LA NUEVA EXPRESIÓN PICTÓRICA DE OSCAR RAMÍREZ
El arte es un camino.
El artista va por él, buscando.
Muchas veces es una búsqueda insensata porque no sabe lo que busca, aunque tiene la certeza de que cuando lo halle lo reconocerá.
En este sentimiento deposita su confianza.
Va. Viene. Vuelve a ir y venir, y no desespera porque sabe que así es como se recorre este camino.
Un día hallará lo que busca y podrá morir en ese momento pleno de felicidad.
El arte es el camino de la búsqueda y eventualmente del hallazgo.
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De acuerdo al paradigma de las artes visuales, un aprendiz debe buscar un mentor que lo inicie en los verdaderos secretos de este oficio, por eso Oscar Ramírez, pese a su deseo de libertad creado por esa prisa emocional que tienen los que tienen el talento, buscó quien le señalara los hitos de este camino.
El pintor iconoclasta tapatío Kraeppelin, primero, y luego Sergio Garval fueron sus primeros mentores.
Una vez que ellos lo reconocieron se fue a la ciudad de México.
La definición de su expresión artística se fue realizando en un proceso que va de lo figurativo occidental al minimalismo oriental.
Veo sus últimas pinturas los trazos del sumi-e japonés, esa pintura a la aguada que se realiza de una sola pincelada, pincelada que es la manifestación de un hallazgo perceptual en la naturaleza o en el hombre mismo.
La idea de la epojé de Husserl me salta a la vista.
La pintura japonesa está inmersa en el pensamiento zen, cuyo proceso lleva al practicante a lograr la espontaneidad en el trazo en el que puede observarse de manera inmediata lo fortuito profundo y el gesto capturados en un instante.