HALLOWEEN EN GUADALAJARA, INFLUENCIA DISTORSIONADA E INDOLENCIA DE LA AUTORIDAD
Por: Vigaro/ TEN/ Opinión
La celebración extranjera del Halloween en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) se ha consolidado como un fenómeno que, más allá de la importación cultural y peculiar festejo, expone una triste y lamentable realidad: la incapacidad de las autoridades municipales para garantizar la seguridad pública y sancionar el vandalismo.
La evidencia más palpable de este fracaso no reside en las estadísticas policiales, sino en una medida de precaución adoptada por el propio sistema de transporte público: la suspensión anticipada de rutas de camiones, ya que las prácticas desarrolladas por grupos de personas desadaptadas de la sociedad, generan afectaciones que implican vidrios rotos, carrocerías abolladas, entre otros y que a decir de los transportistas, esos daños en las unidades les representan de entre 9 mil y 18 mil pesos, arreglarlos.
El Vandalismo como Agente Regulador de la Movilidad
Esto revela que la causa de la interrupción del servicio de transporte (afectando a cientos de miles de usuarios que viven en zonas clave como Tonalá, Tlajomulco, Zapopan y El Salto) es la «Presunta suspensión de la mayoría de las rutas, a temprana hora, debido a incidentes de vandalismo en años anteriores».
Esta es una confesión implícita de la derrota estatal frente a la delincuencia menor. En lugar de movilizar los cuerpos de seguridad pública para inhibir y sancionar los actos vandálicos (lanzamiento de objetos, agresiones, daños a unidades), la solución de facto, para ellos, consiste en restringir la libertad de tránsito de miles de ciudadanos, que se verán afectados por el recorte de los horarios, del ya paupérrimo servicio de transporte público.
La medida no sanciona a los vándalos; castiga a la población trabajadora y estudiantil que depende del transporte público. Una persona que termina su jornada laboral a las 6:00 PM o 7:00 PM en un municipio lejano, se encuentra de pronto sin un medio seguro para volver a casa.
Al permitir la suspensión del servicio, las autoridades y concesionarios están tácitamente aceptando que el riesgo de daño material (a los camiones) y físico (a choferes y pasajeros) es inevitable en esta fecha. La prevención se transforma en rendición.
La «celebración» de Halloween en Guadalajara se convierte así en un evento de dos caras:
Quienes disfrutan de la fiesta lo hacen, en gran medida, dentro de zonas residenciales protegidas, bares o con medios de transporte privados. Para ellos, la suspensión del camión es una molestia menor o inexistente.
Pero para las personas de las periferias y clases trabajadoras son obligadas a anticipar sus traslados con horas de antelación, incurrir en gastos de taxi o plataformas, o arriesgarse a largas caminatas en la oscuridad. El miedo al vandalismo se institucionaliza.
La mal llamada celebración, que nada tiene que ver con los mexicanos, no es un reflejo de diversión cívica, sino un recordatorio anual de la impunidad y la desigualdad social. Mientras el “trick or treat” se vive con alegría en ciertos vecindarios (donde se ve con tinte festivo), en otros, el 31 de octubre es un día de toque de queda autoimpuesto debido a la falta de la garantía al Estado de Derecho, incapacidad de las autoridades a ejercer la ley.
La suspensión de la mayoría de las rutas de camiones en Guadalajara por miedo al vandalismo durante Halloween es un síntoma grave de ingobernabilidad.
Lejos de ser una crítica a la tradición distorsionada e incluida en la modernidad, en sí, es una crítica directa a la ineficacia gubernamental.
La responsabilidad de las autoridades no es obligar a la gente a quedarse en casa, sino garantizar que los vándalos sean disuadidos y castigados, permitiendo que la ciudad, en todas sus zonas, opere con normalidad y seguridad.
El Halloween tapatío es, hoy por hoy, un fracaso logístico y de seguridad que afecta a los más vulnerables.
