La pregunta que no se pregunta porque preguntarla tendría serias complicaciones que pondrían al borde de la quiebra a todo el sistema social capitalista no es, como querría Albert Camus, “¿por qué no se ha suicidado?”, sino, más puntualmente, “¿Por qué con todo este caos social provocado arteramente por la burguesía –y ya sabemos bien quienes conforman a este estamento social– usted no está loco?”
Muchos afirman que la poesía los ha salvado, pero no dicen de qué. Otros se sienten orgullosos de haber sido encerrados en un manicomio y haber recobrado su cordura socialmente válida y estar en el mundo como “locos funcionales” (que es lo mismo que los drogadictos funcionales), pero sin declararlo abiertamente y considerando que esa locura es algo pasajero, una falla que se puede reparar o se ha reparado ya, un quebranto, quizá semejante a la pérdida física de una persona amada que los llevó a una depresión aguda.
Sin embargo, esa pregunta es fundamental: ¿por qué con todo este caos provocado por la burguesía usted no está loco?, es tan fundamental que se evita, se esconde, se embroma.
Muchos conocidos están bastante preocupados por encontrarle “el sentido a la vida”, sin darse cuenta de que la vida tiene un sentido independiente de la voluntad humana.
En razón a eso, dos filósofos a los que la psicología y la psiquiatría han sobrevaluado, Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre, definieron la vida humana como dos aspectos diferentes, con lo que consolidaron el caos burgués generado por la división del trabajo especializado.