OPINIÓN

PLANETA DIGITAL

Por: Darío Fritz

Las pesadillas tienen un monstruo superior que la desbanca de su olimpo del horror.  Se le llama “terrores nocturnos”.

Un Frankenstein que como adultos no padecemos. Quienes son padres, sí. Se manifiestan después de los dos años y acaban en la pre adolescencia, los doce años, aproximadamente. La neurociencia le llama fallos misteriosos en las etapas del sueño, que van de minutos a una hora, donde los niños dormidos, incluso con los ojos abiertos, gritan, balbucean, lloran, se sacuden. La única solución es esperar a que se les pase. Ni prestan atención a los intentos exasperados de sus padres por calmarlos. Desterrar esos muros nocturnos nos asemeja a los muros que el mundo digital nos envuelve a diario con una solución que podría avistarse a futuro, pero que el presente niega.

Los más avezados en tecnologías saben que hay todo un mundo de criminalidad dentro de la Deep web o web profunda, esa especie de oráculo donde supuestamente anida el mal, cosa que no lo es porque también se halla información de las mejores cosas, los avances neurocientíficos en los padecimientos de infantes, por ejemplo. Pero no hay que ir tan lejos para ver al mundo digital como una herramienta para que el narcotráfico contrate sicarios, se trafique mujeres como esclavas sexuales entre países asiáticos y árabes, se encadenen organizaciones para armar redes de explotación sexual de menores, o sea la vía de comunicación del presidente Jair Bolsonaro y sus compinches para intentar un golpe de Estado en Brasil o para reunir a los asaltantes del Congreso estadounidense. En todos ellos el hilo lleva a un mismo denominador, la empresa Meta y sus dos principales conquistadores de audiencias: Facebook e Instagram. El último hallazgo ha sido una red de pedofilia permitida en Instagram, publicada en días pasados por The Wall Street Journal y las universidades de Stanford y Massachusetts. Lo que asoma como draconiano por la empresa de Mark Zuckerberg es que lo sabe y permite. Meta asegura que lo combate, pero las víctimas nunca hallan respuestas cuando lo denuncian ante la plataforma digital. “Los datos sobre Instagram son trágicos. Es probablemente el mayor acoso sexual de la historia de la humanidad. Tienes cientos de millones de adolescentes y un tercio de ellos han recibido alguna forma de acoso, por su sexo, por su cuerpo. La respuesta de la compañía es We care [nos preocupamos] y hemos lanzado 30 herramientas para solucionarlo, pero cuando las revisas ves que muchas de ellas ni siquiera están activas por defecto”, dijo el ingeniero mexicano Arturo Béjar, un ex empleado de Meta, cercano a Zuckerberg, al declarar en una investigación sobre esa empresa ante el Comité de Justicia del Senado estadounidense en noviembre pasado.

Los testimonios de Béjar y de otra ex empleada, Frances Haugen, han sido clave para entender el proceder de Meta cuando se la denuncia por permitir en sus plataformas que se las utilice para hechos criminales. El periodista Jeff Howritz  documenta en su libro de investigación reciente, Código Roto, que Meta tiene unos seis millones de usuarios VIP, de alto impacto, como Donald Trump y el futbolista Neymar Jr., que sin bien cometen acciones delictuosas -el brasileño subió en algún momento imágenes de una mujer desnuda que lo acusaba de violación-, les da un margen extra de tiempo para generar más tráfico en redes, antes de borrar sus publicaciones.

En 2023, el Distrito de Columbia y 41 estados de EU, demandaron a Meta por diseñar Instagram y Facebook de manera “dañina y adictiva” para los menores de edad. Un estudio de 2018 sobre adolescentes de 14 años descubrió que las chicas que pasan cinco o más horas diarias en redes sociales tienen tres veces más probabilidades de estar deprimidas que las chicas que apenas las usan. El prestigioso psicólogo social, Jonathan ­Haidt, estudioso de la afectación de las redes en adolescentes, se reunió con Zuckerberg en dos oportunidades para adoptar medidas en favor de la salud de niñas y niños. A pesar de las promesas, nunca vio medidas concretas. Para Zuckerberg, lo que importa es el éxito de sus plataformas, ha dicho. Lo último ha sido anunciar que utilizará los datos de sus usuarios para entrenar una herramienta de Inteligencia Artificial. Las leyes aún laxas se lo permiten. Él y otros propietarios y ejecutivos multimillonarios de las plataformas digitales envían a sus hijos a colegios donde se prohíbe el ingreso con celulares y revisar plataformas sociales. Saben de sus efectos.