En los 195 países que existen en el mundo estamos distribuidos, millones de personas. Cada vida, cada esencia dispone del dispositivo biológico para abstraer la realidad circundante y percibir la crudeza ante el hecho de que día tras día requerimos lo necesario para vivir… para sobrevivir. En lo emocional también tenemos que lograr un equilibrio que nos dé certidumbre de vida; y en este sentido es imperativo relacionarnos con las otras personas que responden igual y que al ocupar espacio y respirar el mismo aire propicia hacer una importante pregunta: ¿Cuál es el valor que tenemos como personas?
Todo esto fue cuestionado y resuelto en nuestra constitución; la que nos rige como República desde 1917. En el Congreso Constituyente de 1916 se buscó que las diferencias de pensamiento sobrelleven la existencia en paz y concordia y se crearon leyes bajo el esquema de derechos y obligaciones que son aplicables para todos.
Nuestro valor como personas se palpa cuando se está junto a otra persona con “ese algo” que irradia y cuya fuerza es mayor cuando existe un vínculo familiar, fraterno o amoroso. Misterio de la vida aun, el que somos un misterio de existencia. Considerando lo anterior se hace referencia, según la leyenda, a una mujer solterona que vivió por la zona de la capilla de Jesús y quien en aquellos años de 1920 tuvo a bien conocer a Salomón Maytorena hombre trabajador impulsivo e impositivo que fundo de joven un taller de fundición por la zona de Mezquitan. Ella se llamaba Juanita Cárdenas de honorable familia, a sus 24 años de edad la sociedad misma la presionaba para buscar marido; contraer nupcias y cumplir con las costumbres de la época. Mujer trabajadora pulcra y disciplinada sintió que Salomón Maytorena era el hombre ideal y que aun con su temperamento podría ella domesticar.
En el taller de Salomón se fundían los perfiles o molduras, garigoleados, manijas, ornamentos y fajillas de hierro con los que se fabricaban la gran cantidad de barandales, rejas, puertas, frisos, arcos y estructuras que adornan aún, en la actualidad las fachadas de las casas construidas entre 1890 y 1930. Muchas de sus iniciales creaciones no utilizaron soldadura (la soldadura de arco fue descubierta por Nikolay Slavyanov en 1888, pero fue hasta que se industrializó el electrodo recubierto que se generalizó su uso a partir de 1950). Esta herrería se unía entre sí por medio de remaches. (Así fue construida la Torre Eiffel en 1887) y sus trabajos artesanales -simples- eran de una exasperante laboriosidad.