CULTURA

LA LEYENDA DEL VOCERITO

LA LEYENDA DEL VOCERITOЛитэратура#12                                                                Ocurrió en Guadalajara en el año 1917, los niños de la época desarrollando su infantil vida entre la miseria, el abandono y la ignorancia; su capacidad de asombro era tal que bastaba ver una primitiva máquina de imprenta para quedar maravillados ante tal proeza mecánica que al igual que setenta años atrás con Thomas Alba Edison quien destripaba pequeños juguetes para ver cómo funcionaban por dentro; había niños -muy pocos- en nuestra incipiente ciudad con su alerta al máximo al tratar de descubrir como ese pesado armatoste producía papelería escrita. Imaginara el lector si tales infantes hubiesen estado frente a un monstruo mecánico como lo es la rotativa.

Fue en este año de 1917 cuando conocido periódico fue fundado, en una época en que los vestidos victorianos, los tranvías eléctricos, las tiendas “de lujo” y las construcciones afrancesadas fueron parte del paisaje urbano. Esta institución periodística al paso de los meses generó empleo directo e indirecto a un mínimo porcentaje de la población tapatía, entonces de 150,000 habitantes.

LA LEYENDA DEL VOCERITOAños antes, James Pulitzer tanto como W. Randolph Hearts monopolizaban la industria periodística en EE. UU cuya expansión se debió al trabajo directo de los voceritos… niños de 9 a 13 años de edad que, periódicos bajo el brazo voceaban la noticia en las grandes urbes. En nuestra ciudad Guadalajara, la distribución del periódico se asignaba a los puestos de revistas (quioscos) y también otro tanto se voceaba por las calles… fue en este escenario que se dio la siguiente historia:

La Leyenda del Vocerito

Fría, la mañana del 27 de diciembre de 1917, el periódico matutino acordonado listo para su distribución espera apilándose en los muelles del taller cita en calle Independencia y Pino Suarez. Tanto adultos como algunos niños se agrupan para recibir sus periódicos… por las empedradas calles del primer cuadro inician su faena del día.

Romualdito era un niño conocido en la zona pues ayudaba a su tío “aguador certificado” por la zona del río, llevando el líquido en mulas a quien lo solicitase… Como podía, vendía periódicos pues al igual que muchos de su edad, traía sueños por cumplir. Romualdito no sabía leer y a escondidas desplegaba un periódico para ver los grabados de Guadalupe Posadas; en especial había uno que “de cajón” aparecía en el mismo lugar. Este grabado se conocía como “la catrina”. Algo en la consciencia del niño se manifestaba… al caer la tarde mientras llenaba con su tío las tinajas del entonces recién entubado río San Juan de Dios (Hoy calzada Independencia) los claroscuros de la vegetación dibujaban un rostro parecido al de la catrina… ¡Allí, allí es donde yo la he visto! Se decía para sí, Romualdito.

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