TUS HIJOS, MIS HIJOS, NUESTROS HIJOS: ¿FAMILIAS IDEALES?

2023-12-06 Vigaro

Por: Marco Antonio González Villa*

Para toda persona que haya nacido o vivido en la década de los noventa del siglo pasado, y aún se mantenga con vida obviamente, el siglo XXI ha mostrado una revolución constante en diferentes elementos y estructuras sociales: desde la evidente dependencia a la tecnología, cada vez mayor, hasta la forma en que se configuran y constituyen las familias en la actualidad.
Lamentablemente, cada vez más se observa entre hombres y mujeres una actitud completamente egoísta en torno al ejercicio de la parentalidad, en donde anteponen sus necesidades, psicológicamente sanas o no, al bienestar emocional de sus hijos e hijas. Esto trae consigo una discusión polarizada en donde se defienden perspectivas totalmente polarizadas: hay quienes dicen que padres y madres deben ser precisamente egoístas y pensar sólo en su bienestar, al fin y al cabo, los hijos un día se irán, y hay, por otro lado, quienes piensan que un padre y una madre deben generar y garantizar las condiciones necesarias para crear y construir un ambiente emocional y psicológicamente sano para sus descendientes. Por razones obvias, cada uno lo piensa desde sus convicciones. Desde lo psicológico, y con base en la experiencia profesional, puedo señalar que siempre sería bueno que se considerara la opinión de los hijos.
Actualmente, cada vez es más común que se formen parejas nuevas en donde cada uno trae hijos e hijas de su relación anterior, lo que de golpe funda una nueva familia con varios infantes ajenos entre sí, pero obligados a convivir con otros que serán, por decreto adulto, sus hermanos-hermanas y llamar a una persona mayor padre o madre, aunque sentimentalmente no se tenga un vínculo con esas personas. Para colmo, fruto de esta nueva relación adulta, vendrán nuevos hermanos y hermanas para ellos. Hoy podemos encontrar incluso relaciones en donde un padre o una madre han tenido hijos con 3 o 4 personas más, lo cual es desafortunado para cada uno de sus hijos: no estamos cuestionando moralmente sus decisiones y su capacidad de toma de decisiones, pero sí su poca o nula empatía que muestran la mayoría de las veces con sus hijos.
En este tipo de familias se preguntan algo de lo siguiente: ¿qué siente un infante al tener varias mamás o papás?, ¿qué se siente vivir con un padrastro o madrastra y ver como aman a sus hermanos, pero no a ellos o ellas?, ¿tendrán fantasías de no ser queridos?, ¿qué se siente al no vivir con su padre o madre biológica?, ¿es válido que un hijo mayor cuide de hermanos o hermanas de otro padre u otra madre?, ¿qué idea construyen de las parejas o el matrimonio?, ¿y de ser papá o mamá?, ¿esto tiene algún impacto en su desempeño escolar?, ¿qué sentimientos les genera ver a su madre con alguien que no es su padre?, ¿cómo explican en la escuela la forma en que está configurada la familia?, ¿qué valores son los más promovidos por este tipo de familias?, ¿de cuántas parejas es válido tener hijos o hijas?, ¿es recomendable cambiar constantemente de pareja y cambiar el entorno de los hijos-hijas?, ¿hay estudios que evalúen el impacto cognitivo y/o socioemocional en este tipo de infantes?, ¿presentan algún tipo de dificultad o ventajas en las escuelas?, ¿tiene un impacto en la forma de experimentarla y significar la sexualidad?
Así podríamos sacar un sinfín de preguntas más, las cuales cada uno podrá responder desde sus propias significaciones o historia, pero, que aquí no serán respondidas. Tiendo a terminar mis editoriales con una pregunta, hoy me permitiré dejar dos para la reflexión: como personas dedicadas a la educación ¿consideramos que un ambiente así es pedagógicamente adecuado para un infante? Y la última ¿cuántos padrastros o madrastras nos hubiera gustado tener en la vida? Pensemos nuestras respuestas… como lo haría un niño