra a su amigo y se dirigen en calidad de mirones a presenciar el fuego que volara vía pólvora por los aires… Eusepsia entre risas ya pidió sus churros y en cualquier momento se la despachan. Tobías “ya le echó el ojo a más de una” y ante las restricciones de la época, se limita a ver a las mujeres de lejos…  Antara con cierta indiferencia en ese momento camina con su olla de peltre azul justo enfrente del castillo.

Otrora tiempos idos, que nunca volverán. Había cierta inocencia, una bendita ignorancia, tranquilidad, amabilidad y respeto. Las generaciones de esa iniciada década 1950 -1959 prometían ser gente, mujeres y hombres de bien. Las parejas que contraían matrimonio tenían asegurado un nido romántico y feliz para engendrar una familia. Había estabilidad económica, mucho que inventar, mucho por trabajar… demasiado por vivir.

El clima y el aire limpio de nuestra ciudad… con un paisaje de nubes de cirro apacibles ya casi tragados por el manto de la noche conforme se oculta el sol… la música callejera se confunde con la estridente alegría de los espontáneos… ¡Asombro! A la primera rechifla de los cohetes que empiezan a dar vueltas en sus ruecas… Todo se ilumina y la muchedumbre no pierde detalle del espectáculo. Los hombres adultos se quitan el sombrero y las abuelitas se cubren son sus rebozos… contentas ante los… ¡De pronto una Explosión! . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Confusión… los gritos de alegría ahora son de dolor y desesperación, la gente en franca estampida se aleja del fuego. Denso y maloliente humo llena la plazoleta… gente dispersa y tirada en el piso… llantos y lamentos toman el lugar de los gritos… se vacía la plaza, se disipa el humo y a la vista heridos y gente inerte… el tiempo avanza lastimosamente mientras el fuego empieza a extenderse… Torcuato fue lanzado de espaldas hacia una jardinera, quedó con brazos y piernas abiertas, atontado se levanta busca a su amigo el cual no encuentra.

Eusepsia recibió la onda de la explosión con el churro en la boca, aturdida se levanta con un sabor dulce por el bocado medio masticado del churro.

Tobías estaba filas antes del castillo lo que amortiguó su embate; aun así quedo debajo de varias personas… y despeinado.

La olla de peltre azul de Antara vuela varios metros de la escena mientras Antara queda boca abajo en la sucia piedra; se levanta hecha harapos, la cara tiznada y las greñas hechas trapeador… Todos, cada quien en su percepción se preguntan ¿Qué pasó? asustados ante la dantesca vista de heridos y muertos frente a sí; cada quien se aleja como puede, arrastrando los pies…

¿Qué son los fantasmas?

Dejando de lado la definición oficial: Los fantasmas son suspiros etéreos con morfología humana según sea la cultura que los engendra.

Son deseos de las personas, equiparables con las creencias religiosas, que anhelan o se convencen de que después de la muerte física, el ectoplasma/alma se desprende del cuerpo va al cielo y se aparece vía sesiones espiritistas para manifestar su existencia… asustar y crear toda una atmósfera de fascinación, literatura, suspenso y terror que ha perseverado al paso de los años.

Son parte de la condición humana que ignora sus orígenes, querientes de trascender las leyes físicas viviendo fantasmagóricamente en una utopía dogmática.

Los fantasmas son una extensión idealista del apego que se tuvo hacia esa persona que se fue… pero que solo existe en su mente.

Torcuato mira a su amigo herido sobre el piso, se acerca se arrodilla ante él y le dice: “Ya viene ayuda, aquí estaré”. Eusepsia se tambalea mientras se aleja aún con el churro en la mano mientras ve pasar a la gente que la ignora. Tobías, consciente espera a que otras personas le quiten los cuerpos que están encima de él y cuando por fin queda libre, nadie lo ayuda. Antara aturdida camina regreso a su casa y ve a su madre afuera ansiosa mirando hacia la plaza… Una vecina le dice a la señora: “parece que algo exploto… hay lumbre”. Antara llega frente a ella y le dice con voz entrecortada. “Mamá, estoy adolorida, y como pude vine y… Dice la vecina: “¡Vamos a ver!” a lo que contesta la señora: “¡Si vamos traigo mucho pendiente!” Antara las acompaña al tiempo que le explica lo sucedido: “Iba caminando… un tronido… lumbre… gente correr… la olla… gritos… fuego… ya no supe…” Durante las dos cuadras de camino le explica y al llegar las tres a la plaza (en aquellos tiempos no se acordonaba una zona de riesgo) la señora reconoce a su hija boca abajo tendida en el piso, la levanta, la ubica en su regazo, y mejilla con mejilla suelta el llanto. Antara profundamente sorprendida se da cuenta de la realidad… Casi al mismo tiempo cada quien en su circunstancia se dan cuenta de su realidad: Están muertos, y ahora quedaran vagando como fantasmas.

En el año de 1859 durante la construcción del congreso estatal de Jalisco en el interior del Palacio de Gobierno, calle Liceo y Morelos hubo una potente explosión a causa de la detonación de varias cajas de pólvora para cañones; cañones y pólvora almacenada por su uso durante la guerra de reforma realizada entre 1857 y 1861 en nuestra ciudad.

Un cohetón del castillo pirotécnico cayó en la pólvora no procesada ubicada en los muros exteriores del templo de San Sebastián de Analco. El fuego y la mortandad se extendieron ante la falta de socorros y ambulancias. Los bomberos que ya estaban en servicio desde 1923 y llegaron a apagar el fuego.

Un año después, en febrero de 1952 se incendió el cine Alameda Av. Calzada Independencia y calle Obregón, en la que hubo 16 muertos. Todo un espectáculo en aquellos tiempos. Abril de 1992 otra catástrofe por explosión y de mayores dimensiones.

En la mente ectoplasmática de Antara se da un conflicto de emociones fantasmales: ¿Acaso no siento, adonde iré, porque no puedo llorar, volveré a morir? ¿La vida así termina y ya? Poco a poco Antara “se siente más liviana” y su levitación es involuntaria… vaga errante, trata de no alejarse de su madre… pero algo, algún fenómeno es más fuerte y como corcho en aguas impetuosas empieza a flotar… Torcuato, Eusepsia, Tobías y Antara coinciden en un punto, sobre el casi desaparecido cementerio de Los Ángeles que estaba en donde recién se había construido la central camionera en 1950, calles Los Ángeles y Silva Romero. Desde el año de 1828 bajo la supervisión de los religiosos del convento de San Francisco el panteón fue puesto en servicio para sepulcros que en esa época demandaban espacios… Su existencia duró 100 años.

Flotando a casi cinco metros del suelo en donde aún estaban algunas tumbas y lapidas a la vista se miraron extrañados; los fantasmas nunca habían visto a otros fantasmas:

Torcuato: ¿Acaso ustedes también?

Tobías: Asombrado, ¿De verdad estamos muertos?

Eusepsia: “Yo creo que este es un mal sueño…”

Antara: “Nuestra vida hasta aquí llego… no tenemos voluntad sobre nuestro espíritu; si eres creyente reza para no ir al infierno”.

Torcuato: ¿Iremos a reencarnar en animales o en otras personas?

Eusepsia: “¿No es un mal sueño, es una pesadilla?”

Tobías: “No debería de bromear en estas condiciones, pero si me gustaría ser un narciso”

Antara: “Tomen con la debida seriedad lo que está pasando. No sabemos a dónde iremos… creo que cuando nuestros padres nos vengan a sepultar aquí, seremos succionados hacia las tumbas en lo que bajan nuestros féretros y luego lanzados al cielo”.

Torcuato: “Llegando al cielo iré con el cadenero ¡le voy a decir que me regrese!

Eusepsia: “Sé que en cualquier momento voy a despertar”

Tobías: “Lo que más me pesa, es morir sin haber amado”.

Antara: “No existe solución a nuestra condición… Se supone que somos libres y podemos estar en cualquier parte y asustar a quien sea. Yo tengo mucho apego a mi madre, y la estaré acompañando”.

Mientras, para los párrocos del templo de San Sebastián de Analco, la causa de esta tragedia fue el diablo… (No la imprudencia) espíritu malsano que siempre se entromete en los sanos designios del señor. Por lo que gestionaron una limpia y un exorcismo a las afueras del templo. Lo cual se realizó a los seis días de la tragedia y en el proceso alguien sugirió: “Los difuntos quedaron envueltos por el maligno… hay que ir a donde están sepultados y salvarlos con un exorcismo también”.

El cementerio de Los Ángeles fue demolido parcialmente en 1928 –después de cien años de servicio- para dar paso a la construcción y apertura del Estadio Deportivo Municipal en 1930 con capacidad para 20,000 espectadores; solo una pequeña parte del panteón quedó a la vista en su ubicación más al oriente del estadio. El estadio es demolido en 1948 y se construye e inaugura la Terminal de Autobuses en 1950 –ahora antigua-, calle Los Ángeles y R. Michel. Esa porción oriente del cementerio aún existía en 1951.

Irónicamente durante las explosiones del 22 de abril de 1992, en ese traspatio de la central camionera (encima de los sepulcros cubiertos bajo una plancha de cemento) se concentraron los vehículos y camiones que quedaron destrozados… Algunos aún tenían cuerpos; cuerpos que quedaron encima de lo que otrora hubo tumbas y lápidas.

Estamos de nuevo en 1951, posterior a la tragedia de Analco y un grupo de fieles, sacerdotes y dos experimentados exorcistas celebran sobre las tumbas el ritual de expulsión del chamuco. Torcuato, Eusepsia, Tobías y Antara quedan inmersos en ese torbellino de invocaciones en latín: “Maleficarum dae due lare vortis corpore exo maligni. modero santificari cielo mondo destinari…”

El choque de ectoplasma fue tan violento ante el embate verbal que los recién estrenados fantasmas salieron expulsados del cementerio y se perdieron en el éter por un lapso de tiempo. (Se les pasó la mano con el exorcismo).

Pasan los años y con cierta frecuencia se reportan aparecidos en la zona del parque Morelos, en el callejón del diablo, en las inmediaciones del Agua Azul, y en los pasillos del Hospital Civil. Los fantasmas tratan de materializarse, pues piden orar por ellos ya que quedaron atrapados en este mundo material. La que desesperadamente busca hacerse visible es Antara, y en los andadores de la ya antigua terminal de autobuses se manifiesta. Quiso advertir la tragedia de 1992… no se pudo evitar. Pero ahora nos quiere prevenir de otra catástrofe… “observen el agua…” “en el agua verán mi silueta…” “a través del agua se acerca otra tragedia…”

Ese será tema de otra narrativa próxima. Mientras eso se aclara, esta narrativa se limita a quedar como “Cosas de fantasmas”.

“Cosas de fantasmas”

Autor: Carlos Martínez Valadez, junio de 2023.

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