CULTURA

LA OTRA PANTALLA

La otra pantalla
Gómez Lobo, José Luis (2010). La otra pantalla, Editorial Arlequín

La Guadalajara urbana, la del barrio sin arquitectura notable, apenas referida por algún comercio o alguna seña equívoca, la de las bardas grafiteadas, esa donde parece que nunca ocurre nada, es el trasfondo desde donde se cuenta la historia de un tapatío nacido sin privilegios, crecido al amparo de una zona brava, olvidada por las autoridades, sin plazas ni jardines donde el ciudadano pueda sentirse seguro y relajado.

Ante una geografía adversa, el protagonista se encierra en los muros de su casa diminuta, centra su atención en la pantalla televisiva, único artefacto que lo hace conocer otros mundos. Gerson Rivelino, quien lleva el nombre de un futbolista que marca sus expectativas, desea convertirse en una celebridad similar a las que se mueven en su televisor en blanco y negro.

Afuera de ese universo ficticio se encuentran las prostitutas de la calle Gigantes, con quien Gerson interactúa más de alguna vez, están también los otros niños y jóvenes desarraigados del paraíso familiar, los compañeros burlones de escuela, chavos poco comprensivos ante la incapacidad mental de Gerson, producto de malformaciones genéticas.

La novela muestra la realidad social de muchas familias empobrecidas, sin mayores pretensiones que las surgidas en el empleo como obreros y empleados de comercio, sin posibilidades para divertirse de otro modo como no sea el futbol llanero, el encuentro en la tienda de la esquina, y de cuando en cuando, la visita furtiva a un bar de mala muerte, o una fiesta familiar de poco presupuesto.

En esa pausa eterna transcurre la vida del protagonista, quien un 22 de abril sabe ha ocurrido algo grande, una explosión tan tremenda que ha cimbrado la tierra de tal modo que la cicatriz es imposible de cerrar, porque adentro cabe hasta una unidad de transporte público de la ruta 214, la cual no hay que buscar demasiado, porque es mejor se quede sepulta con todos sus pasajeros, para que el conteo de los muertos no sea tan elevado.

Gerson Rivelino narra el instante preciso: “Boooooooooooom. Volé. Para atrás. Volé. Y mientras volaba pensé en la muerte. Eso era la muerte. Un jalón repentino que te saca de donde estés. Como un títere que ha terminado su participación en el tinglado” (p.177). Y luego la imagen: “Los pies de mi mamá salían por debajo de un enorme bloque de cemento”. La desventura se suma a la trágica existencia de Gerson.

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