LA MITOSIS DEL EDO MEXICANO.
La naturaleza de los valores de los entes que permiten hacer una distinción entre dos tipos de ser, el de las cosas nobles y dignas: gloria, dignidad y honor, que son propias de los hombres que dominan a los demás, y el ser de las cosas vulgares como son la vida y los derechos de los seres humanos a la pérdida de su libertad a causa de la necesidad. Las reglas de la corrupción e impunidad como forma de gobierno, en las voces populares: ¿ el que no tranza no avanza? . La representación política es un ser que vive entre las cosas elevadas, no en el mundo de la realidad. En ese gran teatro político que ponen en escena los hombres que manejan los gobiernos, la representación política es ajena a los votantes y a la población. La representación política es algo que existe por sí mismo y vale por sí mismo, es un ente.
Los intereses y los derechos de las personas que forman la población y que para cualquier persona medianamente razonable es lo único que justifica la existencia de las estructuras políticas, resultan ser intereses secundarios por ser – según los juristas dedicados a construir fantasías – ajenos al Estado y a la representación política.
Las poblaciones, son únicamente elementos para “consolidar” o “fortalecer” el poder de los hombres que mandan, a través de formas o figuras imaginarias, que se dice están por encima de los habitantes y que no son sino mitos o máscaras manejadas por los pequeños grupos que las inventan, las imponen y las manejan para dominar a los pueblos: La Nación, el Estado, el gobierno y las “instituciones” públicas que están al servicio de los gobernantes y los representantes, asociados a los grupos más poderosos. Las aseveraciones de Schmitt sobre la duplicación mágica del individuo que en su función de votante deja de ser un ser humano con sus intereses naturales, convierten a los hombres en actores de una obra teatral en la cual juegan el papel que les atribuyen los hombres que inventan un determinado sistema político. Los ciudadanos, como dice Schmitt, son simplemente “elementos de la representación. “Cuando se dice que una nación es un “organismo” se emplea una analogía que puede ser muy peligrosa. … Creer que en un conjunto de seres humanos puede existir el bien y el mal por encima del bien y el mal de cada uno de las personas , es un error que conduce directamente al totalitarismo.. “El Estado” es una abstracción; no siente ni placer ni dolor, no tiene esperanzas ni temores, y lo que consideramos sus propósitos no son, en realidad, sino los propósitos de las personas que lo dirigen. La glorificación de “El Estado” viene a ser, en realidad, la glorificación de una minoría gobernante”. Bertrand RUSSELL
La idea de Kant sobre la soberanía del pueblo y acaba por hablar de la necesidad de aceptar las ficciones y las mentiras para sostener la teoría de un Estado imaginario al cual deben servir los habitantes: “El pueblo reunido (decía Kant) no representa al soberano, sino que lo es él mismo” Kant. En realidad se trata de un caso extremo sólo de todos los miembros adultos del pueblo y sólo en el momento en que se encuentran reunidos como comunidad o como ejército. La esencia de la vocación de servir, de hacer, de dar, ante su masa social que permite a través de la representación política pública, es la representación ficticia de un ser público imaginario, ajeno e independiente de los seres humanos, dentro de una organización que tiene como propósito dominar a los individuos como súbditos.
Es sorprendente que un hombre con el talento de Schmitt invoque a “un ser público”. No existe un ser público diferente de los individuos que forman la comunidad. Las reflexiones de Schmitt son muy parecidas a las que usaron varios siglos antes los hombres que se apropiaban de la cosa pública (res pública) en las primeras repúblicas italianas para someter a toda la población.
En su concepción, los intereses de las ´personas forman la población y los derechos humanos de todos esos individuos son secundarios, lo cual va muy bien con las ideas de Tena Ramírez quien, hablando del procedimiento de amparo, afirmaba: “De las dos partes que hemos distinguido en una Constitución como la nuestra, la más digna de ser defendida es la parte orgánica. La defensa de la otra parte tiene suma importancia, pero no desde el punto de la Constitución, sino de la persona”. En ese medio ficticio de las teorías desconectadas de la realidad, el fin de las asociaciones humanas son ciertas fantasías, abstracciones y entes imaginarios, esto es, cosas como el Estado, la Nación, el gobierno y especialmente “la Constitución”, inventados o fabricados precisamente como instrumentos de dominación “legítima” sobre los seres humanos y, lo que es más grave, esas fantasías y esos entes están por encima de la población.