OPINIÓN

LA FE RENOVADA

Por: Darío Fritz

Refugiado en no creer, o en todo caso en creer en algo nuevo porque si creemos en lo que las evidencias, los números, los hechos, nos dicen, todo un mundo se viene abajo en segundos, y lo que fuimos atando, enhebrando durante años, décadas, se desparrama sobre el piso, inexistente, inerte, muerto, como esos juegos de castillos inflables para niños al que de pronto, terminada la fiesta, hay que quitar el aire para devolver a su propietario.

Refugiado en evitar creer, envié el paquete con veinticinco polvos que ayudarían a mi padre a aniquilar el cáncer que de un canuto nacido en el pulmón comenzaba a esparcirse por su cuerpo.

Alguien dijo que le había dado buenos resultados. Y él lo sumo a su inclaudicable confianza.

La FDA lo ha aprobado, preguntó escéptico el médico que lo atendía. Y no hubo respuesta que dar. La respuesta, y fueron varias, hubo que darla a los agentes aduanales del aeropuerto que temían una nueva forma de trasiego de droga bajo aquellos polvos milagrosos.

De nada sirvió, obviamente. Refugiados en no creer, podemos buscar en un trasplante de maceta la solución al malvón que el sol quemante del verano ha dejado chamuscado y desfalleciente, en aventurarnos al menos malo entre los candidatos a que se lleve la presidencia municipal del pueblo, a que la chica a la que insinuamos amor de larga data venga presurosa por la respuesta en la próxima cita.