CULTURAOPINIÓNPOLÍTICAREGIÓN

EL ELEFANTE

Por: Luis Rodolfo Morán Quiroz*

Este pequeño animal, si consideramos su tamaño en comparación con el de otros mamíferos contemporáneos como las ballenas, o en comparación con sus ancestros como los mamuts, ha sido objeto de referencia en algunos dichos populares. Por una parte, se dice que un proyecto de gran coste es un “elefante blanco” pues sus beneficios no son tantos como los gastos que implica. Lo escuchamos acerca de instituciones, construcciones, proyectos. En Tailandia, esos elefantes eran sagrados y a la vez eran un símbolo de poder. En todo caso, hacerse cargo de un elefante blanco ciertamente es un camino que apunta a la ruina de quien lo posea.
En un dicho también frecuente, este animal es referencia cuando se evita hablar de temas de los que todos estamos conscientes pero que resultan incómodos por más evidente que sea la necesidad de discutirlos. El elefante en el cuarto suele referir a temas tabús. Están ahí pero no queremos tratarlos por su complejidad. Así, en estos dos años de pandemia nosotros o las autoridades hemos evitado varios temas tan evidentes por requerir solución inmediata que no los mencionamos para no complicarnos la vida con tener que desencadenar secuencias de solución. Aun cuando no es lo más aconsejable para quien quiere evitar meterse en berenjenales, contradigo el refrán de “en boca abierta no entran moscas” (o comisiones, añadía una funcionaria que conocí) y me atrevo a señalar algunos de esos temas. Pregunto, sin tener soluciones elaboradas:

• En cuanto a los meses de distancia social en las escuelas y barrios: ¿Qué pasará con las habilidades sociales de todos esos jóvenes estudiantes que han estado aislados entre sí durante estos dos años de pandemia? ¿Tendrán oportunidad de compensar esas oportunidades perdidas de interacción con sus contemporáneos? ¿Sus relaciones afectivas, profesionales, intergeneracionales, lograrán equilibrios y adecuaciones en su vida adulta en el mediano plazo?
• En cuanto a la activación física de los estudiantes obligados a aislarse de la vida deportiva durante la pandemia: ¿Lograrán compensar las habilidades, pericia, interés y disciplina que todos estos meses de escasa interacción han impedido? ¿Establecerán lazos de colaboración y espíritu de superación suficientes para regresar a las competencias deportivas?
• En cuanto al uso de los espacios públicos y los medios de transporte: ¿Lograremos apropiarnos de los espacios compartidos o quedarán para acceso exclusivo de determinados grupos e individuos? ¿Podrán volver a aprender los jóvenes a utilizar esos espacios y a transportarse en medios colectivos? ¿Cuánto tiempo tomará para que los medios de transporte a las escuelas y de regreso a los hogares sean accesibles a todas las poblaciones? En el caso específico de la Zona Metropolitana de Guadalajara: ¿Cuánto tiempo pasará para que los recién inaugurados servicios de transporte colectivo (línea tres del tren ligero y Mi-Macro periférico) logren atender la demanda de manera eficiente para que los estudiantes lleguen a tiempo a sus escuelas y los trabajadores cumplan con sus horarios sin acabar agotados por el tiempo que consumen los traslados?
• En cuanto al uso de las tecnologías y de los espacios de las aulas: ¿Lograrán los docentes integrar adecuadamente las nuevas tecnologías de enseñanza que se convirtieron en la única alternativa durante meses, en los flujos de enseñanza y aprendizaje de los meses por venir? ¿O se olvidarán docentes, estudiantes, autoridades y padres de familia de las brechas digitales existentes una vez que se reduzca el impacto de la pandemia en la vida cotidiana? ¿Lograrán organizarse los espacios de las escuelas y aulas de manera que se reduzcan las enfermedades infecto-contagiosas en los contextos educativos?
• En cuanto a las interacciones entre las generaciones y las personas: ¿Habremos aprendido a interactuar de maneras más respetuosas y saludables (física y mentalmente) al final de esta pandemia? ¿Hemos logrado aprender acerca de la relación que guarda nuestra salud individual con la salud familiar, de nuestras instituciones y la salud pública en general?
• En cuanto a la manifestación política: ¿reconoceremos la interdependencia entre nuestras acciones domésticas y las implicaciones de nuestro actuar y nuestra responsabilidad en la vida colectiva?
• En cuanto a las instituciones de salud: ¿Las dejaremos en manos de la iniciativa privada a raíz de la ineficiencia de algunos gobiernos para prestar servicios de salud? ¿Aprendermos a hacer un uso más eficiente de los recursos públicos y privados dedicados a la salud?
• En cuanto a la educación para la salud: ¿Seguiremos nuestras viejas prácticas de apatía frente a las necesidades de los demás en términos de salud? ¿Continuaremos con nuestra actitud de que la salud de cada individuo es solo su responsabilidad y reflejo de sus libertades? ¿O lograremos reconocer que nuestros hábitos afectan a las demás personas, cercanas en el contexto local o más lejanas en un contexto global?

Finalmente, en cuanto a nuestras habilidades de comunicación en los contextos domésticos y políticos: ¿seremos capaces de plantear, discutir y resolver con acuerdos los problemas de los que solemos escabullirnos?
¿En qué medida, desde las escuelas y las aulas, podemos contribuir a resolver la incomodidad de temas que, de no tratarse, podrían llevarnos a la ruina?

*Doctor en ciencias sociales. Departamento de sociología de la Universidad de Guadalajara. [email protected]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *