Es suficiente que alguien que un objeto –pintura, escultura, literatura, cine, música– es arte para que sea aceptado como tal.
La hipótesis en la que se asienta esta actitud afirma que el arte es subjetivo, razón por la cual todo hombre y mujer son potencialmente artistas, puesto que todos fueron creados a imagen y semejanza de un dios que, según la antigua creencia bíblica, y siendo, según algunos, palabra revelada, es absolutamente cierto.
A esta idea se le adjunta la de los filósofos cognitivos, para quienes es imposible conocer la realidad.
Eso que consideramos que es la realidad, afirman, solo es una representación lingüística en nuestro cerebro, por lo que la realidad del individuo es una imagen, no la realidad misma.
Todo lo ha creado cada individuo como respuesta a los estímulos externos tras los que vive enconchado en esa imagen que se creó.
De este lado del espejo, el hombre vive su ficción, encarcelado en el lenguaje.