“Salvando vidas” es el membrete de una campaña justificada por las autoridades para realizar violaciones a los derechos humanos de las personas que caen en los operativos alcoholimétricos.
Hasta aquí todo parece legal, el conductor al dar positivo en el alcoholímetro que (quién sabe cada cuando se calibra), pero funciona a criterio del elemento uniformado (autoridad vial).
Haciendo una analogía, los “lobos con piel de oveja” o “toritas”, se acercan amablemente a sus víctimas, situación que cambia conforme los roles se polarizan.
Una vez llevado el acto de molestia (violatorio de la propia Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos), el infractor –al dar positivo- queda en total vulnerabilidad y el trato que hasta el momento le otorgan los representantes de la autoridad, pasa de afable a represor.
En este momento aparecen las esposas inmovilizadoras, son fichados, subidos a las patrullas, les toman huellas dactilares y hasta el léxico cambia; dándole un trato similar al de un asesino o delincuente peligroso, pero con la diferencia de que a esos personajes se les debe requerir una orden de aprehensión por parte de un juez.
Lo que no sucede para quien cometió una falta administrativa.