OPINIÓN

SUSPIROS DIGITALES

Por: Darío Fritz/ TEN/ Opinión

Los burócratas proliferan. El servicio público es su alma mater. Allí se fundó y allí resiste a todo tiempo y lugar. Pero ha hecho escuela, y de la buena. Se difumina campante y sonante con la misma voracidad con que un expediente de mil fojas mata todo intento de paciencia y cordura (para alguien que no es burócrata). Burócrata, el médico que ante la gripe checa vías respiratorias y receta el mismo antibiótico, jarabe o antihistamínico para cada paciente que desfila por el consultorio. Burócrata, el futbolista que en el ocaso de sus éxitos busca una liga menor para caminar lo necesario –correr es cosa del pasado –, lesionarse cada tres partidos y aguantar dos cuartos del juego. Burócrata, el profesor que repite las mismas letanías que él mismo odia. Burócrata las mujeres que paren con alegría y dejan a los hijos mayores al cuidado de los menores. Burócrata, el presentador de noticias que solo lee para repetir lo que otros le escriben y ofrece las diarias reflexiones insulsas que la audiencia ya le conoce. Burócrata, el actor, actriz, que actúa de sí mismo. Burócrata, el taxista de cara larga y modos huraños. Burócrata, el conserje de hotel: sonrisa impostada, palabras formales, parada rígida de soldado en guardia. Burócrata, el escritor que repite personajes, estructura, giros idiomáticos, en la última novela del año.  Burócrata, el cura de salmos tradicionales, regaños de manual y zapatos sin polvo. Burócrata, el que hace del vicio una virtud, se puede leer por ahí. No hay en ellos ni mitología, ni épica, una historia ejemplar que haga vibrar o genere una emulación, a decir de Jorge Ibargüengoitia.

Pero hallar historias que son todo un desafío, vibrantes en cuerpo y razón, puede no ser tan disparatado. En estos días me encontré que un contrato para actividades freelances académicas se compone de veintidós documentos que la víctima debe presentar. Dos más que en 2024.  Y tres respecto a 2021. Una escala ascendente y progresiva que habla de saltos de imaginación y creatividad. Incluye ciertas obviedades y otras que forman parte de un léxico único –bien podría ser transgresor si no supiéramos su origen– como FOCON y Manifiestos sobre artículos fiscales y leyes de la administración pública que harían sudar hasta un esquimal en el Ártico.burocratas

Tanto frenesí de papeles y archivos digitales tendría de todos modos las horas contadas. Eso se dice. En el Congreso de la Unión discuten una nueva Ley Nacional para Eliminar Trámites Burocráticos con la intención manifiesta de que los trámites, requisitos y tiempo de atención se reduzcan a la mitad. Es decir, que de los 523 trámites promedio que entorpecen la vida de la gente en los estados, bajen a 261, y de 144 municipales a 72. En el caso de los académicos freelances, serían once. Buenas noticias para descorchar optimismo, aunque los hacedores de tantos enredos puede que desenvainen la espada sobre la letra chica de la futura ley y nos hagan acreedores de otro tipo de goteo de sudor.

Un ácido Ibargüengoitia decía hace más de cinco décadas que “la actividad burocrática es como un cuarto en penumbra en el que se oyen suspiros, quejumbres, resoplidos y movimientos furtivos, pero en el que no se sabe ni quién es quién ni qué es lo que pasa”. Casi un siglo atrás, el cronista Roberto Arlt comparó al burócrata con un molusco, en sus Aguafuertes Porteñas: “se ha aferrado a la primera roca… y se quedó medrando mediocremente, sin una aspiración, sin una rebeldía, siempre manso, siempre gris, siempre insignificante”. Ambos coinciden en que la etapa superior del burócrata es la jubilación, aunque siempre estarán otros que sigan sus pasos como un número al infinito. La tabla de salvación, el enemigo a instalar frente a la burocracia, dice la propuesta legislativa, tiene por nombre digitalización. Pero esa tampoco aspira a la rebeldía, navega impertérrita, gris, sin mayores aspiraciones. Ni suspira, ni resopla, ni sabemos quién está detrás de ella.

@dariofritz.bsky.social