CULTURA

LA LEYENDA DEL POLÍTICO

LA LEYENDA DEL POLÍTICOЛитэратура # 25

Por: Carlos Martínez Valadez

Esta historia es real. Se cambiaron los nombres para proteger la identidad.

“La ley de la oligarquía”, libro escrito por el politólogo alemán Robert Michels en 1911, es un referente a la realidad que se vive en todo el mundo sobre el fenómeno en que la política es solo un medio para acceder al poder. Las ideologías, el humanismo, las libertades, la democracia –a secas-, son solo banderas que utilizan muchos entes vivales, farsantes y populistas que se desenvuelven en lo privado con una vida de magnates, prepotencia y abusos.

Esta tendencia fue prevista por Michels, en la que por su investigación expuesta a un pasado histórico de 800 años encontró la ciclicidad con que las personas enfermas de poder hacen todos los malabares para llegar a la cima del absolutismo político. Ya lo aseguraba el historiador Lord Acton en 1862: “El poder corrompe y el poder político corrompe absolutamente”… y eso fue lo que paso con Bernardo Vela Flores, un ciudadano tapatío de ascendencia humilde, quien en sus años mozos fue el líder de barrio de sus camaradas en la zona de Aldama en los tiempos previos a la construcción de la ya legendaria Arena Coliseo –zona de costalazos profesionales- siendo inaugurada en junio de 1959; a su vez “zona alejada” de la ciudad en que se concentraban cartomancistas,  chamanes y brujas que por una módica cantidad “enderezaban su vida” con limpias y sortilegios.
Dice la leyenda que de este crisol social surge el hombre ávido de fortuna y poder, deseoso de transformar la vida de nuestra ciudad Guadalajara en la década de 1959 – 1969. (Transformar la vida, sí, pero a su favor).

mitinOmitiendo sobrados detalles de su juventud, su vida escolar y la profesional, Bernardo logró escalar a través de reducidos mítines, asambleas, influencia y una que otra imposición sindical a formar parte del ayuntamiento tapatío en calidad de regidor durante el período 1965 – 1967. Se le asignó en la comisión de “cementerios, calles y comercios”. A Bernardo no le pareció casual el que tuviera que ver lo relativo a cementerios: Un par de amuletos, varias limpias y sortilegios “le hicieron llegar” a sus 30 años de edad hasta ese puesto. Por supuesto aspira a más y se prepara para rituales más elaborados que lo posicionen en la punta de la pirámide.

Convencido de sus creencias y creyéndose el único ser humano ungido sobre la tierra, su soberbia rayaba en algo fuera de este mundo.

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