De alguna manera, explorar implica admitir que la vida -la auténtica, la de verdad- no transcurre en nuestro aquí y ahora particular, sino que está en otra parte. Que nos la estamos perdiendo. Y que nos está esperando.
No siempre es necesario atravesar continentes para descubrir universos paralelos entreverados con el nuestro. La Exploración Urbana -habitualmente abreviada como UrbEx– así nos lo muestra.
La explotación turística del lugar abandonado, (aunque los urbex se enorgullecen de operar al margen de los circuitos turísticos), es tendencia que no escapa a los tentáculos de la industria del sector.
Se puede viajar en el tiempo a través del urbex, es la combinación del arqueólogo y del turista del tiempo. Sea por un interés en la historia local, la ficción o la adrenalina, hoy más que nunca, la ruina, lo marginado o lo inaccesible, son las prácticas particulares de la tierra incógnita.
Y esta combinación del tiempo e inspiración no es única del siglo XXI. Ya sucedió en España, con poetas como Bécquer, extasiados ante la visión de la ruina abandonada que le daban vida a sus poemas:
“Silenciosas ruinas de un prodigio del arte, restos imponentes de una generación olvidada, sombríos muros del santuario del Señor, heme aquí entre vosotros”.