¿SERÁ AMOR EL AGRAVIO?
Por: Mtro. Luis Octavio Cotero Bernal*
En un remedo malo que pretende hacer López Obrador, de Hugo Chávez, cuando decía, entre otras tantas barbaridades, como el que “ya no se pertenecía, que pertenecía al pueblo”; -pobres pueblos- “que el amor con amor se paga”; de ahí que me surge la interrogante de preguntar si el agravio es amor, porque el combatir a los criminales con abrazos, así como el amenazarlos cuando están cometiendo los crimines más crueles y sangrientos de la historia de esta pobre patria, que para que dejen de hacerlo les dirá a sus padres y abuelos, con semejante sorna cuando lo esboza. Así como el sostener que: todo está bien, no obstante, el derramamiento de sangre de hombres y mujeres, de jóvenes y niños por todo el territorio nacional, si es o no es de suma gravedad, ¿qué será lo grave y que será lo malo?
Pareciera que el mentir de las autoridades es un elogio a este pobre pueblo, que le dice sabio y que es lo primero que le importa, que respetaría la ley, así como a los otros poderes y que jamás los presionaría y amagaría de modo alguno, lo que a voz en cuello y con una insólita jactancia ante el pueblo de México, el día que se le impuso la banda presidencial, así lo dijo, entre otras tantas promesas que con toda la desvergüenza y cinismo, haciendo alarde de su poderío y la cobardía de la mayoría de los integrantes del Congreso de la Unión y de muchos Gobernadores y Legislaturas Estatales, que se humillan y violentan la ley para cumplir los caprichos y derroches del Presidente de la Republica.
Si todo lo anterior no es agravio -nos volvemos a preguntar- ¿será amor? Ya que en el circo matutino de Palacio Nacional, -que no nos divierte, pero si nos cuesta a todos los mexicanos la trasmisión del espectáculo, por demás deprimente, a nivel nacional- y lo más lamentable la mendicidad cotidiana, que sin el más elemental respeto, prodiga a este pueblo al que dice que se debe, cuando la verdad es que le debe tanto a la patria, que ni con otra vida se justifica el agravio que nos causa y que desde luego no tiene la más mínima intención de tener un rato de lucidez que le haga pensar, hablar y hacer algo por este desvencijado pueblo, que si algo positivo ha realizado en beneficio durante estos cinco años de su administración, es su deber y no es ningún favor, como lo quiere hacer sentir y creer, porque la pobreza que se ha encargado de acrecentar, así como la corrupción en su beneficio, porque como lo sostiene, un pueblo pobre es manejable y la corrupción genera riqueza, ¿De qué tamaño considera la inteligencia y el civismo de la sociedad que hasta pretende imponernos a su sucesor que le dé continuidad a la barbarie de su gobierno?
En lo particular, por lo que respecta al gobierno local, la obra pública que tanto nos cuesta a todos, que desde luego, si no es perfecta, algún beneficio nos habrá de dejar y es lo menos que un gobernante debe hacer, pues hay otros factores de mayor importancia que se deben atender de inmediato, al precio que sea, pues primero está la vida y luego la justicia, que va aparejada de la eficiencia y la honestidad, que si bien no es del Ejecutivo esta función, por disposición constitucional incide por la importancia y trascendencia que se requiere en la seguridad pública y procuración de justicia, encargada de combatir y perseguir la corrupción y a los corruptos y todo tipo de crimines que aquí cotidianamente suceden en todas sus modalidades, en gran cantidad y los homicidios, desapariciones con la mayor crueldad en nuestra comunidad, sin que tampoco se atienda en ninguno de sus aspectos, ya que las instituciones encargadas de garantizarnos todo esto no cuentan con lo indispensable para su desempeño con eficiencia y oportunidad que nos restituya la paz pública y familiar que hemos perdido ante la inseguridad en cualquier rincón, por muy seguro que parezca.
Los profesionistas todos, en particular los universitarios y el foro de abogados, es urgente que despertemos nuestras conciencias y con el debido respeto, pero con todo el civismo por delante, debemos exigir y obligar a las autoridades el cumplimiento cabal de su deber y dejar el confort de la cobardía que ha permitido que las cosas lleguen a este estado.