“El que no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo en una muchedumbre atareada”
Hace tiempo que estoy viendo a muchos cargar a cuestas algo.
Llevaba cada cual, a la espalda, una mochila enorme, tan pesada como la mochila de un soldado de infantería.
Interrogué a uno de aquellos hombres preguntándole por dónde iban de aquella manera extraña.
Me contestó que ni él ni ninguno lo sabían; pero que, sin duda, iban a algún lado, ya que les impulsaba una necesidad invencible de andar.
Tantos rostros fatigados y serios, ninguna desesperación mostraban; solos, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan controversial como el cielo mismo, haciéndose a sí mismos la vida miserable, iban y venían.