CULTURA

LITERATURA DE AVIÓN

Por: Carlos Prospero/ TEN/ Cultura

Todo libro escrito en prosa, informativo o imaginativo, de acuerdo a los estándares impuestos por la UNESCO, debe tener necesariamente una extensión, un número definido de páginas maquetadas listas para su impresión; es un requisito indispensable –sine que non, en buen latinajo—para que el autor, auténtico o sólo firmante, cobre la suma asignada por la editorial contratante, y continúe siendo parte del club de profesores-investigadores a los que el gobierno mantiene a través de becas y

publicaciones.

Así que, por lo general, el autor debe llenar o rellenar tal número de páginas con información que tenga un grado de unidad, aunque sea una sarta de tonterías.

Como todo buen escritor, todo lo que diga, salvo algunas lagunas, debe estar respaldado por lo que uno o más hayan dicho anteriormente, pues la validez de lo que escriba se sustenta en esas referencias que de alguna manera recrea o glosa.avioncito

Esos otros autores citados para apoyar las ideas primarias que le vinieron a la cabeza al firmante del libro y que constituyen el motivo, o la inspiración, de su texto en el que discurre su pensamiento, su sentir, son los verdaderos protagonistas de lo que se cuenta, pues, siguiendo las verdaderas validaciones de la escritura, pueden citarse sus textos, siempre y cuando se sigan las indicaciones de la APA, gran rectora del pensamiento escrito.

Claro que esas citas no solamente sirven para sustentar lo escrito, sirven, principalmente, para llenar el espacio requerido del número de páginas que debe contener eso que se llama “libro”.

Otro elemento que sirve para rellenar –cumplir– el número de páginas son las páginas en blanco que se utilizan cuando el final de un capítulo termina en una página impar.

La división capitular es el secreto de todo libro, pues en cada uno de ellos se puede meter, como oraciones completivas, toda la información que sobra en el discurso, –los ripios–: esas frases u oraciones que no refuerzan lo escrito, o no lo enriquecen, pero llenan líneas ágata.

La psicología cognitiva describe un periodo de tiempo en el que una persona presta cabal atención a lo que hace, pero pasado tal periodo se distrae de tal manera que le es difícil volver a concentrarse, así que la división capitular del libro tiene la finalidad de mantener la atención de los lectores.

Fíjense cómo los relatos actuales o los ensayos están divididos en un número específico de páginas, con el argumento que eso da un ritmo de lectura que es el que atrapa a quien lee.

La retórica inglesa definió los textos por la cantidad de palabras que debe contener: 50 mil para una novela, un poco menos, para una nouvelle, y otras menos para una novelette; el cuento no debe rebasar las 20 mil y el microrrelato las 500.

Es cierto que se han cambiado las formas, que la rapidez con la que se vive la cotidianeidad requiere de textos rápidos, como aquellos de Poncela para leer en el elevador o como los que ahora llaman “literatura de avión”.

Pero no nos hagamos tontos. Toda esa literatura en prosa, informativa o de ficción, está determinada por el mercado que imponen las editoriales, así como las figuras literarias que se sientan en los sillones de las salas de la televisión y de los tik-tok que han ido conformando un tipo de audiencia a la que solamente le interesa lo superficial, la comida rápida y la chatarrería que le da la paz de que mientras todo se acaba el receptor permanece.