CULTURA

NO HAY SEMBLANTE QUE NO REVELE EL VERDADERO SER

NO HAY SEMBLANTE QUE NO REVELE EL VERDADERO SERPor: Carlos Prospero

Toda escritura es inconsciente.

Por inconsciente entiendo ese bagaje emocional que se deja sentir cuando uno lee, sea un recadito de la esposa, una tarjeta informativa del trabajo, un poema, un cuento, o lo que sea.

Porque sin ese bagaje emocional latente no habría plena comunicación, aunque es bien sabido que todos le temen, por aprendizaje, a la manifestación de las emociones y los sentimientos.

Hay escritos en los que domina lo objetivo, como los informes, los ensayos, y los hay en los que predomina lo emocional. La gran diferencia es que ese dominio, o régimen, dominante inclina la recepción de los lectores.

Más que nada, los escritos literarios están bajo el régimen de lo expresivo, de la manifestación emocional de quien los escribe, y eso deja al escritor desnudo frente a sus lectores. Desnudo porque revela lo que realmente siente en relación con lo que está refiriendo como tema de su escrito.

Se dice que el que escribe, escribe con las entrañas porque esas entrañas no entran en el ámbito de lo racional: todo escrito, escrito con intención estética, lúdica como dicen ahora, se encuentran en el nivel de la médula espinal, en un sentido, o en el cerebro de lagarto, como preferirían decir los divulgadores de la neurociencia (actualmente hay en la península muchos periodistas que escriben sobre las funciones del cerebro).

fantasmaPero, entonces, la pregunta necesaria es “¿cómo escribir fuera de lo racional si toda escritura es racional?”. Y la respuesta, también indispensable, aunque pareciera tautológica, sería que la voluntad ejerce el dominio: el que escribe decide en qué régimen se inscribe, pero de principio, quiera que no, se desnuda en sus textos: el rey camina desnudo entre las líneas de lo que ha publicado.

Sin embargo, el inconsciente gana, porque aquello que no se ve, el pensamiento, solamente puede verse cuando se habla o cuando se escribe, y quien decidió escribir mantiene a su pesar esa orden de revelación. (Así lo dijo Freud y luego se lo copió Lacan.)

La hermenéutica, desde los precursores que buscaban los mensajes ocultos del Dios de los monoteístas (los oráculos eran los que descifraban los mensajes ocultos en las culturas paganas) hasta los más modernos como Gadamer y Derrida, cree que hay mensajes ocultos en los poemas, cuentos, novelas y dramas, pero lo que hay es el miedo de que alguien descubra esas vidas sin sentido que se reflejan en lo que escriben. Esas vidas vacías que solamente buscan el dinero que da la publicación de lo escrito.

NO HAY SEMBLANTE QUE NO REVELE EL VERDADERO SERHace años leí la historia de la joven esposa de Dostoievski, desde que lo conoce por medio un aviso de ocasión solicitando una mecanógrafa hasta la declaración de amor del novelista y su vida juntos durante trece años y lo que ella hace tras su muerte, y hace unos días leo una historia bastante distinta de la que conocía, más romántica y menos verdadera, según yo. Sin embargo, es de notar que, de acuerdo al canon de la hermenéutica gadameriana, el juego es lo que hace que la creatividad brote y genere una nueva visión de las cosas que, dicho sea de paso, me recuerda a los “historiadores” de la novela de Orwell.

Así que, aunque se haya partido de las acciones del arte visual, hoy, intervenir textos, deconstruirlos y darles su revolcadita es signo de que quien lo hace tiene ese don que se llama creatividad, que sirve a los teólogos para diferenciar al ser humano del Ser divino, Dios.

Porque Dios creó al hombre y a todas las cosas, pero el hombre no puede crear absolutamente nada, solamente puede imaginar y tener la ilusión de que crea cosas, mundos, como dicen los divulgadores de la neurociencia y los seguidores de la filosofía cognitiva.

NO HAY SEMBLANTE QUE NO REVELE EL VERDADERO SEREn fin, muchos pensadores académicos desearían de todo corazón que el inconsciente no fuera la única guía que nos lleva por estos caminos de la vida, pero no pueden evitarlo.

El inconsciente es la guía de todo lo que hacemos y cuando escribimos lo vemos irse conformando de acuerdo a los deseos latentes, bondadosos o perversos (escondidos, pero no tanto), que hemos guardado en nuestros corazones.

Así que aunque quieran esconderse con esos textos que apestan a objetividad en el plano de lo literario, habrá quien, con más tiempo que yo (siempre tengo cosas más importantes que la literatura, pues amo a la vida, no a los libros), el día menos pensado haga una revisión profunda, como la limpieza que hacen muchas amas de casa los domingos por la mañana antes de ir al mercado, y como ellas tire al pozo negro toda esa basura literaria publicada durante cuarenta años, o, aceptando sin conceder, como dicen los abogados, la guarde bajo la clasificación de “Memoria histórica”.

Para APT, con cariño.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *