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COMPLICIDAD O INCAPACIDAD EN LA DESCOMPOSICIÓN SOCIAL.

Se dice que la Vox Populi nunca se equivoca, también se asegura que «cuando el río suena, es que agua lleva». Un fenómeno social, resultado de la descomposición generalizada en el México moderno es sin duda, la incapacidad gubernamental que ha sido rebasada por la delincuencia organizada.

Ya no es solamente aquel «espectro» del comunismo de los años 60´s que era temido por los grupos conservadores de la época; tampoco las constantes crisis económicas que desestabilizaban al México en desarrollo; mucho menos los movimientos zapatistas que definieron los alcances del pueblo molesto con los gobernantes por la aplicación unidireccional de las políticas.

Pero curiosamente, aquel enemigo de la sociedad, considerado así por las autoridades, el Narcotráfico fue creciendo bajo la impotencia, miedo o contubernio de funcionarios ambiciosos; y dejó de ser aquel «invisible enemigo» de la sociedad para convertirse, gracias a esas complicidades gubernamentales, en un Monstruo tan real, con un nombre sumamente conocido y a todas horas mencionado, el llamado «Crimen Organizado».

Un depredador de mil cabezas, diversificado, con presencia en todas partes; en las calles, en comunidades rurales y urbanas, en grupos radicales, entre muchos pseudo políticos, en las redes sociales. Este monstruo ha sembrado la psicosis entre un pueblo pacifico, que sobrevive respetando los valores y que ahora, se ha desencadenado, afectando cada vez a más inocentes.

Ya no son únicamente aquellos asaltantes, carteristas, chantajistas, o los peligrosísimos ladrones de «cuello blanco», los que aparecían en los encabezados y paginas principales de los medios informativos. La inseguridad ha llegado a niveles inimaginables que mientras se confirma uno de los casos, en la sociedad se obtienen decenas de historias de personas cada vez mas cercanas; las víctimas ya no son solamente una estadística que las autoridades refieren, ahora tienen rostro muchas de ellas, nombre y apellido.

Muchos otros, miles de personas desaparecidas que han quedado entre cementerios clandestinos, sin certeza sobre su verdadera identidad, nadie los reclama, y si lo hacen quedan sin la certidumbre de lo que sucedió o por qué sucedió.

Circulan alertas y otras informaciones preventivas a través de redes sociales, radio y televisión, acerca de casos recurrentes, donde mujeres, niños, hombres en edad productiva, adultos mayores, es decir, sin excepción alguna, el «crimen organizado» no respeta a nada ni a nadie. Ante este fenómeno inconcebible, el silencio que las autoridades policíacas de todos los niveles guardan celosamente, argumentando que no pueden externar nada, para no afectar las investigaciones, a los familiares de las víctimas les resulta más convincente, que ese silencio tiene más de complicidad que de investigación.

Miles de desaparecidos, asesinados, levantados, son los datos que diariamente escuchamos o leemos, sin embargo, ni toda la legislación, ni los miles de elementos desplazados para resguardar la seguridad en el país, mucho menos las oraciones e invocaciones divinas, parecen ser efectivas para humanizar a grupos de seres que parecieran no tener, una pizca de humanidad, mucho menos respeto por la vida de las personas que nada tienen que ver con sus cuestionables actividades lucrativas ilícitas, cada vez más sanguinarias.

En un país donde ser bueno es ser víctima, las leyes protegen a los delincuentes, las autoridades pulverizan los derechos humanos, la mafia se extiende ilimitadamente, y la esperanza, la confianza, el respeto, y muchos otros valores, desaparecen de entre las nuevas generaciones, cuya visión hacia el futuro, no es tan a futuro, no es llegar a envejecer, tampoco en obtener un premio Nóbel o llegar a un punto en el Universo. Su universo no va más allá de cuidar una esquina, llevar y traer sustancias ilegales, dañar a otras personas y a cambio tener la satisfacción de traer en sus bolsas, cantidades de dinero que en ningún empleo honesto, les pueden pagar.

Esa es la visión de miles de jóvenes cuyo concepto formativo que poseen es el de destruir, es lo que aprendieron desde pequeños, y eso es lo que entienden; así la descomposición del México Actual.

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