“Cuando la tecnología llega a su punto máximo permisible de creatividad y descubrimiento; por sí sola se precipitará al abismo para anularse”.
En el principio de los tiempos, un ente biológico pobló la tierra recién formada, cohesionada y amalgamada de secretos para que los nuevos vivos los descubrieran al paso de miles de siglos. Así fue, pero eran tiempos tiernos. No era el momento. Los descubrimientos del presente y pasado tenían que ser pausados… Lo anterior fue una sentencia.
La especie, creados en dualidad ignorantes del porqué de su existencia despiertan a un nuevo sol, con total incertidumbre y miedo; sus tratos son conflictivos… no saben que hay más allá de lo que su mirada observa. Sienten que algo se perdió; que algo se quedó atrás… Presenciaban la muerte de los animales y de ellos mismos con horror. ¿Antes no pasaba? ¿Qué dejamos en el pasado que no logran recordar? ¿La muerte es un castigo?
Se agrupaban mujeres, niños y hombres a campo abierto; su experiencia empírica les proporcionaba conocimiento para lidiar con lo incomprensible. Se asentaban y tiempo después reanudaron su camino sin dirección. Los humores, los temperamentos eran disímbolos… los problemas, diarios y de continuo se daba el fenómeno de un hombre que le arrebata la vida a otro hombre. Un ser humano quitándole la vida a otro ser humano.
Vergüenza, pudor, pena por andar desnudos sin explicarse porque sentían esa inquietud…las mujeres buscaban con qué cubrir su piel, su intimidad. ¿Antes no era así? ¿Por qué en la mente –cual molesto bicho- la conciencia gritaba que algo estaba mal cuando veían sus cuerpos? ¿O cuando le arrebatan el aliento a otro ser igual a ellos? Mirándose unos a otros atraídos por la fraternidad, la maternidad o por la carne se mantenían unidos.