Director del Observatorio Académico de Justicia y Seguridad Pública de la División de Estudios Jurídicos De la Universidad de Guadalajara.
El pasado mes de junio, los medios de comunicación nos dieron a conocer información, resultado del homicidio de dos sacerdotes jesuitas, asesinados en el municipio de Urique, Chihuahua, luego de que intentaran ayudar a un hombre herido, quien fungía como guía de turistas y quien también fue ejecutado. Ante tan lamentable suceso, las reacciones de diversos sectores sociales no se hicieron esperar, tanto los integrantes de la Compañía de Jesús, como el actual arzobispo de Guadalajara, Francisco Robles Ortega, expresaron lo propio ante el brutal asesinato.
“Los abrazos ya no nos alcanzan para cubrir los balazos”, fue una expresión del padre Javier Ávila, quien de manera muy concreta le pidió al presidente de la república que, revisara su proyecto de seguridad pública, porque no vamos bien y esto, es clamor popular, enfatizó el padre Javier Ávila.
Como es costumbre del titular del ejecutivo federal, no tardó en responder a las expresiones del padre Javier Ávila; sin embargo, es también sabido que, esas expresiones no están revestidas de inteligencia, prudencia, sensatez o coherencia. El titular del ejecutivo, sólo se limitó a responder, lanzando una serie de interrogantes ¿Qué quieren entonces los sacerdotes? ¿Qué resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a desaparecer a todos? ¿Aportar a la guerra? ¿Por qué no actuaron cuando Calderón de esa manera? ¿Por qué callaron cuando se ordenaban las masacres? ¿Cuándo se puso en práctica, el matarlos en caliente? Fueron algunas de las expresiones que subrayó.
Lo anterior, desde mi muy particular punto de vista, sólo le permite (una vez más), exhibir la ignorancia que, le ha caracterizado a lo largo de su mandato, por ende, deja entrever su nula capacidad y compromiso para garantizar el respeto de los derechos humanos para sólo entonces, ser el titular de un gobierno garante de los derechos de la sociedad.