CULTURA

MISERIA DE LA CONCIENCIA

MISERIA DE LA CONCIENCIAPara APT, como siempre

Por: Carlos Prospero

Estoy en un punto miserable y sé las consecuencias de esta declaración, pero ya no hay manera de que pueda dar un paso adelante.
La mentalidad reinante es completamente pragmática –dar y recibir– puesta al servicio inconsciente –irresponsable, para ser claros– de la ideología dominante que quiere una humanidad que goce de su estupidez.
Primero les hicieron creer que estaban enfermos, luego los medicaron con drogas controladas para disociar razonamiento y sentimiento y después les dieron órdenes, les ordenaron sutilmente qué hacer y cómo, y finalmente les dijeron que eran libres de hacer lo que les viniera en gana, siempre y cuando reconocieran que eran responsables –culpables como delincuentes– del mundo y sus consecuencias.

El sentimiento de culpa introyectado hasta el culo de su cerebro es el timón que los guía en su vida diaria.

Un grupo, de esos grupos piloto para ejercer la diseminación en cascada de una conducta, de un modo de ser, fue suficiente para su objetivo.
fantasmaUn grupo con cierto poder, con cierto conocimiento reconocido socialmente (médicos, psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, a los que se sumaron los supuestos filósofos auto ayudadores, de las nuevas corrientes mezcladas con el catolicismo y las religiones orientales), para martillar en el espíritu de todos los ciudadanos sin que estos dudaran de lo que les decían.

“La humanidad está enferma”, dijo alguna vez Miguel de Unamuno (un filósofo español católico que le tenía miedo a la muerte, tras vivir el franquismo, apéndice hitleriano durante la II Guerra), idea que tomaron los ideólogos de la burguesía para enfermar a la humanidad con sus temores cristianos.

El sometimiento más encabronado nunca antes jamás visto basado ahora en la conquista del espíritu.

MISERIA DE LA CONCIENCIASi la Inquisición atacó al cuerpo, lo maldijo y lo destruyó con sus torturas y sus muertes atroces sádicas, como los descuartizamientos y la hoguera, propias del demonio, la psicología actual en todas sus formas, después de la II
Guerra y los Juicios de Nuremberg, ataca al espíritu humano usando como bandera a la enfermedad psicológica.
Todo mundo tiene una psicopatología a la que hay que tratar, no curar, sólo darle tratamiento y machacarle la culpa.

Para así aislar a cualquier persona de la situación social y orillarla a su propia culpa ha sido el objetivo de la burguesía con el fin de que el individuo no se agrupe y no cree tampoco una mentalidad dinámica que genere la conciencia crítica necesaria para los cambios sociales.

“¿Cómo no puede darme cuante de que era una violación?, ¿cómo fui tan pendeja y no darme cuenta?”, declara ante la autoridad competente una mujer que muestra su culpa basada en su ignorancia, en su candidez, en su falta de
conciencia. Y la autoridad le refuerza la culpa diciéndole “¿qué hacías allí a esas horas, cuando deberías haber estado ya en tu casa?”
MISERIA DE LA CONCIENCIAEste patrón de culpabilizar doblemente a la víctima, que siguen los trabajadores sociales y los trabajadores de la salud porque así se los dicta la ideología dominante –ese modo de pensar falso pero cómodo que sirve para
mantener las partes de una sociedad decadente unidas: el cemento que une los ladrillos, que se ve, pero que no se toma en cuenta– es el que usan los auto ayudadores y psicólogos de radio, de televisión y ahora de internet, con el
que definitivamente destruyen la voluntad de esos individuos rebeldes a las conductas socialmente valoradas, tanto por los agresores como por los supuestos funcionarios que apoyan a las víctimas.

Ese modo de pensar que domina y busca mantenerse vigente se proyecta en los libros de autores, supuestos filósofos y pensadores, que dan consejos para desviar la atención de los hechos: “Perdona para sanes tus heridas”, “Aprende de tus desgracias”, pues solamente así la sociedad, a un tris de derrumbarse, se mantiene de pie.
MISERIA DE LA CONCIENCIAY ahora no hay manera de cambiar ese modo de ser que se ha arraigado en el alma de todos y cada uno de los ciudadanos de la polis.
No hay energía alguna que impulse a ver de manera diferente.
La culpa es el timón de su vida cotidiana.

La culpa milenaria impuesta por la iglesia católica forma parte del ambiente social y pesa, ya no en los hombros de las personas, sino su corazón.

Y los que trabajan en el medio de la salud la remachan en el alma de todos los que se dejan, o son enviados por autoridades que así lo deciden, para impedir la rebeldía, que sería el primer paso para librarse de la culpa.
Los trabajadores de la salud, como decía Reich, solo buscan que quienes caen en sus manos regresen al redil, vuelvan a ser los buenos ciudadanos que la ley y la moral indican, antes de ser rebeldes, es decir, antes de que los declaren enfermos.

Así que estoy en un punto miserable: veo cómo se domina a las personas, pero no sé cómo romper ese dominio alevoso. Y eso, digan lo que digan, es miserable.

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