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EL SUEÑO BIFÁSICO, UNA COSTUMBRE PERDIDA EN EL TIEMPO

 “El sueño es la mejor meditación.” – Dalai Lama

Por Mariana Navarro Macías

Diferentes culturas han percibido el acto de dormir como algo sagrado, misterioso y esencial para la conexión entre el mundo terrenal y el mundo espiritual.

Acompáñeme a descubrir el viaje por el mundo de los sueños.

En los anales de la historia, durante una etapa notable de la Edad Media, se practicaba una costumbre que hoy día puede parecer insólita a nuestros ojos modernos: la división del descanso nocturno en dos segmentos, conocido como el «sueño bifásico».

*El Estudio de Roger Ekirch*

Roger Ekirch, erudito contemporáneo, se adentró en los oscuros recovecos del pasado y nos legó un fascinante compendio titulado Al final del día: Noche en tiempos pasados. En esta obra, Ekirch documenta meticulosamente la práctica medieval de fragmentar el sueño en dos etapas distintas.

Según Ekirch, los habitantes de la Edad Media se retiraban a sus lechos unas horas después del ocaso. Tras algunas horas de descanso, se levantaban en plena medianoche, dedicándose entonces a diversas actividades cotidianas, para luego regresar a la cama y dormir hasta el amanecer.

*Descubrimientos en el Registro Público*

A principios de la década de 1990, mientras exploraba la historia nocturna en la Oficina de Registro Público de Londres, Ekirch halló una declaración penal que mencionaba el «primer sueño». Este hallazgo lo condujo a revisar numerosos documentos de la Edad Media hasta la Revolución Industrial, descubriendo numerosas referencias a noches divididas en dos mitades. Estas referencias aparecían en cartas, diarios, libros médicos, tratados filosóficos, artículos periodísticos y hasta en obras teatrales.

Ekirch acuñó el término «sueño bifásico» para describir esta rutina nocturna de doble sueño, observada en buena parte del territorio europeo. En Italia se le denominaba primo sonno, mientras que en Francia era conocido como premier sommeil. Incluso, la costumbre se extendió a lugares remotos como África, el sur y sureste de Asia, Australia, América del Sur y el Medio Oriente.

*La Práctica del Sueño Bifásico*

Las familias medievales se retiraban a dormir entre las nueve y once de la noche. Después de un par de horas de sueño, despertaban espontáneamente y se dedicaban a tareas domésticas como limpiar el hogar, encender la chimenea, realizar sus necesidades, peinar lana o remendar ropa. A menudo, no se levantaban de la cama, sino que permanecían en ella charlando, debatiendo temas de interés familiar, o incluso manteniendo relaciones íntimas.

*Persistencia y Desaparición del Sueño Bifásico*

Ekirch descubrió que esta práctica perduró durante milenios, hallando menciones incluso en la epopeya griega La Odisea. Los últimos indicios de su existencia datan de principios del siglo XX. Hoy en día, aunque el ritmo de vida actual no nos permita mucho margen para descansos prolongados, algunos podrían aún practicar una forma similar de sueño bifásico, especialmente en regiones donde las siestas vespertinas son una costumbre.

*La Siesta en el Siglo XX y XXI*

En las sociedades modernas, especialmente en los países mediterráneos y latinoamericanos, la siesta ha perdurado como un eco de esa antigua práctica bifásica. En España, por ejemplo, la siesta después del almuerzo es casi una institución cultural. En Japón, el concepto de inemuri permite a las personas tomar breves descansos en el trabajo o en público, reflejando una adaptación contemporánea de la necesidad humana de segmentar el descanso.

*La Importancia de las Siestas*

Las siestas ofrecen un respiro revitalizante en la jornada, permitiendo a la mente y al cuerpo recuperarse del desgaste matutino. Estudios recientes sugieren que las siestas pueden mejorar la memoria, el rendimiento cognitivo y el estado de ánimo, subrayando su valor no solo como tradición cultural, sino también como práctica beneficiosa para la salud.

CONCLUYENDO

El sueño bifásico, cual eco susurrante de una era distante, nos invita a reflexionar sobre el flujo y reflujo de las costumbres humanas. En un mundo que corre a la velocidad de un tren desenfrenado, esta antigua práctica emerge como una metáfora de la resistencia del ser humano ante la tiranía del tiempo moderno. Quizás, en la quietud de la noche, en la pausa de la medianoche, se halle la clave para reconectar con un ritmo más armonioso, un compás perdido que, al ser redescubierto, podría iluminar nuestra búsqueda de equilibrio y serenidad.

Como si fuésemos arqueólogos del tiempo, desenterramos no solo vestigios materiales, sino también hábitos y prácticas que, en su sencilla sabiduría, nos enseñan a vivir de manera más plena. Así, en el acto de cerrar los ojos y entregarnos al abrazo del sueño, quizás redescubramos una verdad antigua: que en la dualidad del descanso se oculta una clave para la armonía del espíritu y el cuerpo.