OPINIÓN

NAVIDADES NACIONALES

NAVIDADES NACIONALESPor: Jorge Valencia*/ TEN/ Opinión

Recordatorio del nomadismo, pedimos posada para poner en escena nuestro desamparo. La tradición evoca la penuria de María y José, en busca de un lugar donde pasar la noche para dar a luz a Jesús. Nuestro cristianismo es memorístico y sacrificial. En nuestras posadas actualizadas quienes bebieron más de la cuenta piden asilo a sus amigos; pernoctan entre animales y paren una cirrosis fulminante.
Los “nacimientos” asombran con sus figuras en proporciones casi siempre deformes, donde conviven pastores enanos con borregos bobalicones y la sagrada familia súper desarrollada. Los más creativos semejan una cascada con papel estaño y musgo en proporciones generosas que más que un desierto simula bosques magníficos con árabes sin un rol manifiesto. La tendencia minimalista nos ofrece personajes esenciales con caritas de bebés felices, el burro y el buey y una estrella que nos orienta el significado.
Lo moderno consiste en sustituir los nacimientos por Santacloses panzones y árboles de plástico de usar una vez y tirar. Los que menos temor sienten ante las estrategias de cobranza de la Comisión Federal de Electricidad, demuestran su amor propio con inútiles foquitos multiplicados que sólo sirven para demostrar el tamaño del afecto familiar por la Navidad. Con ese gesto, los vecinos ya no necesitan poner árbol. Ni siquiera encender las luces de su sala.
fantasmaEl árbol justifica la tala racional. Se trata de especies importadas que una vez concluida la temporada servirán para hacer fogatas en calles céntricas de las ciudades del tercer mundo. Nunca hay un lugar correcto para poner el arbolito ni un tamaño suficiente, pues éste representa el poder adquisitivo de sus compradores. Especialmente cuando vienen las tías de EE.UU., los anfitriones expresan su bonanza mediante la abundancia de las esferas y de las series. El riesgo de una tragedia depende de la educación del gato.
Santa Claus tiene un aire extranjero. Su felicidad y su barba son dignas de un leñador canadiense, no de un filántropo nacional. Nuestra generosidad no consiste en dar regalos navideños sino consejos prolijos que nadie pone en práctica.
NAVIDADES NACIONALESLos regalos son un mal necesario. Se da para recibir. La brillantez mercadotécnica ha ideado los intercambios como una forma de “salir tablas”. Con la ventaja de que, si el regalo recibido no es del agrado del donatario, siempre hay forma de reciclarlo. Así, un llavero-destapador de Acapulco cae en manos de una sobrina para quien las cervezas son un destino aún por descubrir.
La Navidad se remata con una cena opípara que a pocos les sienta bien. Los romeritos con mole después de las 12 garantizan pesadillas gastrointestinales. Como el mejor de los regalos, el omeprazol permite pasar una noche buena.

*Director académico del Colegio SuBiré. [email protected]

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