CULTURA

LA LEYENDA DEL VIRUS

LA LEYENDA DEL VIRUSЛитэратура #24

Por: Carlos Martínez Valadez

Guadalajara, amanece y el humilde comercio ambulante se extiende por las empedradas calles al tiempo que los modestos comercios se preparan para abrir. Los gallos terminan de anunciar la próxima salida del sol y las carretas de mulas, los caballos y la gente que en ellos se transportan inician otro día con esa dulce ignorancia que caracterizó la sociedad de mediados de siglo y que sin saberlo enfrentarían y afrontarían el delicado equilibrio entre la vida visible y la que flota invisible en el ambiente de manera cotidiana.

Humildes campesinos provenientes de distintos campos alrededor de la ciudad traen la variada y abundante cosecha que da la tierra; -Sin saber que era la última… la hambruna que se avecinaba-, así como los criadores de animales domésticos se acercan a cumplir con la ley de la oferta y la demanda; aunque demasiados humildes tapatíos no supieran qué es eso.

El río Santiago, al oriente fluye cristalina hasta antes de llegar a un desagüe natural de aguas residuales, dada la pendiente del valle de Atemajac; en verano múltiples embalses naturales son criaderos para millones de mosquitos que migran a las concentraciones de gente; la leche bronca circula en cántaros para el consumo humano; los alimentos se conservan en primitivas ollas de barro cubiertas con lienzos húmedos para mantenerlos frescos. No existía la electricidad, solo el
ingenio producto de vivir  a la intemperie acentuado con el elemental sentido común.

Las acciones fisiológicas, las relaciones íntimas, así como las labores de parto se realizaban sin mayor cuidado y un manto de miedo, de temor a lo desconocido y a la muerte cubría la ciudad, cortesía de la religión cuya evangelización incluía recompensa y castigo divino al que osara retar y fracturar lo establecido.
El primer cuadro de la ciudad de esos años comprendía desde el Río Santiago hasta Mezquitan y desde Mexicaltzingo hasta “Las Cuadritas” de fray Antonio alcalde, con una población censada de la época de 24,249 habitantes.

Así, desde la fundación de nuestra ciudad Guadalajara en 1542 evolucionaba nuestra gente a través de los años… hasta antes de 1785.

LA LEYENDA DEL VIRUSNuestra pequeña ciudad se expandía y en un tejaban original sobre la cual se construyó otro con tabiques de adobe que en la actualidad está a punto de caer; se encuentra en el #376 de la calle Zaragoza, entre Angulo y Herrera I. Cairo. Aquí, en este mencionado tejaban fue y vivía en aquella época Norma, joven de 17 años quien con su madre, padre, dos hermanos, gallinas, un par de cabras y una mula habitaban en condiciones infra humildes de entonces.

Norma no entró al monasterio porque al contrario de otros jefes de familia, se opuso el padre a confinarla; aunado al hecho de que era una niña muy trabajadora y velaba por la estabilidad de su familia.
¿Hubiera sido mejor encerrarla en un convento?

Cuenta la leyenda que a diario iba por leche a los establos en las afueras de la ciudad a inmediaciones de donde se construyó 59 años después en 1844 la penal de Escobedo, en calles de Pedro Moreno y Puebla. Regresaba ella jalando la mula con cántaros a cuestas y descalza pasaba una y otra vez por los lodosos charcos, que no solo era agua estancada, también eran charcos amarillentos de orines de los animales donde se criaban moscos, larvas y gusanos. Las condiciones anti higiénicas eran terribles y la natural inmunidad evitaba las enfermedades oportunistas.

LA LEYENDA DEL VIRUSFue durante las celebraciones religiosas en la recién construida Catedral de Guadalajara (1571 -1618) que las cosas empezaron a cambiar. Era domingo, único día en estas festividades que la familia
de Norma salía a mezclarse con otras personas alrededor de la catedral.

Conviven, rezan, se dispersan, se reúnen y regresan a su humilde hogar una vez oscurece. Solo parte del atrio se iluminaba con grandes cirios. Fuera de ello oscuridad total y sin luna era la boca del lobo.

Una sola vela iluminaba el cuartucho donde vivían y no había nada más que hacer… así, transcurrían los días. Norma  iba a los establos y empezó a tardar más de lo usual; su madre le encargaba lavar trapos al río y duraba todo el día. Norma llegaba nerviosa, pensativa, callada.

Su madre notó el cambio ¿Qué te pasa hija?

LA LEYENDA DEL VIRUSRetraída, con una conducta anormal, Norma ya no quiso comer tortillas…bebía con dificultad agua; ya no toleraba la leche, su temperatura aumentó. Su padre se la pasaba todo el día trabajando la
tierra… ya no lo acompañaba. Una mamá preocupada sabe que el mal del diablo la toco. La atiende pero al paso del tiempo se puso peor.

LA LEYENDA DEL VIRUSResignada la llevó en carreta prestada al “Hospital Real de San Miguel de Belén” (Construido como colegio en 1570 y adaptado como hospital), ubicada entonces en la manzana que actualmente ocuparon los últimos tres Mercados Corona: 1888, 1963 y 2014. Calles Hidalgo y Sta. Mónica.

La medicina… Los médicos de la época observaron síntomas en Norma que antes no habían visto. Le dieron una cama y el tratamiento por empírico fue inútil: abundante diarrea, temperatura, dificultad para deglutir, alucinaciones, debilidad… decadencia… rigidez… la muerte.

Norma pierde la vida ante la confusa mirada del médico. Internan a otras personas urgentemente con los mismos síntomas. No hay medicamentos (lo que había eran tratamientos paliativos). La
herbolaria podría aliviar pero, ¿Cuál manojo, qué especie,  qué tanto?

La única botica en la ciudad  carecía de remedios para ese mal desconocido.

Pasan los días y el hospital llena sus 54 camas… gente en los pasillos, en el suelo sus síntomas y sus efluvios corporales dejaron su inmundicia, y los fétidos olores en el recinto contaminaron el lugar. Los únicos tres médicos empezaron con los mismos síntomas. El personal auxiliar y de asistencia sanitaria –no existían las enfermeras-. (La enfermería como profesión inició formalmente hasta 1844 con Florence Nightingale en Inglaterra y se extendió al resto del mundo los treinta años posteriores) atemorizados dejaron de prestar servicio. La crisis apenas estaba empezando. Fray Antonio Alcalde muy anciano con conocimiento de causa envía gente de ayuda, los cuales prestaban servicio en la construcción de las casitas (las cuadritas).

(Fue por esta razón de la saturación del hospital, que se decidió el cambio y construcción del Hospital Civil en su actual ubicación: Calle Hospital y Belén desde 1791). ¿Qué está sucediendo?

LA LEYENDA DEL VIRUSLa condición humana ha sido la misma en todo el mundo, todo el tiempo. Por ello hubo gente observadora, aguda, con autoridad, con conocimientos que intuyo contagios por algo desconocido. Se ordenó aislar los hospitales. Se tomaron las medidas acordes… aun así, empezaron a aparecer cadáveres en las calles.

El miedo entre la población era envolvente, dramático. Personal del ayuntamiento y voluntarios religiosos levantaron los cuerpos y, desnudos en su mayoría, los dejaban apilados a la entrada de los
templos; incluso en el Templo de Santo Tomas, se llegaron a dejar en su interior. ¿Sera pecado prenderles fuego? ¿Y si los sepultamos el diablo invadirá los camposantos? La familia de Norma no deja de llorar… se acercan las lluvias… ¿El torrente lavará el pecado?

La gente ya no salía de sus humildes chozas… el comercio se detuvo, pues ese 1786, fue el denominado “año del hambre” en que una inusual tormenta de granizo y fuertes lluvias arrasaron con las cosechas, lo que vulneró la salud de los tapatíos haciéndolos presa de enfermedades epidémicas.

El fétido olor a muerte impregnaba la ropa. No existía ninguno de los panteones que en la actualidad conocemos. ¿Qué hacer con tanto muerto? ¿Qué es y cómo empezó esta epidemia?

LA LEYENDA DEL VIRUSEl cabildo se reúne con emergencia: “A este paso nos vamos a quedar sin gente”. La población “como medida de protección” empieza a atiborrar los templos… Se celebra misa todo el día. Después de mucho discutir, el cabildo decidió que se reúna y se lleve a todas las piltrafas humanas fuera y lejos de la ciudad. –Tan solo el Hospital Real de San Miguel de Belén reportó 1,135 defunciones por la epidemia “de la bola” en 1786- (Se denominó –de la bola- porque eran varias las enfermedades padecidas aunado a la crisis del hambre, lo que conformaba “una bola de calamidades”).

No había caminos ¿A dónde los llevamos?: Al Nor-Poniente, en la actualidad Bosque de los Colomos el cual estaba en su mayoría como árboles de retoño. Se excava una fosa promedio para cientos de
cadáveres que nutrieron la tierra que hizo florecer el bosque; por lo que su intervención desvió los manantiales de agua lo que, para finales de ese siglo, se acentuó la demanda de líquido, y se aprovechó esos caudales desviados para iniciar la construcción del Acueducto en el año de 1900. –Zona Providencia-. (Una gran parte de cadáveres no fueron sepultados –por temor al contagio- y se dejó “a la acción del tiempo y del viento su desvanecimiento” en la pendiente natural de lo
que hoy es el parque alcalde). La epidemia se autocontroló ese año de 1786 y dejó la experiencia y el conocimiento necesario para la mortandad que ocasionó la epidemia del cólera en 1830.

Son las celebraciones religiosas en la Catedral de Guadalajara, Norma se aleja de la familia entre el gentío y conoce  un recién llegado mozo galo asignado a un regimiento provisional asentado en
nuestra ciudad. Su gallardía la impresionan. Se conocen lo necesario y acuerdan encontrarse furtivamente: “voy a los establos por las mañanas… (Señalando con el dedo hacia el horizonte)… tal vez”
¿Cómo juzgar la natural inquietud de una adolescente que jamás ha probado las mieles del amor?

LA LEYENDA DEL VIRUSValente, así se llamaba el impetuoso joven, valiente y aventurero viajó en galeón desde España, donde la promiscuidad era cosa cotidiana. Treinta días se tardó en cruzar el atlántico y sus nulos cuidados de higiene personal y de su entorno, le irían a cobrar factura. Esas mieles de amor fueron vehículo para transferir las consecuencias de su desordenada vida a una inocente, ingenua y arrebatada adolescente que cayo sumisa a esa nueva experiencia de vida… en la vida de una mujer.

Hubo un momento, en que reflexiva Norma pensó, mientras sus desconocidos síntomas invadieron su delicado ser: ¿Este es mi castigo al pecado de amar? Nunca lo supo. Entre la gran cantidad de muertos arrojados a la fosa, iba un joven gallardo quien aún vestía su indumentaria militar.

Cierto, las grandes epidemias son importadas de otros lugares y actúan como válvulas para controlar el exceso de población: “Elmers-cov” es otra variante – mutante del coronavirus, cortesía de los
Emiratos Árabes en este 2023, más contagiosa, más mortal.

La condición humana se repite, no importa el tiempo. Aun con la avanzada tecnología propedéutica no evitará la avanzada de otra nueva pandemia.

Norma, en el trance de sus alucinaciones y de su instinto de mujer se convenció de que si ese era el sufrimiento por amar y ser amada, aceptaba su destino, pues el amor es un espíritu envolvente que le da sentido a la vida aunque la vida misma, sea efímera.

La Leyenda del Virus

Autor: Carlos Martínez Valadez, agosto de 2023.

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Próxima semana: La Leyenda del Político

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La visión que cada persona tenemos de la vida y de los demás, define también el gusto por leer… Existe una máxima que envuelve la circunstancia especial que traduce buenaventura: “La persona ideal, en el lugar ideal, en el momento ideal”. Estos factores deben coincidir cuando nuestros lectores nos visitan. Si ese es su caso, lleve y asimile un conocimiento nuevo a cambio del tiempo que nos dedica.
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