CULTURA

ANA LUISA RÉBORA, LA PARADOJA DEL DESEO

ANA LUISA RÉBORA, LA PARADOJA DEL DESEOPor: Carlos Prospero

Ana Luisa corre de aquí para allá entre la gente; se detiene, saluda, da un beso en la mejilla, sonríe ampliamente, le brillan los ojos como si mirara el alma de los que se le acercan y se diera cuenta de los deseos que hay en sus corazones.

Conoce sus deseos con solo ver sus expresiones.

Luego se aleja y toma un trago de algo y regresa y ya no está entre la gente.

Ella mira lo que nadie mira, pero lo que mira fluye hasta sus dedos, se concreta en líneas oscuras, en manchas, en colores tenues, enmarcadas por el tamaño del papel y soportados por el color que fondea en esos trazos dulces y firmes al mismo tiempo.

Alguna vez dije que esos trazos tristes, que son una algarabía a la melancolía, es lo de todos, aunque no se reconozcan o le rehúyan.

Son las pinturas más veloces, me dice la curadora. Una cada media hora, una que se acerca y se aleja, que se concentra queriendo escapar de lo que la aprisiona, como el alma de los que están en este espacio de paredes altas y un ventanal amplio que permite el paso de la luz de la noche entre el bullicio de las voces que quieren expresar lo que miran y no miran porque se les pierde la mirada en esa pared llena de trazos y colores que confunden a los conos y los bastoncillos.

fantasmaSon figuras delineadas, figuras que parecen, pero no son, figuras que se mueven estando en el papel, que quieren salir del marco que las contiene, dando una tensión a esa relación, una tensión suficiente para depurar el alma de quien las mira sin que su conciencia se dé cuenta cabalmente.

Su paleta, ciertamente, es, en casi toda su obra, oscura en sus figuras que se mueven en un fondo menos denso, en un fondo en el que están incrustadas, con cierta libertad, con cierta angustia existencial, con cierto deseo que les mueve y que forma en ese movimiento la composición, con un trío de figuras verticales, otras inclinadas, formando un corro, y construye también la perspectiva con sus dimensiones y sus posiciones.

Solamente quien mira el mundo de otra manera logra develarnos lo que no nos es visible, lo que sentimos sin saber qué es lo que sentimos. Magia pura.

ANA LUISA RÉBORA, LA PARADOJA DEL DESEOLas figuras apenas delineadas, sin rostros, solo en movimiento, ahora tienen un trasfondo de color, un indicador que algo le ha pasado a la autora, algo de trascendencia de su propia vida que le ha cambiado la visión y la perspectiva.

Las figuras son los personajes principales, oscuros, en movimiento contra las agujas del reloj o hacia arriba, siempre hacia arriba; personajes cuya personalidad no es importante, sino su presencia; no lo que significan, sino lo que insinúan, lo que nos quieren decir, pero no dicen abiertamente.

A Ana se le rompió el abanico del rinoceronte y por eso pinta al rinoceronte, es decir, la esencia, la pureza del sentir vuelto color y trazo.

Quiero decir que hubo un cambio profundo, un cambio en el carácter personal que la llevó a mirar el fondo de otro color, solamente el fondo, pero mantiene sus trazos oscuros con esa intensidad de lo que dicen, no de lo que pudieran significar.

“En el momento en que el tenista lanza magistralmente / su bala, la posee una conciencia totalmente animal”, porque en el momento en el que ella lanza su pincel sobre el papel está despojada de esa conciencia que impide ser al ser humano, porque con su mano despliega la función de un órgano especial que hace que ese ser social, que tiene relaciones con el mundo, con sus semejantes y sus contrarios, rompa con todo y se proyecte con esa angustia existencial que captura del ambiente, que se presenta cuando no hay una malla protectora en caso de que caiga.

ANA LUISA RÉBORA, LA PARADOJA DEL DESEOElla siente lo que todos sienten, pero no le dan importancia, y lo pone enfrente para que lo reconozcan, si quieren.

Ana Luisa, pues, ha llegado al cuarto estadio del conocimiento, que es el conocimiento inconsciente, el que se despliega en la habilidad cuasi perfecta del hacer no haciendo.

El color ha dejado atónitos a todos porque el fondo, que siempre era oscuro, intenso a veces, se ha transformado.

¿Cómo es que ha sucedido?, se pregunta quien a duras penas alcanza a recobrar un poco el razonamiento, pero no puede ir más allá de ese deseo que lo lleva a preguntar mientras cae en ese abismo de emociones que recorren los cuadros y se proyecta en quien los mira.

Me dice que esta “Lotería” es una especie de desviación, que luego volverá a lo suyo, lo cual me recuerda el diálogo último entre don Juan y Carlos Castaneda:

–Nunca regresarás a Los Ángeles –dijo don Juan.

–Sí –contestó Carlos–, mañana tomo el avión de regreso.

–Llegarás a Los Ángeles, pero Los Ángeles ya no será Los Ángeles, porque ahora tú estás en el estadio de un hombre de conocimiento.

“Lotería”, en la Sala Silenciosa, que era el estudio del arquitecto Luis Barragán, en el actual 814 de la calle de López Cotilla, es una exposición de 110 cuadros de pequeño formato que cubren toda la pared del lado poniente, algunas cerámicas y otros cuadros de mayor tamaño, en los que Ana Luisa Rébora muestra el grado de maestría que tiene en la representación figurativa abstracta en la que el color del fondeo resalta los deseos hasta la exaltación de los sentimientos.

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